Monday, April 17, 2017

LA HISTORIA A LA QUE DIO VIDA HUAYRASUNCU (Comentario al libro "Corazón de Viento" de Dimas Arrieta) Por Teodoro J. Morales

LA HISTORIA A LA QUE DIO VIDA HUAYRASUNCU

(Comentario al libro "Corazón de Viento"de Dimas Arrieta)

Por Teodoro J. Morales



La vida a cada instante, va descubriendo nuevas realidades de existencia… es como un río misterioso, del que no deja de fluir hechos que no dejan de sorprender por las verdades que descubre. Los escritores, con ese don que tienen, y con el que nacen, recrean muchas de esas vivencias, y en cada libro que publican, al leerlos, encontramos nuevas experiencias valiosas de vida. Muchos creen que ya todo se vivió y que todo fue dicho, pero, en definitiva no es así.
Dimas Arrieta Espinoza (1) en “Corazón de Viento” (Bitácora del Explorador)”, relata la historia de vida de  Manuel Eugenio Ramírez Noblecilla a quien el cacique Cosme Chinguel llamó Huayrasuncu (Corazón de Viento), hijo de Juan Francisco Ramírez y de Mariana Noblecilla. Él, tuvo tres hermanos: Federico, Salvador y Leticia. El pueblo de origen de sus padres y de él, es  Zaruma, de donde sale a conocer el mundo, viaja a Europa, luego, va a realizar su vida en tierras de las que nunca había oído hablar, y de las que no sabía que existían.
Manuel Eugenio, era de familia de clase media. Su padre (en vida) entregó a sus hijos la herencia que les correspondía, y con ella cada uno hizo su suerte; y, Manuel Eugenio con lo que le correspondió se fue a Europa, de la que regreso sin pena ni gloria después de haber gastado lo que había recibido como herencia. Su tío Teodoro Ramírez Carrión, fue quien lo ayudo a realizar su vida, entregándole dinero para que realice ese proyecto de vida que él no pudo hacer, le dijo: “Tú vas a fundar pueblos. Vas a abrir mundos herméticos” (…)tu destino es ser reconciliador y sanador de heridas”
Esa historia, con sus hechos, se remonta a 1825. Él, sale de Zaruma, pueblo de origen de sus padres y suyo, en busca de la tierra que el destino le tenía señalado para fundar nuevos pueblos, y realiza el viaje para llegar a esas tierras  en las que debía de construir su destino, las que las encontró en un reino del mundo andino cuyo Cacique era Cosme Chinguel, tierras que comprendían Andanjo, Pundin, también Vado de Grazas y Barrios que limita con Lalaquiz. Tierras que están más allá de Pariamarca, llicta y Gualgual, incluido Pajonal Chuiquito y Sapse., y las tierras donde se asentó  a la que llamó PALAMBRA, donde estableció su molienda de caña Villaflor (los indios conocían ese lugar como Sumaqtiki = bella flor),  y donde fundó una familia con Clara Adrianzen Guerrero (ella, nació justo el día en que él llegó a estas nuevas tierras, hija de Felipe Adrianzen Guerrero y de Graciela Guerrero) con la que tuvo cinco hijos (Juan Francisco, Telésforo, Manuel Eugenio, Miguel María y Micaela), de los que murieron los tres últimos, y con Juan Francisco y Telésforo, que quedaron vivos, realizó el sueño de su vida.. Esta hacienda, lo conformó tres o hasta cuatro fundos, en la que se promovió la industria de la caña, y el negocio con el cañazo, la chancaca, las panelas y otros derivados, todo el que le dio bonanza. Esta conquista en estos reinos lo pudo hacer con el dinero que su tío le había dado, y así hizo realidad ese gran sueño. Esa es la historia, en términos generales.
