Tuesday, July 4, 2017

MARÍA EMILIA CORNEJO: EL DESPERTAR Y APRENDIZAJE DE LA VIDA (Por Teodoro J. Morales)

MARÍA EMILIA CORNEJO: EL DESPERTAR

 Y

APRENDIZAJE DE LA VIDA

Por Teodoro J. Morales


Nació en Lima en 1949, y murió en setiembre de 1972, producto de una sobredosis de pastillas. Se dice que, se había casado con Oswaldo Márquez. Tenía 23 años, cuando inicia su viaje a la eternidad. El  libro “En la Mitad del Camino Recorrido” (1989), poemario póstumo, publicado 17 años después de su muerte, reúne 31 poemas divididos en cinco secuencias.
Ella, en 1970, de manera confesional, se refiere a su inquietud que marcaría el camino de su vida: “Escribo desde temprana edad, con breves y largas interrupciones. A mi estancia en tierras mexicanas debo el haber empezado a escribir más o menos disciplinadamente. Actualmente trabajo y trato de estudiar un poco en la Universidad, aunque sé que terminaré siendo siempre autodidacta” (María Emilia Cornejo: El Sinóptico de la Poesía del 70” – Armando Arteaga).
Ella, estudió Literatura en la Universidad de San Marcos, y, participó en el Taller de Poesía dirigido por Hildebrando Pérez Grande y Marco Martos.  El primero de ellos, refiriéndose a ella, dice “Una tarde llegó María Emilia Cornejo, envuelta en el humo de su eterno cigarrillo, un poncho inquietante para resguardarse del frío y la soledad y ese aire sospechoso de no saber hacer con su vida”;  entretanto que el segundo, recuerda “vino al Taller de poesía de San Marcos, se formó acá”.
Los primeros poemas de María Emilia Cornejo, según se sabe, fueron publicados en 1970 en la revista “Gesta”; Isaac Rupay, en 1973, publica los poemas emblemáticos que la inmortaliza (“Soy la muchacha mala de la historia”, “Como tú lo estableciste” y “Tímida y avergonzada”), en la revista literaria “Eros”.
No hay que ser mezquino, sea cual fuera la verdad. “Ella se atrevió a presentar una voz femenina como yo poético que desnuda su pudor y condición de mujer para plasmar las contradicciones entre la vivencia del cuerpo y las consecuencias de sentir, amar y sufrir por ser el complemento del varón y ser ella misma”; al parecer, luego de su muerte, intereses ajenos al suyo como escritora y  ajenos al real  contexto de su expresión, la enrumban como “la iniciadora de la nueva corriente del erotismo de la poesía en el Perú”; Marco Martos, al margen de ciegos pasionismos  e intereses, ubica la expresión de María Emilia Cornejo en lo que realmente corresponde, dice “ella abre una ventana a lo desconocido, yo no sé por qué le dicen “poeta erótica”, yo creo, que el erotismo aparece en su poesía, no es el rasgo principal, el rasgo principal es la categoría mujer, que ella reclama” (Marco Martos: “La Poesía nunca me ha defraudado, es mi manera de estar en el mundo” de Juliane Angeles) - (1)
María Emilia Cornejo, dice: (“hubiéramos querido tener en nuestras manos / la eternidad de nuestras vidas”). En verdad, no sabía que había nacido con ella. Tuvo que morir, para que esa verdad hablase por si sola.
Al parecer, la vida no le fue fácil; dentro de ella, se debatía dilemas y conflictos … “miedos milenarios por salir”. Todos tenemos, en nuestras vidas, que enfrentarnos a realidades difíciles para realizar el proyecto de vida que nos proponemos hacer hablar. Ella, tuvo que vivir, enfrentarse a todo, sufrir hasta hacer sangrar su vida, para escribir sobre ella. Solo así pudo entender muchas cosas, llegar a la verdad que se le negaba conocer: (“sólo ahora / cuando me siento en la mitad de todos mis caminos / atada a frases hechas / a cosas que se hacen por  haberlas aprendido / como se aprende una lección de historia, / puedo pensar / que de nada sirvieron los consejos / ni las interminables conversaciones con tu madre, / y esas largas horas de mi vida / perdidas / en aprendizajes extraños / sobre pesas y medidas, / colores / y / sabores / y / en el vano intento de ir tras el sol / tras el vuelo de los pájaros, / de repente quiero acabar / con mi baño de todas las mañanas, / con el café pasado, / con mi agenda cuidadosamente estructurada / de citas y visitas / a las que asisto puntualmente; / pero es tarde / hace frío / y estoy sola”).
