MACEDONIO
VILLAFÁN: NARRADOR DE RAÍZ ANDINA (KUYANAYPAQ)
Por Teodoro J. Morales
La literatura perenniza
las vivencias de los pueblos, recoge el espíritu que tienen; en ella, hay una
concepción de vida y de mundo, que forjaron como sello de identidad a través de
los tiempos.
Hay
mucho que se ha escrito y publicado, de real mérito, pero mucho de ello se
ignora, porque los que escriben no están adscritos a esos grupos que detentan
el poder cultural como algo suyo, como si fuera un feudo de su propiedad.
Las
instituciones que existen (casi todas) se han
elitizado por voluntad propia, y
por conveniencia de los que viven dentro de ellas; esos, han postergado y negado
derecho a los que no se encuentran
dentro de esos círculos cerrados.
Llega a
mí, “Cielo de las Vertientes” (1) de
Macedonio Villafán Broncano (2); no tenía conocimiento de su existencia, ni
referencias de su autor.
En esa
obra vive la historia de vida del mismo pueblo: sus sentimientos, sus
aspiraciones, sus sueños; sus frustraciones, sus luchas, sus creencias; nos
muestra una verdad, la vida cierta. La existencia no es fácil en ninguna parte,
ni para ninguna persona. Hay que luchar en mucho, para realizar las
aspiraciones que se tiene, y para alcanzar un fin de vida.
En “Cielo de las Vertientes”, se relata la
historia de realización de vida de Juan y Flor, es la historia de muchos, un
sueño vivido desde cuando fueron niños, pasando por todos sus momentos: hasta
coronar con la vejez y la muerte. Vidal Guerrero Támara, refiriéndose a esta
obra, dice su autor en ella, consigue “testimoniar las luchas cotidianas de los
hombres de nuestros pueblos de manera notable, por representar nuestros
temores, esperanzas, sueños y hasta pesadillas”; y, Mauro Mamani Macedo, indica
que Villafán, cuenta “historias del mundo andino”; que en “Apu
Kolkijirka” (1998), escrito en quechua, ya “se advierte el sustrato mítico
endilgado en la tradición oral”; y que en “Los
Hijos de Hilario (1988)”, escrito en español, con código andino, “se
sustenta en la memoria, el mito y se expresa en un castellano andino”.
Luego
de leer “Cielo de las vertientes,
puedo decir, en esta historia de amor hay que hacer una doble lectura. Ella,
inmortaliza la vida de un pueblo. La que
es presentada en una doble dimensión de vida, para su interpretación: el amor de Juan y de Flor, que
al mismo tiempo representa una realización mayor de vida: en la que está
hablando la mitología con su verdad mágica y divina, donde la Cordillera Negra y la
Cordillera Blanca escriben la otra historia en el Valle del Callejón de Huaylas. Digo esto luego que viene
a mi memoria las letras de aquel huayno, que dice (“Tú eres la pastora de blanca cordillera;/ yo soy vaquero, cholo de
negra cordillera).
Hay un
amor, que se inmortaliza: Empieza diciendo “ha fallecido la Flor de las Vertientes, mi Flor, llevándose a la
eternidad su hermoso rostro de morena andina, sus ojos colmados de horizontes,
el imán de su mirada, sus cabellos como cataratas, su dulce cuerpo, el fuego de
su amor, sus sueños y nuestros sueños; mientras escucho casi oculto entre los
últimos acompañantes los cánticos y oraciones frente a su tumba, recuerdo los
instantes en que se cruzaron nuestras vidas”. Todos dirán, es la historia
del amor de Juan y de Flor Osorio Poma; pero, en definitiva resulta siendo el
amor de un pueblo en la existencia milenaria de la cordillera blanca y la
cordillera negra.
Macedonio
Villafán Broncano, es Premio de Literatura Quechua de la Universidad Federico
Villarreal; para muchos, eso, (de seguro), no significa nada, pero, en verdad,
dice mucho. Sin duda, él es un quechua hablante; siendo así, conoce el real
corazón de ese idioma, del que ni idea tienen los demás. El quechua es una
lengua de rica dulzura en su expresión, eso, se explica cuando dice, “Te amo desde tu pueblo, hermosa
cordillerana. Eres el cielo de las Vertientes, eres para mí el sol de la mañana
y del atardecer en el horizonte, eres el agua que cae por las cascadas; tú
vives en las flores de los sembríos de tu cordillera, pero vives más en mis
ojos y en mi alma”.
Es un
amor de hondas raíces telúricas. “Te amo
desde tu pueblo, hermosa cordillerana. Eres el cielo de las Vertientes, eres
para mí el Sol de la mañana y del atardecer en el horizonte, eres el agua que
cae por las cascadas; tú vives en las flores de los sembríos de tu cordillera,
pero vives en mis ojos y en mi alma. Mi Flor, mi Flor de las Vertientes, ámame
como te amo” (…) “se volvieron a
descubrir nuestras miradas, nuestros ojos abrieron las ondas contenidas de sus
imanes en cada ocasión de nuestras vidas que iban por caminos distintos y que
en ese instante confluían inesperadamente”. Y termina la historia, con
estas palabras “mi Flor de los Andes,
que el cielo de las vertientes, con sus incendios y sus sombras, es el espejo
de tu vida y de tu muerte, de mi vida y de mi muerte; porque tu vida es mi vida
y tu muerte es mi muerte. Ese cielo es el espejo-leyenda de nuestra vida y de
nuestra muerte, juntos por siempre, como las Cordilleras Blanca y Negra”. En verdad, me gustaría leer los libros
anteriores que publico Macedonio, eso, me permitiría ampliar mi visión en
cuanto a su literatura.