Es una historia, muy significativa. En ese proyecto de vida, se expresa la voluntad de realización de vida de dos culturas: la occidental, y la andina. Manuel Eugenio, representa a la primera, el Cacique Cosme Chinguel  y el Taitay a la cultura andina. Nada fue fácil, la vida le enseño que “los indios tienen la razón, y que fueron nuestros abuelos quienes llegaron y violentaron sus mundos”; y se tiene que aceptar aquella verdad que se ocultó, que nunca fue dicha: que, los invasores vinieron y les quitaron sus tierras a los antiguos peruanos, aplicando la más despiadada estrategia, durante más de tres siglos, impusieron una “sumisión completa a estos seres humanos”; y, “mucha oscuridad y barbarie vino de Europa a estas tierras y reinos, a los que por tantísimos años gobernaron dictados desde los cielos, a lo que tenían una fe ciega, tanto que los llevó a decir ”cuando los astros nos aman no importa el poder de los hombres, ni la insolencia de quien gobierna, ni los títulos de tierras que parcializan y fragmentan los mundos, ni las religiones que crean los hombres”, Y, solo venimos a cumplir nuestros destinos”. En definitiva, la vida demanda comportamientos leales con todo lo que nos rodea. Tenemos compromisos con todo lo que nos propicia la vida misma. Depende de todo ello.” Todos los grandes aconrtecimei9ntos de nuestra civilización están ahí, en los astros. Luego de una reflexión profunda de todo lo acontecido, y que se relata en esta historia, bien podemos terminar diciendo “cómo le hemos dado la espalda a la vida”.
El día que inició el viaje para realizar su destino, Manuel Eugenio, pudo entender “cómo duele abandonar la tierra donde has nacido, tu hogar, tu familia”. No es nada fácil crearse un destino en su principio. No hay nada fácil en la vida. La vida le enseñó que, “así como te cachetea y te hace beber las lágrimas de tu propia desilusión, también te hace saborear las grandes dulzuras que la naturaleza humana ha cultivado”.
Manuel Eugenio, deja el mundo en el que nació, vivió, creció y se formó, para ingresar a otro distinto y desconocido, donde la gente tenía una religión arraigada a la tierra y con una creencia en los astros; mundo, donde  “hay ojos por todas partes. Aquí te miran los cerros. Te escucha la lluvia, te espera el viento y te cantan las aves”, aquí, “los cerros hablan, los montes escuchan, los vientos te amarran y las lluvias te ahogan”, y,  “los cerros caminan, los cerros amparan, los cerros hablan entre ellos”. Aquí, todo habla, por supuesto, sin tener la voz como los seres humanos. El mundo andino, tiene una riqueza cultural que los invasores no supieron valorar ni cuidar, por el contrario trataron de destruirla. En este mundo nuevo para él, Manuel Eugenio terminó creyendo en los indios, en sus tradiciones, en sus costumbres, en su visión de la vida y en su modo de ver el mundo” Él, aquí volvió a nacer y a levantar un ánimo y una construcción en un ser humano”. Entendió muchas cosas, aquellas que creía imposible de ser, por ejemplo comprobar que con un silbido en el mundo andino podían llamar al viento para arrear las cosechas”; y conoció del significado e importancia de muchas ceremonias, como  “los pagos a la tierra, a los aires los cariños que podemos darles”, el pago con sorbos de chicha de maíz para brindar y hacer salud con la tierra, con los cerros, con la naturaleza y con los astros”; y termino entendiendo que “la formación occidental, la que adquirió en el mismo mundo Europeo de nada le servía, y tuvo que admitir que tenía que empezar de nuevo, y la nueva realidad de vida que asumía lo obligó a interiorizarse en estos reinos. Eso, lo