Saturday, November 25, 2017

HILDEBRANDO PÉREZ GRANDE (BÚSQUEDA DE UNA EXPRESIÓN NACIONAL) Por Teodoro J. Morales

HILDEBRANDO  PÉREZ  GRANDE
(BÚSQUEDA DE UNA EXPRESIÓN NACIONAL)
Por Teodoro J. Morales

Hildebrando Pérez Grande. (Poeta, docente universitario, editor, periodista). Nació en Lima el 27 de octubre de 1941.  Profesor principal de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, dirigió el Taller de Poesía de dicha Universidad junto a Marco Martos. Fue Director de la revista de Poesía PIELAGO (1960), Codirector de la Revista HIPOCRITA LECTOR (1970). En 1978 gana el Premio de Poesía Casa de las Américas con su libro “Aguardiente y otros Cantares”. Fue Subdirector de la revista de cultura PUENTE – NIPPI (1980). Director Académico de la revista de Arte y Literatura MARTIN.


El 21 de mayo del 2013, recibió el Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti, “por la alta calidad lírica y por el intenso humanismo que conlleva su discurso poético”. Tiene publicado: “Epístola a Marcos Ana” (1963); “El sueño inevitable” (1963); “Sol, de Cuba” (1979); “Aguardiente y otros cantares”, 1ra edición La Habana – Cuba 1978.- 2da. Edición Lima, 1982.- 3ra edición Grenoble Francia 1991.- 4ta. Edición Lima 2001, bajo el título “Aguardiente for ever”.           
La crítica literaria, valorando la poesía de Hildebrando Pérez Grande, dice “Hallamos en los versos de Hildebrando Pérez la conciencia milenaria del  hombre de los Andes, tal como ha vivido en las formas poéticas folklóricas: sentido de la tierra y del paisaje, sensibilidad que se expresaba a través de delicadas menciones a elementos de la naturaleza honda solidaridad humana, comunal. Elementos naturales de tradición folklórica como la paloma, el agua, el trigo, las retamas, etc, se integraban en fragmentos que no constituían un calco, sino una recreación de formas populares como el huayno… Hildebrando Pérez, muestra una voz propia que se nutre, no solo de una sola tendencia determinada, sino de muchos afluentes (…) “no es un conceptista, es un poeta que se expresa por imágenes, y estas se encuentra nítidamente recortadas. Sus imágenes no son símbolos convencionales que poco a poco, van apagando su brillo, lexicalizándose; son referencias directas al mundo circundante” (Raúl Hernández Novas).
Hildebrando Pérez, refiriéndose al título que dio a su libro, dice “Aguardiente” obedece al homenaje cálido que ofrece a los hombres humildes del área andina, que demás del licor representa las batallas perdidas y/o ganadas por una justicia social que aún no llega”.
La poesía, es como el agua regia de la creación, o algo como el numen  que la vitaliza. Es el feliz hallazgo, de la esencia de lo que se es. Existe infinidad de caminos por los que se puede llegar a ella. Unos se adentran hacia universos de un absoluto que pocos pueden comprender; otros se maravillan con la piel, con el color y el sonido; pocos son los que asumen un  compromiso de afirmación humana. La poesía no conoce de fórmulas secretas, ni de caminos obligados para llegar a la forma. El auténtico poeta, es aquel que abre nuevos caminos para descubrir el  lenguaje que habita en cada cosa.

Vuela, Poesía vuela,
Vuela si quieres volar;
cruzaríos
pasacalles
rompemuros
 habla
por los que no pueden hablar.

Hildebrando Pérez Grande, asoma como revelación con “AGUARDIENTE” (1), libro con el que se hiso acreedor al premio de Poesía “Casa de las Américas 1978”. No es el constructor de imágenes ciegas; ni su expresión es un montón de palabras asidas al vacío. En ellas descubro la sabia versatilidad de un creador, de alguien que sabe dar ese soplo de vida a lo que hace. En su expresión, trata de reencontrar las raíces culturales de algo que se disgrega y pierde. Es una búsqueda, como necesidad urgente de consciencia. No es el simple conocimiento de un aprendizaje. Su poesía es la respuesta a interrogantes a las que siempre se le impuso silencio, y la hace hablar luego de haber descendido hasta los mismos orígenes del tiempo, desde donde se levanta dándole proyección a ese espíritu que siendo nuestro fue negado. Dice: (“La luz de todo lo perdido nos envuelve/ con el leve jazmín/ de la nostalgia. Sobre la dura corteza/ de los años, buscamos/ un amor, una palabra/ amiga, la huella de los compañeros./ La luz de todo lo perdido nos envuelve/ con su dulce brebaje/ de amargura. Bajo el húmedo polen/ de los sueños, en el frente/ del amor hay más revéses que victorias./ (No siempre la plenitud es nuestra sombra)./ La luz de todo lo perdido nos envuelve/ con la bruma postrera/ de estos tiempos. Y marchamos/ a la intemperie, cara al sol, sorteando/ halagos, emboscadas, amarillentas/ ilusiones que oscurecen el camino./ La luz de todo lo vivido nos envuelve/ como ahora y en forma victoriosa/ la invicta bandera de los pobres”). En este poema, todo está dicho: La vida, en su dura travesía con sueños y esperanzas. La vida, hay que saber hacerla  victoriosa; el poeta, bien podría decir concluyendo ese discurso: (“Y no sé si es una brisa levantisca o el devenir incontenible/ del tiempo/ de la dicha que me impulsa a decir tierra/ mía, unidad, venceremos./ (La hoguera que ilumina este rito no es más que el temple/ y la razón/ de aquellos que cayeron y aún permanecen en pie,/ cantando los designios de la historia)./  Y en un instante la palabra se desborda como un río de luz/ y bandera./ He allí nuestra heredad: engendramiento o extermino,/ teoría y praxis, realidad y/ o deseo”.- Medium).

