Monday, December 26, 2016

MANUEL SCORZA: EL CANTO INEXTINGUIBLE QUE DEJÓ. Por Teodoro J. Morales

MANUEL SCORZA: EL CANTO INEXTINGUIBLEQUE DEJÓ

Por Teodoro J. Morales
 

Tantos hermosos testimonios literarios duermen en el silencio del olvido; no hay día, en el que no descubra uno nuevo. Manuel Scorza (1) en su libro “Adioses” (2) entrega un sentimiento de vida, fruto de lo que le tocó a su mundo personal; el que, lo viven todos en algún momento de su existencia. No siempre uno se detiene a hacer un examen de esos actos, ni se rememora esos instantes de dicha y gozo indescriptible que se vive; esos momentos … solo, los verdaderos poetas, lo perennizan en su palabra (“Yo sé que un día las gentes / querrán saber por qué hay tanto rocío en las praderas, / yo sé que un día / irán ansiosas a los campos, / seguirán los hilos de los prados, / y a través de las florestas / llegarán hasta mi pecho, / y comprenderán, / -lo siento estoy sintiéndolo, / que es mi amor quien platea por ti el mundo en las mañanas, / y verán esta hoguera. (…) “Desde ciudades enterradas, / desde salones sumergidos, / desde balcones lejanísimos, / verás este amor, / y escucharas mi voz / ardiendo de hermosura, / y comprenderás que sólo por ti he cantado”. Es una emoción de vida la que habla.
Todos los sueños que se vive, nacen como obra del amor; todo lo que se hace, tiene el sello de ese sentimiento. No hay nada que no haya sido tocado por ese embrujo, cuando uno ama. No todos le dan vida a la palabra, eso uno lo descubre cuando lee un libro como el que comento. Uno se siente vivir, cuando se encuentra frente a esa verdad, cuando ha sido escrita: (“Yo veía las cosas más sencillas / volverse misteriosas / cuando Ella las tocaba. / Las estrellas de la noche / ¿Quién sino Ella las sembraba? (…) “Los días de esmeralda, / los pájaros tranquilos, / los rocíos azules / ¡Ella los creaba!. (…) “Yo me emocionaba / con sólo verla pisar la hierba / ¡Ah, si tus ojos me miraran todavía! / Esta noche no tendría tanta noche. / Esta noche la lluvia caería sin mojarme. (…) “Por qué la lluvia no empapa / a los que se pierden / en el bosque de sus sueños relucientes, / y sus días no terminan / y son sus noches transparentes”.
El poeta descubre con sencillez e inocencia, en lo que escribe, la vida; ese misterio como luz y fuego despierta en el nacimiento de todo lo que existe, de todo lo que tiene alma; hasta las cosas y los hechos más insignificantes cobran vida cuando se les transmite esa fuerza o ese soplo de vida con el que se transforma o transfigura todo. En el despertar de ese misterio, está la verdad de todo. La vida uno la bebe a diario como agua de ese manantial eterno que es la existencia. El poeta inventa a su musa, ella lo motiva y le da una razón para escribir; al hacerlo, habla del amor, de aquel sentimiento tan hermoso que nos hace vivir; y termina por decir: “En tu ausencia / mi corazón todas las tardes muere”.
Hay dulzura en la expresión, es la fuerza mágica que hace hablar al silencio (“¿Qué son las luciérnagas / sino remotas luces / que extintos amadores antaño encendieron? / ¿Qué son sino carbones / de hogueras que perduran, / tras que sus caras y sus bocas se rompíeron?”).
El amor no es nuevo, sin duda, nació al mismo tiempo que la misma vida; no puede existir, el uno sin lo otro. El amor es la razón de ser de toda vida: (“Voy a la casa donde no viviremos / a mirar los muros que no se levantarán” (…) “Paseo las estancias / y abro las ventanas / para que entre el tiempo de Ayer envejecido. (…) “¡Si vieras! /* Entre las buganvillas / cansadamente juegan / los hijos que jamás tendremos”).
Ese deseo de vida que con amor nace, en determinado momento a veces pierde su inocencia y esa frescura con el que enciende hogueras; entonces la racionalidad busca no impactos de sentimiento, sino justificaciones cerebrales de conocimiento. No es el corazón el que construye, es el cerebro el que trata de encontrar verdades como formulas abstractas, no para llegar a conocerse como persona que es, sino para pretender llegar a conocer a Dios; y se pierde en divagaciones que nadan en el vacío.