llevo a admitir que había vuelto a nacer, tomando consciencia de aquello. La vida le demostró que nosotros somos los analfabetos, porque ignorar esas formas tan antiguas y depuradas que los habitantes del mundo andino tenían para leer los signos”. Él, a la final tuvo que hacer a un lado toda  la cultura y costumbre que le impusieron las formas occidentales que tenía de pensar, de mirar, de apreciar el mundo y las estrellas; el Cacique Chinguel le dijo, aquí rige lo que tus ojos ven “los pájaros hablan con solo echarse a volar. Las plantas florecen y en tdoo instante nos dicen cada momento en que nos encontramos”, lo que sucede es que nosotros no sabemos leer ese lenguaje.
En esta historia, la del libro, se habla de la colonia de mujeres las Capullanas;, y por boca de Chantalá, la anciana que presidia esa comunidad,  sabemos que la primera guerrera y libertadora del yugo de los hombres a las Capullanas fue Yékuala; que, este reino se llamó Piyurha (donde moran los dioses); y contó que “Los hombres salieron a luchar por defender su región, nunca más regresaron; y que, ellas sobrevivieron a toda clase de inclemencias, intromisiones, sequias, pestes, pero resistieron y formaron la Hermandad de las Capullanas.
En más de las veces, leemos un libro y pasamos sin tomar atención a muchas cosas, y por lo mismo no desarrollamos reflexiones sobre su contenido. Eso, es fruto de que no somos conscientes de lo que debe ser una auténtica lectura de un libro. En el de Dimas Arrieta, encuentro muchos temas dignos de reflexión, por  ejemplo el de la escritura en el mundo andino: Hay que empezar por dejar en claro que,, “la escritura occidental no es la única grafía donde los seres humanos confían sus emociones, sus tristezas, las dudas, las reflexiones, sus pensamientos y también sus asombros ante sus propios descubrimientos” (…) “la pedantería de creer que solo existe la escritura alfabética y que es la única”, cuánto daño irreparables le hizo a la civilización humana, se creía que después de la escritura occidental no existía una grafía con esas potencialidades para transmitir conocimientos y sabiduría”. La pedantería occidental hizo mucho daño.
Manuel Eugenio, sentía que estaba cruzando el puente de la vida hacia otro reino, no sabía si de la oscuridad o de la luz, pero, sabía que era bueno. Luego de haber vivido lo suficiente y haber entendido lo valiosos que eran los conocimientos de la cultura andina, se preguntaba: ¿cómo hacer un pacto con los astros, con la tierra, con la lluvia, con el viento y con las aguas para vivir siempre y ser después de nuevo un verdadero Huayrasuncu? Claro, no era fácil eso. Apoenas si había asomado a ese mundo maravilloso de los antiguos peruanos. Él, y el Cacique Cosme Chinguel eran conscientes del importante papel que tenía sus vidas, ellos, decían seremos el comienzo de un verdadero descubrimiento, y en verdad lo fueron.
Luego de concluir con la lectura del libro, reviso mentalmente lo que se vivió en esa historia. Las verdades, siempre han estado ante nuestros ojos, pero, nuestro entendimiento no se atrevió a interiorizarse en ellos. Pero al fin, la vida termina por enseñarnos, que “Hay amores de los que uno no se escapa. Esos son los más fuertes, los cristalinos, los más tiernos, los que nos acompañan hasta la misma tumba, esos son los amores a la tierra donde uno nace”; y ella, al mismo tiempo, nos enseña “cómo efectivamente se descubren las cosas y como realmente se vive en paz con los demás y con uno mismo”.



