Sunday, September 13, 2015

MARCIA MORALES MONTESINOS: LA VERDAD DE LA BELLEZA MÁS ALLÁ DE LA PALABRA (Por Teodoro J. Morales de la Cruz)

MARCIA MORALES MONTESINOS:
LA VERDAD DE LA BELLEZA MÁS ALLÁ DE LA  PALABRA

Por Teodoro J. Morales de la Cruz

Marcia Ivette Morales Montesinos, nació en Lima el 06 de Febrero de 1984, pero, vivió en la ciudad de Tarma. Hija de Teodoro J. Morales de la Cruz y Daría Montesinos Blanco. Estudió la Primaria en el Colegio Estatal Nuestra Señora de Fátima; y la Secundaria, en la I. E. “Ángela Moreno de Gálvez” de Tarma.
En la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, estudió Ciencias Biológicas, licenciándose como bióloga con la tesis “Revisión taxonómica de los asteroideos del mar peruano”. Luego, su vocación, la llevó a estudiar  literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal.    
Es integrante de la Casa de la Cultura de Tarma y de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) – Filial Tarma.
Ella, empieza a escribir poemas, desde cuando tenía nueve años de edad. Se formó en los Talleres de Creatividad de la Casa de la Cultura de Tarma. Sus primeros poemas fueron publicados en “La Voz de Tarma” en el año de 1993.
Textos poéticos suyos, se han publicado en Manantial (Órgano de Expresión de la Casa de la Cultura de Tarma)[1], en “Plumilla” (Órgano Cultural de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) – Filial Tarma[2], en “Brisas Poéticas Modernas” (Antología)[3], en “Tarma Literaria” de Karl R. Bernard[4], en “Desde el Recuerdo” (In memorial), publicado por la Casa de la Cultura de Tarma, publica el poema “Eternidad”.
Ella, empezó a escribir poesía, desde cuando tenía nueve años de edad, sin embargo, espero convencerse a sí misma que lo que escribía tenía mérito, para decidirse a publicar un libro, y lo hizo. Eso por sí solo, dice mucho. Ella decidió tomar este camino, y aquí lo tenemos.
El año 2015, en su carrera de escritora, marca un hito importante: fue finalista en el “I Concurso de microrrelatos steampunk y otros retrofuturismos”; publica su primer libro de poesía “Noctem Aeternus. Inconclusiones vertidas en noches de insomnio”, la revista “La Voz de la H”[5] publica su cuento “La procesión de los gatos; “La Voz de Tarma” publica su ensayo “El misterio de los gigantes en la cultura andina”[6].


En el libro de poesía “Noctem Aeternus. Inconclusiones vertidas en noches de insomnio”, aborda un tema considerado tabú, la muerte; por desconocimiento de lo que realmente es y representa, pocos se atrevieron hablar de ella. No todos tienen la valentía de verla de frente, para entender el hondo misterio que entraña. En el Perú —en poesía— Marcia Morales  Montesinos quizá, es  la primera que ingresa a develarla de una manera fría, cerebral, lejos de una visión romántica. Ella, dice “Estas son mis inconclusiones vertidas en noches de insomnio y locura (…) Todo lo aquí vertido representa una parte de lo que actualmente soy y tal vez, mucho de la que ya no”.
Carlos Carrillo, en el prólogo que escribe para el libro, indica:

Desde la imagen de la carátula, esa pintura de Hans Baldung Grieg, Death and de Maiden, nos sumergimos en una vorágine de letanías de alabanza al dolor, a la incomprensión, a la desesperanza, para finalmente sucumbir al llamado de la Dama de Negro que nos espera al final del túnel oscuro del laberinto caótico: “y Tanatos me encontró, me  miró, me habló y me brindó su frío abrazo” (XLII). A través de la poesía, la muerte adquiere una cariz seductor y embriagante, haciéndonos desear “dormir el sueño de la eternidad” (XXXVI). Y la Musa de Marcia no es otro que la misma Dama de Negro.