En la vida construimos muchos sueños, que quedan como tales; los que pasados los años nos hacen vivir: (“Ibamos a vivir toda la vida juntos. / Ibamos a morir toda la muerte juntos. / Adiós. / No sé si sabes lo que quiere decir adiós. / Adiós quiere decir ya no mirarse nunca, / vivir entre otras gentes, / reírse entre otras cosas, /  morirse de otras penas. / Adiós es separarse, ¿entiendes?, separarse, / olvidando, como traje inútil, la juventud”.
En esa complicación que genera el intelecto surge otra estación de vida. No son las fantasías los que hacen los ropajes de la vida, no son los sueños los que dimensionan los hechos, no es la imaginación la que inventa aquello que  alegra el alma nuestra; es el amor, el que lo genera: (“Es tarde: / mi corazón calcinado / apenas soporta sus cenizas, / y aunque estás cercana, / y quiero llamarte / mudas están las hogueras / donde antaño ardieron/ airadas voces tiernas. / Mi tristeza ya no puede / ni con el peso del rocío. (…) “Es tarde: / la vida se gasta en actos vanos; / todo acaba en fantasma. / Es tarde: / detrás de mis ojos / ya no hay nadie”).
No entender eso, es no haber vivido. Muchos nadan contra la corriente, en una locura sin retorno; es un perderse en el vacío de la nada. Hay un descubrimiento de la soledad, cuando aquel encanto falta: (“En la memoria sólo una calle queda / por donde caminas lentamente. / Ya casi no te miro, / y el moribundo sol, atardeciendo, / te torna cada día más pequeña”. (…) “Cuando termine de contar esta agonía, / otro hombre se levantará de esta mesa. (…) “Tal vez él no recuerde / ¡Pero yo me acuerdo tanto! / ¡Si supieras cuánto te recuerdo!”).
Todos temen al olvido; claro que, es el peor castigo. Es vivir sin dejar huella, es como un pasar de prisa sin que nadie lo advierta. En ese devenir del tiempo se pierden casi todos, sin entender nunca él por que nacieron. Muchos viven una existencia de ese modo; en más de las veces, sin llegar ni siquiera a conocerse. (“Con rencorosa mano escribí tu elegía: / vi al alba tu hermosura, / bebí tu ardiente melodía, / y cerca ya a la noche, / los daños se fatigan / y no vuelves a mí los ojos. / Mi amor anciano se reclina / En el hombro poderoso de la muerte”).
Muchos teniéndolo buscan aquello del que ya son dueños, y lo pierden; se desesperan tratando de encontrar lejos lo que está en ellos mismos. En esa manera contradictoria de vivir, está la razón de la insatisfacción de ser de todas las filosofías; eso, quizá sea consecuencia de no entender que las grandes verdades está en el corazón de todo lo sencillo; uno se pierde y extravía, cuando trata de encontrar la verdad en la complejidad de lo abstracto: (“Sólo para que me veas, / ilumino mi rostro oscurecido! / ¡Sólo para que en algún lugar me mires / enciendo, con mis sueños, esta hoguera!).
Cuanta verdad toca uno a diario, y no es consciente de eso. Construimos escaleras queriendo llegar al cielo; tratamos de construir torres de babel, y nos perdemos en una confusión total, en la que ni nosotros mismos nos entendemos. (“Entre mi dolor y tu silencio, / hay una calle por donde te alejas lentamente”).
Nos siempre uno encuentra un libro como el que motiva este artículo. Las palabras duermen silenciosamente la suerte del olvido cuando son como ánforas vacías, pero, cuando son depositarias de vida uno las siente palpitar: todo se transfigura, cobra color y vida. I desde ese polvo aparente que lo cubre como a algo sin vida, se levanta la vida como aquel “Ave Fénix, y se hace el milagro. ( El hombre enceguecido / no escucha las campanas silenciosas de la hierba, / hasta que encuentra en los caminos, / como culebra, su antigua piel, / y reconoce entre las ruinas / su vieja máscara oxidada, / y se detiene a recordar lo que amó, / y descubre agujeros rotos / do eran ojos fulgurantes, / porque el tiempo crudelísimo / injurio el Rostro Puro, / y los años nos pusieron / anteojos de melancolía, / con los que se mira la ruina”).
Pocos son los libros que se adentran en la propia existencia del ser humano, los que nos hace vivir esa realidad como propia; los más, son simples depositarios de palabras muertas; de los que nunca asoma un sol, para dar luz. Hay esta la honda verdad: de quien es, y no es poeta.