NOTAS:

(1).-Dimas Arrieta Espinoza, nació en Piura (Huancabamba, El Faique) en 1964. Licenciado en Educación. Ejerce la docencia universitaria en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional Federico Villarreal. Entre las publicaciones que tiene, figuran: “Concierto de la memoria”, “Recuento de las épocas memorables”, “Orientación de las señales”; “Homenaje para una mujer soñada, “40 Coros”, Un solo canto”, “Camino a las Huaringas”, El jardín de los encantos”, entre otras obras.

(2).-“Corazón de Viento” (Bitácora del Explorador)” de Dimas Arrieta Espinoza. ARSAM. Primera edición, agosto 2014.335 pp. Formato: 14 x 22 cm

Friday, April 7, 2017

CATALINA HUANCA EN RESTOS ARQUEOLÓGICOS QUE EL TIEMPO CONSERVA (Comentario al libro "Descubrimiento de la ciudadela arqueológica “Catalina Huanca”") Por Teodoro J. Morales

CATALINA HUANCA EN RESTOS 

ARQUEOLÓGICOS  QUE EL  TIEMPO 

CONSERVA

                                          Por Teodoro J. Morales



Mucha de la riqueza cultural existente en el Perú, el tiempo, lo guardó bajo tierra; en todo su territorio, existe restos monumentales, obra del hombre andino de la época pre Inca e Inca, que aún no ha sido descubierta, una de las que asomo desde el olvido fue Macchupichu, al igual que muchas aún permanecen ocultas a lo largo y ancho de nuestro territorio.
Eleuterio Casimiro Baldeón (1), en la afición que tiene (explorador de minas) con “formación autodidacta”, recorrió casi toda la región central; él, “en esa ocupación de sus trabajos de exploración y prospección minera para la Empresa Consultora Minera “Anglo Peruana Terra S. A.”, realizados en la jurisdicción del nevado “Marairazo” (Cochas- Concepción), cerca al poblado de Macón., conoció de la riqueza natural que tiene este territorio y de los secretos que guarda, como la existencia de la ciudadela de la época pre hispánica de Catalina Huanca que se encuentra dentro de la jurisdicción de la provincia de Concepción, que permanece enmontada, no visible a los ojos de la gente, y, luego de recorrerla admitió que se trataba de un descubrimiento importante. Dice que, la ciudad perdida y abandonada por más de 400 años, en la espesura de la selva alta, se encuentra en una gran explanada, llena de inmensos árboles, que cubren toda visibilidad”.  Eso, lo dice en el libro que publica, al cual titula Descubrimiento de la ciudadela arqueológica “Catalina Huanca (2).
El autor del libro, reconoce que, el “lugar donde se encuentra la ciudadela arqueológica, no era desconocida para los pobladores de la zona”; y que la ubicación de ella, “fue una coincidencia con el trabajo de exploración minera que realiza”; por lo mismo, no se trata de un descubrimiento; el mérito de Eleuterio Casimiro es, dar a conocer la existencia de ella, y su preocupación a que se proceda al “reconocimiento, delimitación y declaración, como patrimonio cultural”.
Luego de haber leído el libro, puedo decir, es una crónica de viajero, en el que se registra y se da cuenta los hallazgos que encontró en el recorrido que hizo por la región en su trabajo como explorador minero, que se inicia en 1974; el que le permitió conocer lugares, que son de verdadera atracción turística: Por ejemplo, La “Piedra Escrita”, que se encuentra  al “cruzar el tramo del abra por el cerro Utculazo y cerro Punto. Es, según indica una inmensa roca con inscripciones, jeroglíficos, que, el Ing. Joseph W. Smith, en fotografías, llevó a los Estadios Unidos para ser descifrados por especialistas, para conocer lo que expresa su contenido. Casimiro, dice que: cuando Smith regresó, se supo que esos jeroglíficos “contienen datos de muchísimo valor para el Perú, y para la historia nacional”; y que, “con esos datos conocieron la existencia de varias minas de oro, plata y tesoros escondidos”. No dice más.  
También habla de “Plaza Azul”, del que dice, es un lugar casi sagrado, que servía a Catalina Huanca como lugar donde realizaba sus meditaciones; y. lo más importante que encontró en ese recorrido de trabajo que realiza, es la ciudadela arqueológica de Catalina Huanca.
Esa ciudadela según dice, y se visualiza en las fotos que publica en el libro, se encuentra cubierta por la espesura de la selva, por lo mismo, ella, se encuentra casi bajo tierra, siendo necesario realizar trabajos de limpieza para conocer su real importancia; el autor del libro, precisa que se “encontró muchas construcciones de piedra” muy antiguas y rústicas, cuyo abandono es de muchos años.
En conclusión, el libro, es un diario de viajero, en el que se registra y se da cuenta un trabajo que se realiza; como dice Gustavo Solís Fonseca, “trata de exploración de yacimientos mineros”, en la zona central del Perú.
Visto desde esa verdad de contenido, el título que se da al libro es demasiado pretensioso. Luego de leer el libro, uno llega a conclusiones, como aquella que se indica en el prólogo del libro,  que el abandono de las minas en el Perú en el tiempo de existencia  que tiene nuestro país, se debe “no a la pobreza o el agotamiento de los yacimientos”, sino “más bien las crisis traumáticas de las sociedades de la zona de todos los tiempos parecieran explicar”, aquello; y que, los hechos traumáticos que afectaron la explotación minera, se dieron en tres momentos: El primero, con “la conquista incaica de la zona central, que genero una gran crisis que desarticula la actividad económica de la época causando el abandono de minas que estuvieron en producción”; el segundo, con “la conquista española del Tahuantinsuyo, que desarticula toda la organización existente para la explotación minera”; y, el tercero, la Independencia del Perú que deja de lado, o le da poca importancia a la explotación de yacimientos mineros”; y, el tema del denominado descubrimiento de la ciudadela “Catalina Huanca”, es, consecuencia de lo que se encontró y conoció en esos viajes de trabajo; por lo mismo, lo referente al registro de información sobre explotación de yacimientos mineros en la zona central del Perú debió de tratarse independiente; y lo atinente a la localización de la ciudadela Catalina Huanca, como tema específico, debió tratarse de manera independiente, y no de manera referencial,  fundado en información de fuentes documentales que permitan esclarecer el lecho histórico, y no quedar como dice el autor del libro en una simple información del “descubrimiento de la ciudadela”.