Es posible que todo lo que se ha escrito, sobre la muerte: sea nada; por lo mismo, definir el universo poético del libro de Marcia Morales no será fácil para muchos. Hay que leer el libro, y al hacerlo hay que poner algo de lo que uno entiende del tema, para comprender lo que digo.

La lluvia golpea mi ventana,
es una llamada,
una invitación a salir,
a danzar entre las gotas…
entre esas gotas de efímera felicidad,
gotas que acarician mi faz desprolija,
gotas que no temen hablarme al oído y contarme los
secretos del firmamento,
gotas que mañana se avaporaran y yo…
volveré a mi soledad (XVII).

Luego de leer el libro, puedo decir: casi todos los poetas —que escribieron sobre el tema— se quedaron en una visión superficial de la muerte, nadie se  atrevió a ingresar a las profundidades de ese universo, para entender lo que realmente representa. Antonio Machado decía “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”. Formulaciones como esa se dieron, y se darán de seguro; o discursos como el de Jorge Manrique, en sus “Coplas por la muerte de su padre”

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
como se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Uno puede leer a William Shakespeare, Francisco de Quevedo, Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Dario, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, y todos los que escribieron sobre el tema; y vera que ninguno ingreso a esos dominios de la muerte, y por lo mismo, no pudieron escribir sobre ella en una dimensión mayor, del que intuyeron. Claro, parece imposible hacerse eso; pero se olvidan que —para un poeta— no hay impedimentos para nada.
Los poetas, mayormente loan a la mujer de carne y hueso, a la que convierten en entelequia de su expresión, y ante ese embrujo, lloran las desgracias que la vida da, quedándose en esas miserias, que cantan envuelta en  concupiscencia vana, las que glorifican.
El libro es sabio en su planteamiento, empieza con este poema:

Sé que no existe nada más aberrante que una vida sin suenos…
y ¡no soñe!        
sé que mis ojos no fueron concebidos para el llanto…
y ¡lloré!
sé que la vida debe engendrar vida…
y ¡me asesiné!
sé que no todo tiene porque ser una cuestión…
pero coloque signos de interrogación en cada palabra que aprendí.

Viviendo sin vida
sabiendo y no siendo
deambulando inerte por esta prisión llamada mundo (I).

Y cierra el libro, con el siguiente:

Todas las historias siempre terminan con un final feliz
porque el final siempre es el mismo…
LA MUERTE (LX).

El libro, trae sesenta poemas: es, un todo. Habla de la muerte, tema del que pocos se atreven abordar. Se trata no de un tema trillado, de esos a los que nos tienen  acostumbrado.
En el estilo, hay una expresión limpia en el  lenguaje,  depura la expresión de tal manera que, cada palabra que usa tiene una función precisa dentro de ese concierto mayor que lo envuelve. Igual, maneja una síntesis bien lograda. En cuanto al tema: al hablar de la muerte, rasga aquel velo que impedía a que se la conozca en su real imagen y naturaleza. No hay un capricho exprofeso, ni ensalza una quimera. Mira de frente a la muerte como algo natural, aquello  que llegara a todos a la hora debida.
Marcia Morales, como lectora impenitente amante de la cultura, el arte y la ciencia, supo robarle secretos y misterios a la muerte, la desnuda y la exhibe de manera fría y calculada. Su palabra no llora sobre despojos, ni se burla (de ella) en modo alguno, no hay sarcasmo en el discurso. Su palabra apacible discurre con una fluidez plástica, que gana al lector llevándolo a desarrollar reflexiones y razonamientos que van más allá de esa lógica que todos manejan en sus actos de vida, cada día. Ella, se atreve a ir más allá de todo espacio y tiempo. Dice:

Hoy mis alas terminaron de crecer,
hoy levanté vuelo,
hoy abandoné el mundo real,
hoy me interné en la utopía del sueño eterno”(XXII).