La verdad estuvo en ella, adherida como un vestido a su vida, como algo inseparable que era su verdad a todo. Eso no lo sabía. Ella, se abre en su expresión, al hacerlo, hace sangrar su vida, la desgarra de tal manera, enfrentándola a esa formación conservadora de sus contemporáneos; desnuda su alma, exhibe lo que era considerado pecaminoso; y fue descubriendo a la vida, como conocimiento en un libro: (“tímida y avergonzada / dejé que quitaras lentamente mis vestidos, / desnuda / sin saber que hacer y muerta de frío / me acomodé entre tus piernas / ¿es la primera vez? / preguntaste, / sólo pude llorar. / oí que me decías que todo iba  a salir bien / que no me preocupara, / yo recordaba las largas discusiones de mis padres, / el desesperado llanto de mi madre / y su voz diciéndome: / “nunca confíes en los hombres”. --- “Comprendiste mi dolor / y con infinita ternura / cubriste mi cuerpo con tu cuerpo, / tienes que abrir las piernas, murmuraste, / y yo me sentí torpe y desolada”).
Ella, se enfrenta a un mundo lleno de convencionalismos, en el que vivía presa como en una prisión donde, de manera obligada, tenía que vivir como algunos querían. No se dejó anular por  el sistema, y entendió que la mejor manera de enfrentarse a eso era romper aquel cerco de esclavitud que se había impuesto, usar la palabra como la mejor arma para conquistar esa libertad que no tenía y que se le negaba. Empezó por enfrentarse a tabús, como la sexualidad; y en su tarea liberadora hizo lo que tenía que hacer. Dice (“después de un lento aprendizaje / pude reconocer sin equivocarme / las formas de tu cuerpo, / besar tiernamente tus mejillas / y saber con exactitud / las dimensiones de tu falo, / ahora, cada encuentro se convierte / en el hecho cotidiano de besarse / meternos en la cama y repetir / los movimientos del amor / tu cuerpo se estremece a cada orgasmo, / yo te pido más / y en la necesidad de recuperarte / mis labios exploran tu pubis, / para entonces / cansado y sudoroso / mis senos abrigan tu sueño”). Lentamente va mostrando a todo el mundo, algo que bien se conoce; algo que se realiza casi constantemente sin que nadie se asuste de ello; pero que, cuando se muestra a la luz se escandalizan, y se quiere negarla; ella, con su expresión da, como una bofetada a esa falsa moralidad que se pregona; ella, descubre y va desojando pétalo a pétalo esa margarita que es la vida (“entro lentamente por tus venas / hasta inundar / todos los rincones de tu cuerporescato tu nombre milenario / en cada arteria / te pierdo y me encuentro / en la profundidad de tu mirada / sin compañía alguna / invado tus pulmones / y vivo / y me recreo / con el aire que respiras / avanzo por debajo de tu piel / y organizo con exactitud / el metabolismo de tus penas / y tu cuerpo se convierte / en la zona sagrada de mi vida”). Son lecciones, en las que ejerce todo un magisterio con una sabiduría que asusta, por la sinceridad de su discurso (“descubrimos las mil formas del amor; / mis senos como palomas alimentaron tus angustias / y tus pasos de perdían locos en la llanura de mi vientre, / ¡oh! fauno enamorado / cabalgas sobre mí desesperadamente. / tus labios tomaron posesión de mi sexo / y una lluvia de estrellas baño nuestros cuerpos / y tu semen vino a mí curando todas mis penas”).
Muchos, toman la vida a la ligera: la ven superficialmente; pocos, se atreven a interiorizarse en ella. Para nadie la vida es fácil. Hay que saber conquistar la dicha para que sea lo que se desea. No es cosa de repetir lo que se dice de ella, o lo que vivieron otros, para creer que  eso basta. Es tan compleja la existencia; cada uno, tiene que encontrar su camino para llegar a esa meta donde le está esperando la muerte, para darle descanso. Hay que saber vivir con entereza y valentía.