NOTAS:
(1).- Eleuterio Paulino Casimiro Baldeón nació en Tarma (Carhuacatac) el 26 de Mayo de 1947. Hijo de Emilio Casimiro Rosario, y de Isidora Baldeón Espinoza. Sus estudios primarios los hizo en la E.E. N° 522 en Magdalena del mar. Luego hizo estudios a distancia, sin culminar. Contrajo matrimonio con Rosa Sabina Alcocer Salazar. Tiene cuatro hijos (Juan José, Benita Isidora, Freddy Antonio y José Luis Casimiro Alcoser).

(2).- “Descubrimiento de la ciudadela arqueológica “Catalina Huanca”.; Tomo I, 153 pp. Primera edición, marzo 2017. Impreso en los Talleres de “Precisa Estudio de Diseño S.R.L. Huancayo. Prólogo: Gustavo Solís Fonseca. Formato: 15 x20.5 cm.


Sunday, April 2, 2017

CARLOS ORIHUELA CON “VALLE DE ENTONCES” INGRESA A LA NARRACIÓN (Por Teodoro J.Morales)

CARLOS ORIHUELA CON “VALLE DE 

ENTONCES” INGRESA

A LA NARRACIÓN

Por Teodoro J.Morales




En uno de sus viajes, a Tarma, Carlos Orihuela (1), en una Tertulia tenida en la Casa de la Cultura, anunciaba, la publicación del libro, el título era “El Cabezuela y otros Relatos”; esa obra, finalmente fue impresa con el título ”Valle de Entonces” (2).
Los tarmeños conocemos a Carlos, como poeta, así lo presentan sus libros y plaquetas que publicó: “Dimensión de la Palabra” (1974); “A Ras del Tiempo” (Plaqueta – 1977); “Abordar la Bestia” (1986), “Nube Gris” “(2001); claro, eso, en modo alguno, impedía a que ingrese al trabajo narrativo.
Es cierto, no es común que un escritor sea poeta y narrador al mismo tiempo, con la misma calidad, en ambos géneros; pero, en Tarma, tenemos casos como el de Eleodoro Vargas Vicuña, fue un escritor excepciones tanto en la poesía como en la narración, haciéndose merecedor al Premio Nacional de Poesía Fomento a la Cultura “José Santos Chocano” (1959) con “Zora, Imagen de Poesía”; y, al Premio Nacional de Novela Fomento a la Cultura “Ricardo Palma” (1964) con “Taita Cristo”. Eleodoro, trabajó con la misma maestría ambos géneros; igual, Andrés Mendizábal Suárez, trabaja la Poesía y la narración con igual acierto, quien, se hizo merecedor al Premio Nacional de Literatura Infantil con “El Colibrí Tornasol y sus Amigos”, y/a premios por su trabajo en poesía; y de seguro, si revisáramos detenidamente la obra de los escritores que se tiene en el país, sumariamos a los anteriores, muchos otros nombres.
Luego de un preámbulo, como el que antecede, que sirve de marco a lo que viene, diré: “Valle de Entonces”: son catorce relatos, en los que ─el autor─ recrea momentos vivenciales que tuvo en Tarma, en la etapa de su adolescencia.
Luego de leer el libro: siento, volver a reencontrarme con momentos que fueron y con emociones que tuvimos en uno u otro momento de nuestras vidas, con aquellas locuras muy propias de un niño y un adolescente, en etapa de estudiante, en la que fuimos actores de hechos similares a las historias que se relatan y están en este libro; en esa etapa de heroicidad que tuvimos, los días se atiborraban de sueños fantasiosos y románticos. muchos de los cuales, corrido los años, se ven realizados en la literatura. .
El Tiempo del Trompo: es toda una estampa de uno de los juegos que tuvimos en aquella etapa de nuestra niñez, en el que: los juegos llenaban de ilusiones nuestras vidas. Carlos Orihuela, describe aquel momento, que devuelve a nuestros recuerdos hechos vivenciales que ya íbamos olvidando, y nos vuelve a hacer vivir aquellos momentos en el que un niño trata de “someter al escurridizo juguete, obligarlo, como a una mascota, a maromas, a impensadas acrobacias”.