NOTAS:

(1).- Manuel Scorza, nació en Lima en 1928. Poeta y Editor. Estudió la secundaria en el Colegio Salesiano de Huancayo, y los concluyó en el Colegio Militar Leoncio Prado” de Lima. En poesía, publicó: “Las Imprecaciones” (México 1954); “Los Adioses!” (1958); “Desengaños del Mago” (Lima 1961); y, “Réquiem para un gentilhombre” (Lima 1962).


(2).- “Los Adioses” de Manuel Scorza. Colección “El centauro”. Festival del Libro, 71 pp. Imprenta Torres Aguirre S. A.

Monday, December 5, 2016

“HISTORIAS QUE VIVEN EN EL CORAZÓN DEL PUEBLO” (Comentario al libro “Parinacochas Sumaq Willana” de Pina Canales) Por Teodoro J. Morales.

“HISTORIAS QUE VIVEN EN EL CORAZÓN DEL PUEBLO”

Por Teodoro J. Morales.


Pina Canales Flores (1) en el año 2013 publicó “Parinacochas Sumaq Willana” (2). Es un libro expresión de peruanidad. Carlos Canales Anchorena, en el “Prólogo”, que escribe, dice: al leerlo, “sentí una emoción de infinita ternura” y asomó a mi mente. “un cúmulo de recuerdos, la añoranza de la niñez, aquellas emociones que van guardándose en alguna parte de nuestro corazón”, e indica que “estos cuentos están llenos de tradiciones donde siempre está presente el sincretismo entre la religión católica y las expresiones del folklore andino”; no dudo que así haya sido, tratándose, de que aquel es hijo de esa tierra que asoma en el libro; de mi parte, puedo decir, que, en esta obra, asoma un Perú con esa nueva faz que le ha dado el tiempo, bien dice Pina Canales “la mayor riqueza de los pueblos es su gente y su cultura”, y, precisamente este libro, es fruto de esa nueva realidad de existencia que los pueblos le han dado a sus comunidades con su accionar,  en esa existencia dinámica que tienen, en el que recogen  y asimilan aquello que llega de otras culturas, y recrean una nueva realidad de vida.
Leo el libro, y, encuentro un planteamiento interesante en el, podría decir la literatura oral asoma en cierta forma transfigurada, en la que Pina Canales redescubre la historia de un pasado esplendoroso que tuvieron los pueblos de Ayacucho.
Del libro, me referiré a “Agúita de Tarayacu”, y, “El Enigma de Tacce Rumi”, dos historias interesantes, ambas, hacen referencia a momentos de vida que se dio en el Perú Antiguo, en el que, los Inkas hicieron la grandeza de muchos pueblos con la política de desarrollo social que imprimieron en su accionar civilizador,  con la construcción de caminos, puentes, colcas, tambos, obras de irrigación y construcción de andenes.
Me voy a referir, por ejemplo, el proyecto de irrigación que desarrolló, causa admiración, es una  obra portentosa. La arquitectura moderna no alcanza a entender cómo se realizaron aquellos canales que cruzan dentro de los cerros de los andes peruanos. Pina Canales,  se refiere al proyecto de irrigación que se hizo de la laguna Parccoccocha y del nevado Palla Palla para Coracora y Pauza (Ayacucho),  dice, el Inca, para la realización de tales obras empleo personal que con música la hicieron, aquellos  guiaron “el agua por debajo de los cerros”. Habla del  Canal para Coracora que con las aguas de las lagunas de Qapapaki, Umakusiri y Ancascocha más la multitud de manantiales en Qolte que alimentan ríos y riachuelos baja a regar la amplia y hermosa campiña, y habla del Canal para Pauza.
Dice que, los constructores de dicha obra, conducían a Yacu Taita (padre agua) con su música de quena y tambor; y que aquellos, “tocaban en armonía con los sonidos del torrente del río y las cascadas; y que esos músicos, se  preciaban de que sus “instrumentos … eran para guiar el agua”, y con la mágica melodía de aquellos hicieron aquellas obras portentosas que causan admiración.
En “El Enigma de Tacce Rumi”, habla de la guerra que sostuvieron  los Chankas con los Inkas, en la que, fueron derrotados los primeros. Ese pueblo aguerrido, de los Waraqueros chankas quienes parecían invencibles, “con sus rostros pintados de rojo y las pieles de puma agitándose en sus espaldas”, dice, que no pudieron vencer por que el Inka Cusi Yupanqui (Pachakútek) los sorprendió en la contienda quitándoles la momia de su ancestro Oscco Vilca, y, que el padre Sol convirtió las piedras de Pururauca en soldados y  con ellos los derrotaron; pero, la explicación más racional, es que,  los Inkas tenían  provisiones en abundancia y soldados, que estos últimos no realizaban las labores agrícolas y   que su oficio era acompañar al inka a realizar las conquistas; entretanto que, los Chankas, tenían que movilizar a los jóvenes para la guerra pero también para  realizar las labores de la tierra y se cuidaba del ganado. No tenían una clase militar exclusiva para la guerra.
El libro de Pina Canales, además, de las historias referidas, trae otras, como: “Nunca bailaré de Negrita”; “El Puma Juguetón”; “Las almas lectoras”; “El Antuquito es para Malas”; “Eterno y fascinante apu Sarasara”, y, “Ay, puentecito de vado”.
Saludo el trabajo de Pina Canales Flores. Es importante que la historia de la vida de nuestros pueblos se conozca, porque, con ella, se afianzara una identidad, necesaria a toda personalidad social.


NOTAS:
 (1).- Pina Canales Flores (Coracoca, Parinacochas, Ayacucho. Estudió en la Universidad Mayor de San Marcos, de la que egresó como Profesora de Historia y Geografía. Ha publicado además del libro que comento: “La historia en escena” (2000); “Historia de Parinacochas y Paúcar del Sarasara” (2003); “La leyenda en escena” (2005); y, “Vicullo, valle sagrado del maíz” (2011).

2).- “Parinacochas Sumaq Willana” (2013) libro de Pina Canales Flores (Ediciones Capazol, 154 pp. Portada: Óleo nevado Sarasara y laguna Parinacochas de Andrés Vásquez Mendoza. Ilustraciones: Pina Canales. Diagramación: Róger Antón. Formato: 14.5 x 20.5 cm).