En la poesía peruana, María Emilia Cornejo, asoma a fines de la década del setenta. Irrumpe con una expresión atrevida a su momento. Muchos se rasgaron las vestiduras, palidecieron, al escuchar o leer sus poemas;  ella, se atrevió a ser lo que tenía que ser por sobre todo: POETA. Eso la inmortalizó. Se ha dicho, que “en los pocos poemas que logró escribir dio un vuelco a la poesía peruana escrita por mujeres” --- “que la mayor porción de la poesía escrita por mujeres en todo el siglo XX ha sido una poesía edulcurona, repetitiva, poco creativa”; y que, su expresión “se atrevía a trastocar los roles en la sociedad patriarcal, porque abordaba la inconveniente, y hasta cierto punto, lo prohibido”. Ella, por todo eso, gano un lugar donde la gloria le rinde homenaje; por qué, “se atrevió a presentar una voz femenina como yo poético que desnuda su pudor y condición de mujer para plasmar las contradicciones entre la vivencia del cuerpo y las consecuencias de sentir amar y sufrir por el ser el complemento del varón y ser ella misma”.
Su poema emblemático, dice: (“soy / la muchacha mala de la historia, / la que fornicó con tres hombres / y le sacó cuernos a su marido”. --- “soy la mujer / que lo engañó cotidianamente / por un miserable plato de lentejas, / la que le quitó lentamente su ropaje de bondad / hasta convertirlo en una piedra / negra y estéril, / soy la mujer que lo castró / con infinitos gestos de ternura / y gemidos falsos en la cama”).
Muchos leyeron sus poemas de pasada, pocos se detuvieron a compartir sus emociones intensas, a tratar de comprender ese deseo de vivir y de amar de manera verdadera. Nadie escucho su voz, y en 1972 se suicidó. Tenía 23 años, pero vivió la vida, en una dimensión que pocos lo hacen.
Leo sus poemas, y encuentro en ellos una honda soledad; aquella, se había adueñado de su ser: (“la soledad abrumadora de mis días / se acrecienta en mis oídos / hasta hacerlos estallar, / ya nadie respeta mis decisiones; / soy la hija extravagante y loca / que hay que rescatar. / entonces / cada palabra mía se convierte / en un grito desgarrador / sin eco y sin respuesta”).
Su vida –en su palabra- se hizo mito, y ahora es leyenda. Nadie, ni ella misma, esperaba que su palabra abriera nueva brecha en la expresión. Marca un antes y un después. Quiso amar y ser amada; y para alcanzar ese sueño: se atrevió a ser libre a su manera, y vivió sin temor a nada.
Ella, nació para marcar un hito como mujer en la poesía peruana. Hildebrando Pérez Grande, bien dice “Los poemas de María Emilia han crecido desde entonces ante los lectores y seguirán creciendo más sin duda alguna; es más, creo que alcanzarán alturas insospechadas al margen de las acertadas propuestas o enmiendas que es ese entonces José y Elqui le alcanzaron a la muchacha mala de la historia. El tiempo ha legitimado su autoría. En el imaginario y en el paisaje de la poesía escrita por mujeres en el Perú, siemPRe estarán fundidos aquellos poemas con la imagen de aquella joven que, una tarde sin nombre, ingresara al Taller de Poesía de San Marcos envuelta en el humo azabache de su cabellera nocturna”; y así será.
La presencia de María Emilia Cornejo fue fugar. Armando Arteaga la conoció, y al describirla, dice: “misteriosa y silenciosa, amable y agradable en su conversación, su presencia frondosa y su ternura ideal”. Así seguirá viviendo.  “Su temprana muerte segó una personalidad de talento que, a tenor de los textos transcritos, representa una voz individual, tersa, capaz de transformar la angustia y el desencanto de una especie de parábola sobre el amor y el tedio, la soledad y la auto destrucción” (Antología de la Poesía Peruana, Tomo II (1960-1973). Prólogo, Selección y Notas de Alberto Escobar. Ediciones PEISA, 1973). No la conocí personalmente, ella llegó a mí a través de su palabra, y vivirá siempre en mi espíritu.