Muchacha de las retamas,
rocío de la mañana.
Muchacha de luz serrana,
vasija de fuego y agua.

La gracia de tu mirada
muchacha cordillerana,
vuela como una campana
muchacha de las retamas.

Muchacha de porcelana,
flor encendida en el cielo.
Muchacha de las retamas
luna de almendro y olvido”. 

No todos vuelven los ojos hacia aquel espacio, donde se pierden las huellas de lo que somos; la fuerza del olvido hace que mucho de la que se es dueño se pierda, sin  tener conciencia de la importancia de aquello. Es necesario encontrarnos en esta búsqueda, para –luego- con clara consciencia de lo que somos realizarnos. El poeta, trata de reencontrarse con aquel yo que es nuestro, y con el construye una identidad. Trata de ser dueño de algo que sabe que nos pertenece. Trata de encender aquella luz en su entendimiento, para poder caminar por donde debimos de haberlo hecho siempre. Pocos realizan un trabajo dentro de una concepción como esta, preocupada por la identidad como sello que da personalidad. Casi todos se pierden en la forma y en el ritmo, de la expresión de un mundo alienado, donde pocos son dueños de una personalidad que los distinga.

Manzanita señorita y
mañana nos fugaremos,
mañana nos fugaremos
burlando a la autoridad.

Mi pueblo será tu pueblo
tus ojos serán mi luz,
tus ojos serán mi luz
como la lluvia de enero.

Lunita señoritay
sólo los dos nos amamos,
sólo los dos nos queremos
como retamas ardiendo.

Ay, china, ay, negra,
tu pueblo será mi pueblo
 no de ningún gamonal,
mi señorita, manzanitay.         

En poesía, pocos son dueños de una expresión con espíritu de autenticidad, y con personalidad. La mayoría trata de imitar, de ser semejante a otros; menos, ellos mismos. No hay independencia, ni creatividad. No dejan de ser simples remedos de fórmulas aprendidas, de giros ensayados dentro de otra filosofía y otro hábitat. Mucho de lo que se ha escrito pierde valor, por esa realidad, que  tratan de ocultar.

Un día despertarás, muchacha, a la sombra
de un eucalipto alto y transparente.
Y ya no serás.
Y ya no serás un sueño o un deseo.
Y ya no serás un sueño o un deseo sino la   
suave, ardiente
piel
que la ceniza impaciente de mis manos
adivina.