El
lenguaje siempre fue el principal instrumento en la expresión, tanto que
Gonzalo Espino Relucé, dice la palabra “se asume como una ficción que reinventa
la vida cotidiana, las vicisitudes de la historia y su apego al mito, las
celebraciones colectiva, los procesos de migración y la intensa reiteración que
cubre como tejido la vida de los runa de Callejón de Huaylas. Esto último como
parte de las percepciones indígenas o lo que de común llamamos, tradición
andina, así esta tiene varios nexos con la tradición oral y por ello en la
mayoría de sus textos, la memoria jugara un papel central para la realización
del texto” (3). Wilder Caururo Sánchez, dice: en obras como la de Macedonio
Villafán, “mito y realidad se entretejen convenientemente”, en el que se
encuentra “el mensaje milenario de las Pakchas, el canto de luz y de sombra de
los atardeceres, el silbido del viento, el murmullo de las aguas y el
inexorable paso del tiempo que nunca apaga la flama del amor verdadero.
Historia trágica y de reflexión sobre la existencia y sobre la promesa de amor
que supera los límites del espacio y el tiempo”.
El
amor, en esta obra, es presentado, en un lenguaje de dulzura; para alcanzar su
realización, los personajes de la historia tuvieron que vivir separaciones
obligadas que estaba más allá de la voluntad de ellos, pero, al final, la vida
los lleva a realizar su sueño de vida; al descubrirlo, ella dice: ¡Mierda!. Esto era el amor”.
Mauro
Mamani Macedo, reconoce que Macedonio Villafán, “con maestría nos entrega esta
historia contada con sinceridad y con un solvente arte de narrar”, que, Cielo de las Vertientes, “Es un amor de
miradas; primigenio y limpio, pero rotundo. La fuerza del amor les permite
llegar a los transitados tiempos de la sobria vejez”. ( …) “es un amor con historia; aquí el amor es pleno y honroso; es
desplazado y aplazado; porque a pesar de las múltiples interferencias, se
consuma con las últimas fuerzas
escondidas en los rincones del cuerpo envejecido, que se aviva por el despertar
del sentimiento”; mientras que para Alejandro Mautino Guillén, en ella “la
memoria convoca diversas etapas de la vida; diversas postergaciones de la
libido en los amores adolescentes; reconstruye, a través de un personaje, la
noción de sujeto plural de ciertas sociedades andinas que buscan desbordar lo
geográfico y conectarse con la sociedad letrada provinciana”.
En definitiva,
en Cielo de las Vertientes, hay dos
sabidurías: la del mundo andino, y la del mundo occidental; por lo mismo, una
cabal interpretación, no puede hacerse mirando los hechos desde un ángulo
limitado de visión de mundo.
La
sabiduría del mundo andino, está hablando por boca que el tiempo transmitió de
unos a otros; según ella, la cordillera negra y la cordillera blanca “se
originan en una sola cadena montañosa cuando el dios serpiente Amaro avanzó por
dentro desde las aguas de Conococha hacia el norte partiéndola en dos como arar
la tierra, forma las dos cordilleras que en su base son separadas por el
río Santa. Ese universo encantado, tiene
historias de un real mágico realismo, que cuentan que “En noches de luna llena
brillantes peces de colores rodeaban dando saltos a la diosa del agua sentada
en una isleta, una hermosa ñusta de
vincha en la frente y gruesas trenzas que en cantaba a los caminantes
solitarios para llevarlos a su palacio de oro y plata en las profundidades”. Es
esta vertiente la que tiene que ser profundizada.
Rodolfo
Sánchez garrafa, refiriéndose a Macedonio Villafán, dice “En él se conjuga
formación profesional y quehacer literario. Su conocimiento vivencial del mundo
rural andino constituye un respaldo evidente de su creación narrativa”, e
indica que en su obra “actualiza su memoria individual y social, con
descripciones, en general sobradamente logrados sobre la cotidianidad de los
pueblos de las cordilleras Negra y Blanca del espacio ancashino” (El Tema de la
Muerte en los Relatos de Macedonio Villafán Broncano).
Saludo
este feliz hallazgo, y que Macedonio Villafán Broncano siga descubriéndonos en
sus obras a ese Perú en su verdad profunda para que nunca muera.
NOTAS.
(1).- “Cielo de las Vertientes”. Segunda
Edición, 2014. Río Santa Editores, Chimbote.
74 pp. Carátula: foto tomada por el autor. Diseño y diagramación: Edgar
Cáceres Flor. Se terminó de imprimir en los talleres gráficos de la Imprenta
Aixter Torres Grafic. Formato: 12 x 20.5 cm.
(2).- Macedonio Villafán Broncano, narrador
andino quechua, nació en Taricá (Huaraz-Ancash) en 1949. Hijo de Juan Villafán
y de Adelayda Broncano.. Estudió la
primaria en la escuela de Taricá y en la escuela Antonio Raimondi de Huaraz,
luego continuo estudios en el Colegio
Mariscal Luzuriaga de Huaraz. Estudió en la Universidad Nacional de Trujillo. Maestría,
y doctorado en la Universidad de San Marcos. Es profesor de la Universidad
Nacional Santiago Antúnez de Mayolo. Premio de Cuento en el Concurso Nacional
de Literatura Quechua de la Universidad Federico Villarreal, en 1997 y COPE en cuento de Petro
Perú. Ha publicado: “Apu Kolkijirka”
(1988); “Willakuy” (cuento), “Los Hijos de Hilario” (1999), y, Capuli” (poesía).
(3).- Gonzalo Espino Relucé.- “Macedonio
Villafán Broncano: narrador andino quechua”.
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