Ella, apenas si se dio un espacio limitado de tiempo para vivir, y le bastó para hablar de su verdad; ella, vivirá siempre “como la adolescente, la contestataria, la que se atrevió a develar la verdad y lo hizo, para decirlo con sus palabras “como una piedra que cae” y que deja para siempre sus ondas en el agua” (Mariela Sala).


GUSTAVO VALCÁRCEL: EN LA VERTIENTE DE 

UNA POESIA MILITANTE

Por Teodoro J. Morales



No todos los días nace un poeta; ni todos los poetas asumen en su palabra un compromiso y una militancia. En el Perú, la poesía se encontraba inmersa en letras de los huaynos y otras canciones de la tierra, y desde esas vertientes fue evolucionando hasta alcanzar la altura y grandeza que ahora se le conoce.
La construcción de una poesía, como expresión literaria, al parecer, empieza a afirmarse en la década del cincuenta. Uno de sus exponentes, es: Gustavo Valcárcel.
Él, nació en Arequipa en 1921. Estudio en las Facultades de Ciencias y Letras de la Universidad Mayor de San Marcos. En 1947, en los Juegos Florales Universitarios, convocados por dicha Universidad, gano el primer premio por “Deleite de Tortura” presentado con el seudónimo de Lucifer. El Jurado (Manuel Beltroy – Rodolfo Ledgard – Estuardo Núñez – Augusto Tamayo Vargas – Alcides Spelucín), en el Acta que emitió, dice: se trata de “doce sonetos de muy fina expresión y agradable musicalidad; todos ellos lucen una notoria riqueza de imágenes, que vierten en los rigurosos moldes de sus estrofas la moderna sustancia, propia de una poesía fluida y  sugerente, desarrollada en torno del matiz y las transiciones sutiles y en la cual las diversas tonalidades de la emoción, hasta la amargura misma, cobran luz y mesura de perfecta serenidad y seguro equilibrio”. A esos poemas, luego, se agregó otros, hasta sumar 28; y les puso el título definitivo de “Confín del Tiempo y de la Rosa”, el que, ese mismo año, fue distinguido con el Premio Nacional de Poesía.
Xavier Abril, dice “Los poetas lo son a condición de conocer la composición de su medio y de su época. El acierto más profundo de la poesía lo gana el hombre que más sufre tiempo y asunto de su experiencia. Lo demás es eso: juegos de salón y anquilosamiento de formas vacías”; y refiriéndose a la expresión poética de Valcárcel, indica que “El poeta ha iniciado su tarea de intérprete del mundo porque expresa en primer lugar al hombre, más que a cualquier otro problema circunstancial como la geografía o el paisaje del país. Paisaje y geografía cuentan en la medida que existe el hombre libre y responsable. El paisaje del mundo es hermoso cuando el hombre, el poeta, libera al siervo en el canto y en la realidad”.
La vida de Gustavo Valcárcel, no la tuvieron todos: siendo adolescente asume un compromiso político de realización social. En setiembre de 1940 fue  fichado como un vil delincuente, tenía 18 años, por razón de sus ideas. Seis veces estuvo detenido, por ese motivo. Todo eso le significó, sufrir muchas penurias. Dice (“marcha mi angustia en cuatro patas / marcha mi valor infantil orinándose a escondidas”). No todos bebieron de sus lágrimas amarguras, ni todos tuvieron el valor suficiente para no caer rendidos ante tanto infortunio que le vino atropelladamente. (“Cómo no darle paz a nuestras lágrimas / si la música del aba suena a vida”. (…) “Dime entonces cómo no ser ya buenos / después de haber sufrido tanto”). ( …  …) (“Si nos hemos de morir brindemos un buen rato a la salud de nuestros huesos / y no temamos nada / porque la muerte es sólo la madera / que nos arroja el tiempo / para probar el fuego de una vida”).
El sufrimiento, no le quito el lado bueno de la vida. No se dejó vencer, y tuvo el valor suficiente para sobreponerse a todo y salir triunfante. (“Antes yo te escribía desde mi juventud / convertida en un gran reloj de cárcel / en romance de piedra, en pasto policial, / en tristeza y tristeza de mis ojos proscritos. / Incomunicado, entonces te escribía / desde una celda o cueva / donde tu nombre era lo único viviente”. (…   …) “Después de tantos meses de silencio / sentí esta mañana el deseo de escribirte / de escribirte una cosa muy sencilla: / para tanto amor, hemos sufrido poco / para tanto amor, hemos hablado poco, / para tanto amor, no hemos vivido nada”. (…) “Vivir -¿me oyes?-, vivir un día nuevo / en el que nadie nos persiga / ni nadie nos embargue / ni se nos corte la luz por unos pesos / ni se nos acuse de extranjeros”.(…) “Vivir un día nuevo / en el que trabajemos sin lágrimas ni odios / pudiendo sentirnos camaradas de todos / y en el que por fin nos sea devuelto / el Perú de tus entrañas, nuestro Perú del llanto”.(…) “Vivir --¿me oyes?--, vivir un día nuevo / en el que la vergüenza no nos astille el ojo”. (…  …) “Ven pronto, estrella y mar, música terrestre / aquí te espero y mientras llegas / empezaré a amar el porvenir / hecho luz entre tus ojos / pan en las manos de los niños / leche en tus senos, ala en tu voz, / verso en tu cuerpo, rayo en tus labios / eternidad en tu grito de gran madre”).
En la vida del poeta hubo todo un periplo, lleno de sufrimientos por obra de la injusticia impuesta por el sistema. El poeta, dice: (“dónde está el pan que se pueda comer sin menoscabo / dónde está el vino que se pueda beber sin detrimento / dónde la col o la legumbre / que no tengan sabor a funeral”). Nunca declino a esa convicción que lo mantuvo firme y en pie. (“Cómo no darle paz a nuestras lágrimas / si la música del alba suena a vida. (…) Dime entonces cómo no ser ya buenos / después de haber sufrido tanto”).