Esos hechos, devuelve a la memoria de Carlos, a: Chicle Arenas, Chato Altman, Tuta Andrade, y, Caballito Espinoza; que tiempos los de entonces, en los que había que saber de “los secretos del cordel, los movimientos de las manos, los desplazamientos del cuerpo, la cabeza y los dedos”; así como, saber reconocer las ventajas del terreno “declives, depresiones, efectos de la arena, el polvo y las piedras”; o conocer de “diseños, defectos y materiales” de un trompo (mucho tiene que ver –en ese juego- conocer de los secretos en el lanzamiento, la preparación de cordeles, y las técnicas en el arreo); y que decir, las reglas que se observa en aquel juego.
Carlos Orihuela, nos devuelve a tiempos que fueron, para hacerlo, no deja de lado el lenguaje y la terminología propia que tiene ese juego: “Chantar”, “Arreador”, “cocina”, “mancas”, “cushpis” o “cahua”; no inventa nada, devuelve a la vida hechos que vivió y vivimos, y las inmortaliza en su palabra.
El jugador –en ese juego- tiene que demostrar sus habilidades, su originalidad; controlar el trompo sobre las más escarpadas superficies: las manos, los dedos, los hombros, la mandíbula, la cabeza y hasta la nariz y la espalda; sacarle zumbidos espaciales, chillidos de violín o pájaros, vibraciones de ametralladora o redobles de tambor; hacerle dar saltitos de gallos de pelea o brincos de boxeador; hacerle dibujar ochos, caracoles, zigzags o líneas serpenteadas, en fin, todo lo imposible para un público siempre insatisfecho. Hay que haber vivido todo eso, para recrear con maestría aquellos momentos que desataba pasiones colectivas. Hay que haber sentido esas emociones, propias de una etapa de heroicidad, vividas en nuestra niñez, para hablar o escribir de la manera que lo hace Carlos, y él lo vivió; tanto que confiesa confidencialmente: “No pretendíamos hacernos campeones, luchábamos sólo por atenuar la marginalidad. Por mantenernos dentro de ese mundo al que sentíamos pertenecer”.
Los relatos de “Valle de Entonces” fueron escritos no solo con la intención de recrear momentos que se vivieron, para que no mueran nunca; hay algo más: ellos encierran mensajes de verdadera formación social; por ejemplo, en El Cabezuela, relata la historia de un personaje que no falta en toda Institución Educativa, aquel estudiante díscolo que rompe todos los esquemas establecidos y no respeta ninguna norma, para él que no existe valores que sujete su conducta, que lo lleva a hacer de las suyas y/a imponer su modo de ser y sus caprichos, haciendo leña de todo aquel que se le opone como obstáculo en su camino… “nadie podía con él en la sección, que, se paseaba hasta sobre los profes”. Este limeño “vino a cambiar la vida de la promoción donde todos nos conocíamos desde la primaria”. Carlos Orihuela, en este relato, cuenta lo que sucedía a los profesores que osaban ponerle un cero, a esos, el cabezuela, los buscaba el viernes por la noche en la chingana después del fulbito, lugar que frecuentaban, donde “ (…) “después de cuatro cervezas (que se tomaba) se hacía el borracho y les conectaba un par de derechazos y los mandaba a dormir y nadie podía quejarse porque no podían correr a la comisaria diciendo que uno de sus alumnos los había masacrado en un bar”.
El cabezuela, en el relato, en menos de dos meses, había impuesto su ley; arrasó con todo y con todos “en especial con los más recios los de la selección de fútbol”; y, los más pintados (“Toro Quintana”, “Goliat Rimari”, “Cholo Valentín”, “Alacrán Díaz”) cayeron uno a uno. Los había esclavizado en un dos por tres en su propia casa, sujetándolos a sus caprichos; había empezado por los más débiles, y termino con los más pintados; así fue, uno a uno, los sojuzgó; cuando creía haber terminado con todos, que no quedaba nadie que le pudiera hacer sombra; uno, a quien no tomo en cuenta, al final de la historia, puso término a aquello; ese personaje que pasó inadvertido, dice “nos tocaba el turno alguna vez nos llega y demora en regresar si la desaprovechas”. Así como el cabezuela había estructurado su plan para avasallarlos, aquel, le preparó lo suyo, “había