Para el que vive afincado a esa concepción de existencia que impuso el sistema en las enseñanzas diarias que se da en casa y en  el colegio, la visión que desarrolla y descubre el libro de Marcia Morales, resultara extraña para muchos, y hasta quizá demencial. Puedo decir, los que se atrevieron romper esos cercos que se tendieron a nuestras vidas, siempre llevaron a realizaciones mayores de las que se tuvo, así lo prueba la historia; por lo mismo, nadie debe tener temor a ese “que dirán”, eso, poco importa.

Después de conocer la belleza de la noche infinita,
después de sufrir el dolor de la vida,
después de descubrir el placer de la muerte,
después de experimentar la armonía de las tinieblas,
después de todo me encontré tras las puertas de este
infierno eterno (IX).

Ella, se atreve a abrir las puertas de esa mansión, ingresa a ella, la recorre y termina hastiándose de todo

Huiste del mundo de las tinieblas,
te internaste en mi mundo infraterrenal,
llenaste de oscuridad todo lo corrompido por la luz,
emanaste armonía entre mi caos,
trasmutaste las letanías en melodías
y al final…
al final de todo
mataste mi cuerpo
para que renaciera mi alma” (V).

Es la eterna lucha que todos tienen, de la que no han tomado consciencia, simplemente la viven:

Dibujando incongruencias en mi habitación,
paseando por senderos de la sin razón,
bailando al compás de la absurda letanía de la vida,
buscando oscuridad para guiar mi camino entre tanta luz,
exigiendo algo de determinación a esta entidad pusilánime que soy yo,
determinación para ponerse de pie y retirarme al lugar del que nunca debí salir…
LA NADA(XXXIV).

Marcia Morales dice:

Le pedí a la vida ser escuchada
y me negó sus oídos.
Le pedí al destino ser cobijada
y me negó sus brazos.
Le pedí a la locura la felicidad de la enajenación
y me negó su sin-razón.
Hoy…
le pido a la muerte seguir con vida
y espero me la niegue”(XXIV).

Para muchos esto es una locura. De eso se trata precisamente, de romper esquemas mentales pre-establecidos, de liberar al hombre de aquello que lo tuvo embrutecido.

Dónde está la sabiduría,
dónde la verdad,
aquello llamado vida es tan efímero,
la razón mezclada con lo absurdo,
el sentido… ¿Cuál es el sentido de esto?,
arrodillada y rezando a la nada,
idiota en realidad,
llegar a saber algo, imposible en verdad,
esa es la única certeza,
la imposibilidad del conocimiento de algo”(XLV).

Hay un reto a todo lo posible; y de todo ello, surge su verdad: la que luego de seguro, será la de muchos otros.
En Tarma, y en la región Junín, no tenemos un poeta que se haya acercado al tema de la muerte; al parecer, todos lo rehuyeron, por ese temor que siempre se tuvo de ella. Todos los que escribieron sobre ella, se  refieren,  en una dimensión que queda en una simple referencia, pero, nadie ingreso a desarrollar un discurso poético en esa aparente sin razón que la envuelve. Para concluir, bien podemos hacerlo con este poema del libro de Marcia Morales:

Y ¿cuál es la diferencia entre…
amar y odiar,
ser y no ser,
vivir y morir,
saber o ignorar?
hitos inexistentes,
la nada y el todo compartiendo el mismo cuerpo,
lo lógico y lo absurdo develando su única identidad”(LVI).








[1] Año II. Nº 005. Tarma, Enero y Febrero 2006, pp. 10 a 12.
[2] Año 2, Nº 2 – 2001.
[3] 8ª Edición de los EE. UU. (1994).
[4] 3ra. Edición – 1996, p.34, Hollister, USA. En el 2014.
[5] Agosto 2015 Nº1.
[6] Nº 513-III (conclusión), edición del 30 Abril 2015, pp. 11 y 12; y Nº 514-III, edición del 15 Mayo 2015, pp. 11, 12 y 13.