En “Cantos del Amor Terrestre”, habla del amor. El tema lo aborda con dulzura, con el sentimiento que anima a todo lo que existe en el mundo. Pocos se acercaron a la palabra de este poeta, por eso, no lo conocen; por eso, no vibraron con esa emoción que hace hablar a todo. (“¿Quién ha dicho que en plena medianoche / no debe hacerse un canto de amor puro? / Si somos gotas de alba entre las sombras / cantemos al amor amaneciendo”).
El amor es lo más grande, lo más bello y hermoso cuando realmente se entiende cuál es ese sentimiento (“Tu presencia es la vida, un mar inacabable, / estás en todo el mundo, nace el mundo en tus ojos, / te miro sobre el tiempo y te amo bajo el tiempo / porque eres un instante que nunca pasará”). Así de sencillo y simple es el amor cuando se le entiende, cuando se ha vivido en ella; y uno termina “escribiendo el poema inédito del hombre”. Eso valió para que Alberto Hidalgo, refriéndose a su poética, dijera “Estás prendiendo estrellas en el cielo del Continente”.
En una de las instancias de ese libro, el poeta dice: (“Dormir, preludio breve de un descanso sin fin, / viene a ser el ensayo de ausentarnos del mundo; / dormir nunca me alegra porque es vivir muriendo, / con los ojos cerrados, en un planeta extraño”. (…) “¡Qué terrible sentir un dolor en la noche, / mirar todo apagado, ser un trozo de sombras, / oír que nada se oye, oler la vida inmóvil, / y paladear el luto de una orfandad inmensa!”).
El poeta humaniza al amor en su palabra, hace que se transfigure, que se convierta en agua, luz. (“Te amo dulcemente como raíz de agua / y mi pobreza sueña comprándote rosales / llevándote de viaje por islas deslumbrantes / donde alza la alegría su arquitectura de agua”)(…   …) “Todo lo que te toca tiene un fragor de luz, / con todo lo que tocas posible hiciste el tacto / y el rozar de tu piel le dio origen al fuego, / oh, estrella que yo toco; oh, lucero tocado”).
Hay una honda sensibilidad que habla, que descubre ese sentimiento y lo transmite. Cuando se habla de amor todos se hunden en una pasión mundana donde el deseo construye diversión y fiesta. Gustavo Valcárcel, encuentra al amor en una dimensión distinta, donde el sentimiento nace y crece como un sentimiento místico. (“Si me miras y callas me siento como un niño, / más, si me miras y hablas me siento todo un hombre, / porque son tus miradas un aletear de Luna / y porque en tu voz gira el idioma terrestre”.(…) “Tu palabra madura tras los ocasos rojos, / en un dormir de lluvias, bajo el rumor astral; / por eso cuando tú hablas suelo cerrar los ojos / para sentir eterna la música del mundo”.(…   …) “Tu palabra es el polen por donde baja el cielo / de brinquito en brinquito hasta llegar a mí; / y tu callar parece una escalera al aire / donde sube mi aliento a suspirar por ti”. (…) “No calles nunca, nunca… tu sonido es la dicha / y la dicha se escucha después de haber sufrido; / no calles nunca, nunca…porque el olvido empieza / por un dejar de hablarse y es un silencio atroz”. (…) “Háblame siempre, vida, de todo lo que es bello, / Cuando yo era muy niño dejó de hablar mi padre, / mi madre hizo silencio de tanto que sufrimos / y entonces la tristeza se entristeció de mí”. (…) “Quiero que hablen tus hijos con amor y belleza, / que hablen de un mundo nuevo sin odios ni mordazas, / porque hablando los hijos, después que nos muramos, / seguiremos nosotros hablando eternamente”).   
Diego Rivera, en las palabras del Preámbulo que escribe para el libro dice,  son “versos de amor creados con el verdadero lenguaje del poeta de este tiempo, que no puede ser otro que el lenguaje del pueblo”.
Cantos del Amor Terrestre”, está ahí esperando que todos se acerquen a esos poemas que son testimonios de amor humanizado. (“Tu presencia es la vida, un mar inacabable, / estás en todo el mundo, nace el mundo en tus ojos, / te miro sobre el tiempo y te amo bajo el tiempo / porque eres un instante que nunca pasará”).
Casi toda la poética de Valcárcel es confesional. Habla de lo que le toco vivir (“Perseguido, enfermo, preso, roto y desterrado. ¿Es esta / la patria de amor que me ofrecieron? ¿Esta es la paz de que me hablaron al pie del estanque en que nací?). Esa es la historia que tuvieron muchos en el Perú. (“Comámonos las uñas amargas del / quejido. Volteemos la página en sangre de este día”). Es dura la realidad que le toco vivir, pero no se rindió, y no pudieron vencerlo (“HOMBRE, camarada, hermano mío, creo sangrantemente en ti. Tu humanidad me hace renacer a cucharitas. / No he perdido la fe, sería injusto. Me nace a borbotones / un deseo incontenible de darte mi existencia. La razón de / mi ser y la sinrazón de mi morir. Te pertenezco en alma / entera, dame tu mano mundial de barro firme”. (…   …) “Podrán decirme todo, menos que no te / amé con cada poro. Podrán encerrarme, golpearme, destrozarme, pero al día siguiente mi polvo y mi palabra estarán / en el combate. Debes creerme, hombre, hombre y camarada, estoy contigo desde el talón hasta el meñique, y de / tu brazo retornaré a la tierra, al filo de la hoz hecha / martillo”).
Esta es la palabra que como un testimonio de fe, deja como legado Gustavo Valcárcel (“Búscame en la palidez / de las fotografías viejas / color del tiempo desteñido, ¡ven! / rebusca los pozos sin broquel / observa las espaldas de los biombos oscuros / el luto del ciprés incomprendido. / Y si no logras encontrarme / será porque me he ido / a jugar a escondidas con la muerte”).
                                       