que mandarlo al infierno madrugarlo darle de su propia medicina tú lo sabes a maldito maldito y medio ¿o no te has dado cuenta? El mensaje, es claro: No hay que dejarse avasallar por nadie, y si se da ese peligro hay que luchar para no perder esa libertad a la que tiene derecho toda persona; y en, el Partido Final, habla de esas tardes deportivas, en las que se defiende los colores de un Colegio; en este relato, el tripita Pérez, es el que hacía las tardes con sus goles, con su juego, con su picardía; “hacía goles de media cancha, de caracol, de pescadito, se desbordaba por las alas, avanzaba indetenible, como una centella, barría a la defensa, penetraba al área chica, y sus golazos eran una explosión en el pecho. Era un genio en el campo de juego “sus quiebres, sus bajaditas de pecho, sus colocaditas de taco, sus cañonazos al rincón de las animas”. Era la pieza imprescindible del equipo. En esa emoción juvenil, en el que con cariño defienden los colores de su equipo, en   los que se suda la camiseta para alcanzar el triunfo y la gloria. Este relato, si bien habla de esos momentos de efervescencia juvenil en el que se desbordan emociones, enseña que esa juventud en medio de todo aquello, va formándose y alcanza la madurez, y entiende que no debe condicionarse el triunfo a un jugador sino actuarse en función al equipo, no importando la ausencia de un jugador por más bueno que sea; y en el caso de El Parido Final, los alumnos llegan a entender que la falta de Tripita Pérez no debía de ser determinante, que, “los partidos se jugaban dentro y fuera de la cancha antes y durante el juego”, y, ese día, en el que se jugaba el desempate, la clasificación”, en el campo estaba su equipo y ellos estaban ahí para alentarlo; y cuando se invitó a salir a los equipos, se levantaron “enfurecidos, nadie grito el nombre de tripita, no nos importaba ya su ausencia, esperábamos a nuestro equipo, nos sobraba rabia para aplastar a cualquiera, coreábamos el nombre de nuestro colegio, sólo de nuestro colegio, puestos de pie”; así crece y madura la juventud, así, encuentra su camino, con entereza y pundonor conquistan la gloria, peleando con lealtad, con esfuerzo, con ese cariño que los identifica a aquello que consideran suyo y se deben.
Este relato, nos devuelve a momentos de cuando fuimos estudiantes de las aulas, de profesores y de compañeros que se tuvo.
¡Pasó Linorio!.- Es un relato, en el que se devuelve a la vida a un personaje casi irreal: un ilusionista que se avecindó en Tarma, dueño de mil suertes. Tenía una tienda en la esquina de las calles Lima y Pasco, Carlos Orihuela, lo describe con realismo, tanto que, nos encontramos frente a esa persona que fue “de aspecto foráneo, de  edad indefinida, como si siempre hubiera existido al borde de la vejez, “alto, huesudo, de piel clara y amarillenta, canoso, cuerpo enjuto y movimientos medidos”; habla del medio en el que movía su actividad diaria, en el que se le conoció “una cueva estrecha e irrespirable, atiborrada de libros viejos, revistas apolilladas, trastos menudos, oxidados, mohosos, mutilados y desportillados; lúgubre de día e iluminada por las noches por un foco mortecino”; en el que grandes y chicos encontraban “hasta lo inimaginable” (…) “tesoros baratos que podían despertar la envidia en el colegio y el barrio”. Linorio, a más de vendedor, era un ilusionista que ganó prestigio con sus actuaciones; en sus presentaciones “vestido de un brioso pero agonizante smoking y un gastado sombrero de copa, creaba ilusiones tantas, desconcertantes algunas… Carlos, recuerda, “el espectáculo deprimente y sobrecogedor” de su velorio”, el que lo “persiguió por muchos años, incluso en su adolescencia cuando enfrentaba sus primeras experiencias de independencia y soledad”.
