Thursday, August 17, 2017

JUAN RODRÍGUEZ JARA: EL TIEMPO CONTEMPLANDONOS DESDE SUS ALTURAS (Por Teodoro J. Morales)


JUAN RODRÍGUEZ JARA: EL TIEMPO  CONTEMPLANDONOS DESDE SUS ALTURAS

Por Teodoro J. Morales


La vida abre caminos a su paso, por los que vamos hacia la realización de nuestros destinos; ella, como la mejor escuela que se tiene,  llena nuestros espíritus con ricas vivencias.
Juan Rodríguez Jara (1) en “Aromas de la Tarde” (2), habla del tiempo en esa su eterna huida del espanto. En la memoria  -de cada uno de nosotros-  queda registrada la historia de lo vivido, es lo único que queda al final de todo.
En los poemas de este libro encuentro un espíritu casi religioso;  y es que, Juan Rodríguez Jara, nació para sembrar la esperanza en su palabra, (“Desde la cumbre nevada andina,/ hasta el valle del calor devorador,/ he caminado el busca de esperanza”); él, al concluir su secundaría,  quiso seguir la carrera religiosa tratando de seguir una tradición que tiene su familia, pero no fue.
La tierra donde nació, habla en lo que escribe Dice (“Allá en mi Tullubamba lejano/ dejamos el batán de dos cuerpos,/ donde el maíz molía Herculano,/ con su tuñay de piedra veteada/ bailando chimaychi, cual danzarina,/ haciendo masa de maíz cuzqueño”); o cuando dice “En la cocina está el batán viejo/ con su volante, calando el rocoto rojo/ con el huacatay verde de la huerta./ Luego molerá el maíz blanco/para hinchar en tripas la morcilla”. --- “La bicharra de barro quedó triste,/ sin ollas, de arcillas generosas”). Es posible que, para aquellos que vivieron lejos de esta realidad de vida, eso parezca extraño, les será ajeno, porque no conocen ese lenguaje de la vida.
Es cierto, como dice Elmer Neyra Valverde: ”No en cualquier recogida de agua con ripio a la orilla de los ríos hay vetas de oro, pero quien persiste en su búsqueda las consigue”. En todas partes existe riqueza que la naturaleza entrega a cada paso, o vivencias llenas de honda belleza espiritual, las que en más de las veces –muchos, dejan pasar, sin detenerse a contemplar esa belleza, que nos está hablando a cada paso y/a cada momento.
Aromas de la Tarde”, en cada poema, descubre al lector las querencias y añoranzas del autor del libro, que le toco vivir. Pasajes de hondura humana, recuerdos de lo que fue en la tierra donde nació y vivió. Cuando habla de las cruces, dice: (“ahora no puedo colocar siquiera piedras/ debajo de las cruces de mis cerros” (…) “Las cruces de los cerros desaparecierony con mis creencias que se olvidaron,/ en el paso de los años se enterraron”. De todo lo que conoció, podría decir que solo quedó: Campanayuj, Asjuaj, Amañico, y Huáncash, quienes como atalayas vigilantes siguen oteando desde sus alturas a Piscobamba, viéndolo crecer a otro rito, y con otras costumbres.
Cuantas cosas van quedando en solo el recuerdo. Dice (“Los cajeros han venido de Chaupis,/ los segadores de Pumpa y Vilcabamba;/ el mayoral llamando está a todos,/ para mañana comenzar la gran siega”. --- “El patrón sale con los mayorales,/ escoltan la comitiva de chicha y coca/ ya contrapuntean las cajas y pincullos, / porque van llegando las gavillas a la era”). --- “Los rastrojos blancos/ tienen nidos abandonados/ de perdices, que volaron”. ---  “Paredes de adobe de barro pisado,/ encariñado con paja de trilla,/ revoque y molduras finas de yeso blanco,/ ahí, sonreían mis salones de infancia). Palabras, que eternizan vida, y que ayudan a vivir.
Al terminar de leer el libro, uno, termina por entender muchas cosas. (“ahora queda solamente la ilusión/ rondando en aquellas aguas,/ aguas que trizaron una vida/ sin brindar el amor con su hechizo”. --- “anhelando llegar al rincón de nuestros sueños”). El autor del libro, bien dice: “Te dejo mis papeles ajados por el tiempo/ allí encontrarás, la oración de la vida”); de mi parte, como epilogo, tomándole palabras a Rabindranath Tagore, bien podría cerrar esta historia de vida, diciendo: “cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón seguirá hablándote”; y de seguro así será, porque es la vida- la que deja este testimonio para no morir.


NOTAS.

(1).- Juan Rodríguez Jara, Nació en Piscobamba (Ancash) en Enero de 1937. Hijo de Rodrigo O. Rodríguez Caldas y Laura Jara Cárdenas. Estudió su primaria en el centro Escolar N° 304 de Piscobamba. La Secundaria lo hizo en Lima, Pomabamba y Huaraz. Luego ingresó a la Escuela Nacional de Policía.
Siempre estuvo en el la inquietud cultural: incursiono en el Periodismo y la Fotografía artística. Participo en la revista “Rumor de Lluvia”, es parte del  equipo de redacción de la revista “Alma Libertaria”, colabora en la revista “Perú Ancash”; y, participo de manera activa en la edición del “Libro de Oro Luzuriaguino”(2007).


(2).- “Aromas de la Tarde” (Poemario) de Juan Rodríguez Jara, 80 pp. Formato: 14.5 x 20.5 cm. Impresión: Tetis Graf. Abril 2009. Diseño de la portada y contraportada: Miguel Enrique Castañeda Yupanqui.-En e3l año 2010 publicó “Palpitar del Ande”.

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