ARMANDO CASTILLA MARTÍNEZ: UNA POÉTICA EN DIMENSIÓN DE HOMBRE Por Teodoro J. Morales

ARMANDO CASTILLA MARTÍNEZ: UNA 

POÉTICA EN DIMENSIÓN DE HOMBRE


Por Teodoro J. Morales




No todos  han leído su obra, de seguro. Tantas cosas no se conocen, a pesar de que se han publicado. Hay mucho por redescubrir en todas partes. Armando Castilla, es uno de esos valores que hay que rescatar desde un olvido. En lo que escribe, encontramos una realidad de vida, que habla a través de los labios del pueblo.
Armando Castilla Martínez (educador, escritor y poeta), nació en Apara (Jauja) el 24 de diciembre de 1923. Hijo de Lizardo Castilla y de Angélica Martínez Ponce. Estudió en el Colegio “San José” de Jauja, y los superiores en las Universidades de Trujillo y San Marcos, y al concluirlos optó el Título de Profesor de Educación Secundaria. Fue director titular del Colegio Nacional Mixto “Inca Garcilaso” de Acolla y en la G. U. E. San José de Jauja. Miembro del Consejo de Redacción de la revista “Jauja”. Fue profesor titular del Colegio “San José” de Jauja. Publicó: “Cuaderno de Lenguaje y de práctica Gramaticales Dirigida”.
Ha publicado, en creatividad literaria: “Canto a los Pájaros Fruteros” (1962), “Oscura Lágrima” (1958), y, “Poemas de Amor y de Ternura”. Es posible que existan otros, que no han llegado a mi conocimiento. Dejó obra inédita.
En “Canto a los Pájaros Fruteros”, Gustavo Valcárcel en su “Carta sin Pretensión de Prólogo”, dice: “Has tocado, un tema extraído de la realidad de nuestro pueblo; y lo has hecho de espaldas a la estafa “onírica”” y al “surrealismo maricón”, al tiempo que agrega “estás andando tras lo que más queremos: una literatura enraizada en nuestra realidad”.

“Me duele el trigo cogido entre mis manos
y quisiera un nido de alero enternecido
y sepultar tu rostro de gemidos
tu montaña de ausencia y abandono”.

En provincias, muchos se erigieron en poetas y censores, y negaron derecho a que la poesía brotara con esa frescura y esa hondura de alma. La poesía es eso, transfiguración de la vida en la palabra; es la multiplicación de todas las instancias de nuestro ser sensible. Hay que saber ponerle a la palabra no sólo esos colores de la fantasía, sino también esa fuerza vital que le da el alma.

 “crecerás a la sombra de la estrella
del arrullo musical de los trigales
cuando nazcan a la vera del camino
las veloces golondrinas de la aurora”.

El poeta no se detiene en una visión nocturnal, aquella que crea los infiernos, con los que meten miedo y asustan; no se distrae, como un tonto, en la forma ciega que se hunde en el vacío; ni atiborra sus sentidos con esas imágenes gastadas y viejas que se fijan en las replanas. No hay esa repetición de sonsonete, que busca el aplauso. El recrea, con su palabra, la vida; le da contenido. Dota de luz propia a un problema social, descubriéndonos una verdad desde la dimensión del hombre.

 “Te fue negado hasta la gana de estirarse
natural y animalmente”.

Hay una apertura de vida en la esperanza; un empezar, sabiendo que la espera dejará de ser tal en un próximo mañana, que aquello será (toda) una realidad por la propia fuerza del sino de los tiempos. El libro bien puede ser considerado como el pórtico de un amanecer deseado.

 “Y así
sencillamente
como quien llega a la sombra querida de la casa
ahuecas mi corazón y haces tu nido”.

No es la palabra muerta del olvido, no es la imagen perdida en un mar de símbolos extraños. Es la verdad emergiendo de a poco, como una canción que se cantará con alegría, un día no lejano. Es la esperanza a la que viste de poesía, es la palabra viva escrita con la propia sangre de uno. Hay un corazón latiendo, con auténtico realismo, bajo la mágica belleza de este canto.

 “Aquí están
aquí estamos todos los “pobres irremediables”
 “el niño triste y sin palomas”
la madre muerta en el dolor del hijo
amasando justicia
la canción del trigo y su desvelo”.

No es la palabra hueca, vacía, ni el ánfora de un sueño. Es la palabra justa, sin esos enredos que esconden los prejuicios. Es la vida, la que le da contenido. Lejos de sumirse en un abandono moral, se levanta enarbolando una fe como bandera. Esta energía es la que salva; la que hace eterna, a la palabra.

“Decirle de una vez por todas:
 El alba va cargando
de piedras y palomas
de tanto corazón ciego y desvelado”.