Linorio, así como llegó, se esfumo luego de su muerte con el correr de los años; Carlos Orihuela, hasta cuando abandono su niñez y se vio forzado a la renuncia de la fantasía, la seducción de la magia y las travesuras callejeras, no lo olvido; pero el resto, lo olvido; al igual que, se olvidó aquello de “Lino…Lino…Linorio”, palabras con las que se acostumbraba conjurar reveses, o alguna maldición que se cruzaba por nuestro camino amenazando nuestra tranquilidad.
El Gringo Fierrero, es otro personaje. Un gringo, inmigrante yugoslavo; llegó a Tarma, como “uno de esos fantasmas rubios, bastante más pobre y triste, que con cierta frecuencia interrumpían nuestra rutina provinciana” y se estableció en nuestra ciudad, sentando sus reales en ella. El gringo, auscultaba “con afanes de sabueso y voracidad de gallinazo, entre los basureros y depósitos de chatarra, de los que coleccionaba fierros oxidados y partes inservibles de maquinarias y carros abandonados que luego se los llevaba en costales”. Un domingo, en la feria dominical, se le encontró como negociante, “había ampliado su vocación de simple colector de cachivaches a la de vendedor ambulante”, y se ganó “el reconocimiento de ciudadano honorario, contribuyente a la limpieza pública y fundador de una línea comercial de suprema utilidad”; y luego, de un duro bregar, construyó su vivienda en una de las cimas más elevadas del cerro de la Cruz de Año Nuevo. Más tarde se contó historias que corrieron, a las que muchos dieron pábulo, las que así como nacieron terminaron esfumándose.
Lo cierto es que, este enigmático forastero, que llegó casi como un extraterrestre, se había insertado, a fuerza de trabajo, tenacidad y desconcertante extravagancia, en la médula misma de la comunidad hasta convertirse en un ciudadano ejemplar.
Carlos Orihuela, en Valle de Entonces, recrea momentos que fueron, por eso, el título que le dio: recuerda hechos que se fijaron en su memoria, y que esperaban ser inmortalizadas en la palabra.- La realidad de vida que da origen a los relatos del libro, habla de Tarma; de seguro, muchos tarmeños, se encontraran viviendo en él, con las mismas emociones de entonces; no se trata de simples relatos escritos para llenar un entretenimiento,  nada de eso, todo aquello tiene una significación más honda.
En verdad: hay muchos hechos de vida, que –los escritores y artistas-no deberíamos dejar que mueran; deberíamos hacer que no exista tiempo, y que la eternidad sea en ellos; por qué, en esas vivencias esta lo que somos: nuestra identidad, nuestra tierra, nuestra familia, nuestro futuro.- Luego de la lectura de este libro, en verdad, uno sale reconfortado. Tarma, está viviendo en él; y con vivencias nuestras, enseña que: solo haciendo caminar a nuestras  inquietudes, aquellas dejaran de ser sueños y se convertirán en realidades que llenaran de emoción nuestras vidas, como este libro, que Carlos Orihuela pone en nuestras manos.



NOTAS:

(1).- Carlos L. Orihuela Espinoza.- Poeta, narrador, crítico literario y profesor universitario. Nació en la ciudad de Tarma (Perú) el 18 de agosto de 1948. Hijo de Enrique Orihuela Amaya y Eva Espinoza. Estudió primaria y secundaria en el Colegio San Vicente de Paúl, concluyendo su secundaria en el Colegio San Ramón de Tarma. Luego estudió en el Instituto Pedagógico Nacional de Lima, y   en la Universidad Nacional de San Marcos donde obtuvo el grado de Licenciado en Literatura; Maestría y Doctorado por la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos). Realizó estudios de postgrado en Literatura Española y linguistica en Madrid (España).


(2).- “Valle de Entonces” de Carlos L. Orihuela, 182 pp. Primera edición: Lima, 2012. Hipocampo Editores. La portada es un diseño del escultor Edmer Montes, en el cual se incluye la recreación de un óleo de José Espinoza Oscanoa realizada por Carlos L. Espinoza.