En este libro, encuentro el comienzo de algo importante que se va realizando de modo pleno; así se llega, a “Aguardiente for ever”. Hay una propuesta que se desarrolla recogiendo raíces de una expresión que vive en el pueblo; al Perú, hay que empezar a rescatarlo desde esos niveles que trasciende a nuestros orígenes. Ese absoluto, que algunos curas dogmáticos trataron de borrar; al igual que algunos políticos dogmáticos, en nuestro tiempo, tratan de vendernos lo incomprable. Todo se ha desdibujado, hasta grados que resulta verdadera afrenta a lo que somos. Es triste, por ejemplo, ver como nuestra música se ha degradado a tal punto que la desconocemos; y es que –al arte- se le ha antepuesto intereses ajenos, comerciándolo.
Hildebrando Pérez Grande, en “AGUARDIENTE”,  entrega algo más que un libro de poesía; con él, marca el comienzo de algo que asoma como expresión valedera  aún no siendo nueva, entrega toda una propuesta de vida en la palabra, como expresión nacional, diría yo.
En el libro, hay algo más que una identidad que renace; en ella, también, encuentro el alumbramiento de una esperanza,   de la afirmación de una fe, la realización de la vida en la alegría. (“Un día despertaras, muchacha, a la sombra/ de un eucalipto alto y transparente,/ Y ya no serás,/  Y ya no serás un sueño,/ Y ya no serás un sueño o un deseo,/  Y ya no serás un sueño o un deseo sino la suave, ardiente/ piel/ que la ceniza impaciente de mis manos adivina”.- (BANDERA/MARIPOSAS/NOMEOLVIDES).                   
La vida está hablando en el tiempo, y en frash back asoma la presencia de Mariategui, Heraud, De La Puente Uceda, Chang y otros; en ellos habla la historia con  hechos de vida que dieron. (“Para sembrar el amor, la luz y la rebelión,/ entre los hombres; con distinta piel,/ con otros ojos, mañana/ volveremos”- “Luis De La Puente Uceda).
El poeta con su palabra enseña que, ellos no vivieron en vano, y que ni el olvido puede borrar esa eterna presencia en nuestra memoria (“A través de mudos y sombríos/ calendarios/ surge/ la luz de tu palabra./ Sobre el antigua tapiz de la amargura/ brilla/ tu nombre derramado/ como un río hacia el mañana,/ El agua turbia del silencio/ no mezclará/ tu voz con el olvido”.- Javier Heraud). No se disfraza la verdad con palabras enrevesadas, la expresión refulge con luz que ennoblece el espíritu de quienes vivieron para dignificar la vida, y eso asoma como agua cristalina en la que se lee y llega claro el mensaje (“Pensar en la materia ausente no es historia:/ la memoria nos dice que es resplandor amado” (…) “El hombre no es una naturaleza muerta:/ el tiempo declara que vive, que construye./ Y si esta tarde sollozo a orillas de una tumba/ no es por su silencio, no, es por el mío”- Mariátegui).
En la poesía, no siempre uno se encuentra frente al despertar de una conciencia; ni en ella, uno encuentra al ser humano en la contienda de todo: No es fácil para nadie llegar a eso, ni se tiene la capacidad para ver como: (“Una muchacha/ celeste corre sobre el fósforo oxidado de la arena./ La tarde/ es un navío anclado en las alas del tiempo detenido./ Un viejo/ pescador agita los brazos como un remolino nuevo” (RETAMA – 3). Eso, es poesía…
En verdad, hay pocos que llegan a conocer,  cuando se  vence al miedo, a aquello que nos impide ser nosotros mismos. Todo habla, todo recupera (diría cobra) vida y se dignifica. Cuando se consigue eso, nace el sol,  el día alcanza significado en su naturaleza, y la vida se hace primavera (No/ hay palabra. No hay silencio./ Solo/ una retama entrecortada y grana:/ venas/ abiertas bajo la luna de setiembre./ No/ hay palabra. No hay silencio./ Sólo, arena, levadura o terciopelo acumulado” (…) “Húmeda/ hoguera que incendia/ la soledad/ que tú y yo habíamos labrado(RETAMAS – 5”).
Patria, todos tenemos una, pero, no se tiene claridad  de lo que ella significa y representa. Muchos viajan perdidos dentro de ella sin tener conciencia de nada, y todo naufraga. El poeta trae luz, en su palabra: (“arcoíris/ soñado por un niño,/ agua/ de arroz, polen de la dicha,/ barranco/ donde mi sangre se despeña,/ oh tú/ cuchillo de mis noches,/ tierra/ de mi estar contigo”.- RETAMA – 4).
Todos nacen, se echan a caminar sin tener conciencia  de porque se existe, y eso hace su desgracia. A muchos llega la luz, y con ellos se realiza el milagro de la vida. (“Mis padres me han puesto a caminar sobre la tierra/ que ya empiezo a saborear/ como una roja manzana/ que resplandece/ en las manos laboriosas del tiempo que nos ha tocado transitar” (Cantar de José Ernesto). I con ella (“Es/ el tiempo/ quien sacude las hojas/ de tu nombre en mi memoria, compañera”. (…) “Y/ en virtud/ de la lluvia que una tarde/ de marzo me legaras: ardiendo, permanezco”); es la esperanza, la que alumbra y la que está ardiendo.
Hildebrando Pérez Grande, es un poeta, cuya palabra echo raíz en el hombre mismo, y desde ahí nació y creció su verbo. ((“El  viento de Pampacocha amarra/ la greda de tu nombre a mi/ plumaje”. (…) “Y el agua corre libre, libre,/ libre sobre la tierra dura”(2).
No todos llegan al corazón de la palabra, es el reto que la vida pone a todos: ser o no ser.




NOTAS:    
(1).-  “AGUARDIENTE”, Libro de Poesía de Hildebrando Pérez Grande.  Mayo 1978i, 77 pp. Premio Casa de las Américas – 1978.  

(2).- Poema VI de la serie “Marcahuasi”. Se publicó en la p.26 de la Revista Literaria PESTAÑA MATINAL. Año I. N° 1. Lima. Responsables: Eric Placton y Martín Hurtado).