No siempre asoma un poeta, en los libros que se publican. Armando Castilla es poeta por derecho propio, no porque lo diga yo. En ese camino de la esperanza me encuentro con él, con esa misma fe, con esa misma ternura que hace grande y eterno lo sencillo.
En la poesía de Armando Castilla, también habla el amor. En 1958, publicó “Oscura Lágrima” (1). Reúne dos libros (“Oscura Lágrima”, 20 ´’poemas, pp. del 1 al 35; y, “Piedra de Muerte Múltiple”, 26 poemas, pp. 37 a 77.
Muchos han escrito sobre la mujer y el amor, pero, no siempre, al leer lo que publican, uno se siente vivir en la palabra; digo esto, por qué, ese sentimiento no le desconocido a nadie, y, todos sabemos de lo que se trata, aunque no se pueda definirlo con palabras.
El libro trae una hermosa dedicatoria, dice: (A mi madre: el poema más bello y doloroso de mi vida).
Armando Castilla, es dulce y verdadero en su expresión, su sentimiento brota así con la sencillez con la que viene a él la vida:   (“Yo te quiero endulzada de puquiales/ como surco de chacra en primavera/ que te dé mayo su corazón de choclo/ y el nidal su tibia blandura de recuerdos/ que te dé la tarde su paisaje/ tembloroso de guindos y geranios/ y el agua que discurre/ más suave que el beso de la brisa/ su blandura de flor/ de ala y suspiro”.-“Fruta Nueva”).
No siempre llega a uno esa dulzura en una expresión. Leo el libro, y siento la verdad de su expresión por que la encuentro a diario hablando en el paisaje que me rodea.
El amor, en su naturaleza, es eterno. El poeta, la define con ese conocimiento que le dio la vida: (“Una algarada de palomas y torcazas/ anunciará tu paso” (…) “El arrullo de las espigas verticales/ se calará/ muy hondo/ en el tiempo de tus cristales lunados/ y/ picoteando en tus senos el alba de oro/ descubrirá el secreto/ del agua y de la fuente”.- “Presencia de Eternidad”).
Hay que haber vivido, haber hecho de uno la fuerza de esos embrujos, para inventarle ropaje y vestirla en la expresión de fiesta (“Tu beso será como la brisa/ que ovilla las añejas tristezas de los hombres/ tus manos tejerán/ del agua de las lluvias/ la dicha de los pájaros/ la esperanza secreta del amado”.- “Dulce y Suave Colegiala”).
El amor esconde hondos misterios. Muchos no alcanzan a beber a plenitud  en esa fuente, porque la vida es un permanente acabarse hundido en ese vacío misterioso donde la vida navega como un barco a la deriva (“Morirse así inexorablemente/ tan sin remedio/ sin un beso de amor entre los labios/ con tu imagen sepultada/ en la oscura estancia del deseo/ con mi anhelo/ viajero”. - “Morirse sin haber amanecido/ sin  tener todavía un pasado/  sin un tris de ventura/ Y ella/ tan lejana/ tan ausente de mí en su destino/ sin importarle esta montaña/ de dolor/ este rebozo de quebranto/ este irse cayendo de esperanza herida” (…) “La ausencia ha de seguir cavando/ mi nostalgia/ esculpiendo tu imagen/ en la más honda y espantable desnudez/ burilando tu imagen/ en la más desencantada arena”.- “Imagen de la soledad inesperada”).
Al amor la encuentro en esa otra cara que ofrece, el olvido. (“Todo ha crecido en el olvido/ sin olvidarte./ Olvidarme a mí mismo es imposible” (…) “Aún siento el contacto/ de tus manos/ la lluvia menuda de tu voz/ y tu tristeza/ resbalándose/ hasta la misma urgencia de la muerte”. (…) “Aún la lejana retama/ de tu nombre/ es un río de perfume/ en el vacío de los silencios breves./ Aún la esbelta ternura/ de tus ojos/ es una flecha que atraviesa/ el llanto/ la delgada materia del olvido”.- “Todo ha Crecido en el Olvido”).
El amor tiene verdades que van más allá de todo lo que  uno imagina. Muchos van tras de ese sentimiento, y no alcanzan a conocerlo plenamente en su vida El poeta habla de esa su búsqueda, y dice: (“buscarte en la noche vestida de leyendas/ en la extremada pupila de la tarde/ y no encontrar/ nada más que el viento/ con un tremendo cansancio sin fronteras” (…) “es como tener enredada entre mis manos/ tus senos que proclaman  su blancura/ y sentir abatirse entre tus ojos/ un cuajo muy oscuro de gemidos”.- “Radiografía del Sueño”).
En medio a toda vida, la ausencia siempre esta como una sombra siguiéndola siempre, ella, no falta ni está ausente en ella. (“Mis sienes han sentido/ la dulcísima suavidad de tu nostalgia/ mis hombros/ las añejas tristezas de los hombres”. – “”Lo mismo da”. – “Mis manos se extasían/ o se desmayan/ buscándote en el viento de la tarde”. – “El temblor de tu nombre es un sollozo”. – “He de crecer a oscuras/ a la vera del hueso y de la lluvia”.- “Lo mismo da”.
En todo lo que se ha escrito, sobre la poesía de Armando Castilla, que he podido leer, encuentro que ninguno llegó al corazón de su expresión, ni pudieron asir la esencia de su espíritu. Todos se quedaron en una contemplación superficial de solo la forma de su palabra, ninguno se atrevió a ir más allá, y así de fácil festejaron su ningún hallazgo.
En la poesía de Armando Castilla, está hablando la propia vida, la que se expresa en una honda visión metafísica de ella. Hay dolor de vida, desesperanza tejida con esencias de su propio dolor, de entre el que renace para vencer al mismo olvido; por eso dice: (“Yo te amare como el viajero ama el camino/ como la noche el espigado drama/ y en un gemido de sombras tiernas/ serás la tarde vestida de ilusiones/ la esfera blanca de mis marchitas sienes”.- “Ausencia Florecida”. 
En el segundo libro, que incluye “Oscura Lágrima”, el poeta, empieza inquiriendo: (“De que raíz amarga y fiera/ de que distancia añeja/ de que temblor/ de que alarido/ de dónde este acarrear de soles moribundo?”.-“Piedra de Muerte Múltiple”). Esa interrogante, encierra todo el misterio de la vida. Habla de ese su eterno conflicto, donde la muerte es el principio de la vida eterna. El tiempo en su historia de siempre y nunca: (“Ser en la distancia es morirse en humillante lucha/es traer la cuenca de las manos/ vacías/ es fatigarse/ correr tras la dulzura de un beso/ asirse a la vida como un loco”. (…) “Ser en la distancia es no ser/ o serlo a medias/ es flor de olvido/ acabamiento/ llanto de ocasos que agonizan/ distantes/ entre la mar y el sueño”.-“Ser en la Distancia”). Para terminar al fin conociendo lo real hermoso, en el que:. (“Volverán las horas felices del olvido/ y en el granero habrá trigo de amor/ y no tendremos más que paz y dulzura para la mesa/ para las horas de amor sobre la tierra”.- “”Dejadme Soñar”.
Siempre se trató de medir el tiempo como si eso fuese posible. No alcanzamos a entender que todo va más allá de lo que se cree es. (“Algo muere en cada niño/ en cada ojo/ en cada estrella/ nacida en el albor del sueño”.- Las Harinas del Alba”.
Es una poesía de hondo sentir existencial. Trata de razonar partiendo del sentimiento humano, su nacimiento (principio y fin), y, con  imágenes y figuras tratamos de perennizar su  paso. (“Quiero sentirme azul y rosa/ en la trastienda de mi yo orgulloso./ Quiero que colmes el cáliz de mi vida que se agosta/ y que, al devolverme mi alma pura de niño enamorado,/ no se te olvide de que estoy muy solo,/ que están húmedos mis párpados que llueven”-Imploración”).
La angustia, es ese dolor que se expresa de mil maneras: (“Eran los días en que la rosa aún ignoraba su destino/ y los ríos hablaban con dulzura/ en la misma lengua de los pájaros./ La inocencia habitaba/ en el palacio de una gota de rocío/ y en la más tierna y remota infancia de las hojas/ era un enigma la fábula del hombre./ En la raíz inmarcesible de los bosques inaugurales/ las fieras poseían el corazón de la paloma./ Quiso Dios recrearse y creó al Hombre/ nacía la aurora para llegarse noche/ y el suspiro manó/ y la lágrima/ en el primer pecho”. (…) “Dios nacía hecho hombre/ polvo y médula/ mortal en la lejanía/ saboreando/ los sábados/ de aguacero y otoño/ las tardes sin nadie/ sin noticias/ sin sabor”.- “Dios no sabía de la Tristeza”).
Los juicios de apreciación que se emitió de su obra no son muchos: Isabel Córdova Rosas, dice “La fuerza lírica de sus versos se transparentan en su voz emocionada y tierna”(1); para  Ruperto Macha, ella, “traduce al hombre saturado de melancolía ancestral que amalgamando vísceras y árboles desde su línea en pena no pierde el afán de poblar alguna vez sus desiertos e incendios amorosos”; y para Apolinario Mayta es “el poeta de los ritmos precisos y de metáforas delicadas”.
En definitiva podemos decir que Armando Castilla Martínez, es el cantor de la tierra, quien en su palabra traduce los sentimientos de vida del hombre. (“Mi canto es brisa en los trigales/ paloma blanca para tu chola de capulí y almibar/  dulce como el beso del viento en alcaparra/ como pisar la hierba bien descalzo/ como abrevar la madrugada/ en el limpio chorrito del misterio Inanya”. – “Mi canto es la caricia de Yanajá/ su sueño de musgo y berro/ espiga de agua de rural mañana/ salvia olorosa”.- “Canto a la Patria Pequeña).  Donde, (“Todo florece/ bajo el Agua de signos extraños/ en la columna misma de la imagen/ la claridad que inunda caminos de sueños/ tal como una lágrima/ el murmullo de lejanas estrellas/ el diálogo de la soga y de la muerte” – “Los hombres en su raíz de estrellas/ árboles heridos por caminos abstractos/ respirando/ enajenándose de tanta hembra/ de tanta tristeza/ asolando la unidad del hombre/ preguntándose de lirios/ de manzanas/ de los ojos ausentes de los niños”).- Fauna Sagrada”.



NOTAS
(1.).- “Oscura Lágrima” (Poemas), 80 pp. Librería “La Universidad” Editorial. Se terminó de imprimir el 17 de octubre de 1958 en los Talleres Gráficos P.L. Villanueva S.A. Lima. Formato: 13.5 x 21 cm.
(2).- “Nueva Literatura de Junín” de Isabel Córdova Rosas. Editorial San Fernando. Huanca, 1982, p. 157.