LA HISTORIA A LA QUE DIO VIDA HUAYRASUNCU
(Comentario al libro "Corazón de Viento"de Dimas Arrieta)
Por Teodoro J. Morales
La vida a cada
instante, va descubriendo nuevas realidades de existencia… es como un río
misterioso, del que no deja de fluir hechos que no dejan de sorprender por las
verdades que descubre. Los escritores, con ese don que tienen, y con el que
nacen, recrean muchas de esas vivencias, y en cada libro que publican, al
leerlos, encontramos nuevas experiencias valiosas de vida. Muchos creen que ya
todo se vivió y que todo fue dicho, pero, en definitiva no es así.
Dimas
Arrieta Espinoza (1) en “Corazón de
Viento” (Bitácora del Explorador)”, relata la historia de vida de Manuel Eugenio Ramírez Noblecilla a quien el
cacique Cosme Chinguel llamó Huayrasuncu
(Corazón de Viento), hijo de Juan Francisco Ramírez y de Mariana
Noblecilla. Él, tuvo tres hermanos: Federico, Salvador y Leticia. El pueblo de
origen de sus padres y de él, es Zaruma, de donde sale a conocer el
mundo, viaja a Europa, luego, va a realizar su vida en tierras de las que nunca
había oído hablar, y de las que no sabía que existían.
Manuel
Eugenio, era de familia de clase media. Su padre (en vida) entregó a sus hijos
la herencia que les correspondía, y con ella cada uno hizo su suerte; y, Manuel
Eugenio con lo que le correspondió se fue a Europa, de la que regreso sin pena
ni gloria después de haber gastado lo que había recibido como herencia. Su tío
Teodoro Ramírez Carrión, fue quien lo ayudo a realizar su vida, entregándole
dinero para que realice ese proyecto de vida que él no pudo hacer, le dijo: “Tú vas a fundar pueblos. Vas a abrir mundos
herméticos” (…) “tu destino es ser
reconciliador y sanador de heridas”
Esa
historia, con sus hechos, se remonta a 1825. Él, sale de Zaruma, pueblo de origen de sus padres y suyo, en busca de la
tierra que el destino le tenía señalado para fundar nuevos pueblos, y realiza
el viaje para llegar a esas tierras en
las que debía de construir su destino, las que las encontró en un reino del
mundo andino cuyo Cacique era Cosme Chinguel, tierras que comprendían Andanjo,
Pundin, también Vado de Grazas y Barrios que limita con Lalaquiz. Tierras que
están más allá de Pariamarca, llicta y Gualgual, incluido Pajonal Chuiquito y
Sapse., y las tierras donde se asentó a
la que llamó PALAMBRA, donde
estableció su molienda de caña Villaflor
(los indios conocían ese lugar como Sumaqtiki = bella flor), y donde fundó una familia con Clara Adrianzen
Guerrero (ella, nació justo el día en que él llegó a estas nuevas tierras, hija
de Felipe Adrianzen Guerrero y de Graciela Guerrero) con la que tuvo cinco
hijos (Juan Francisco, Telésforo, Manuel Eugenio, Miguel María y Micaela), de
los que murieron los tres últimos, y con Juan Francisco y Telésforo, que
quedaron vivos, realizó el sueño de su vida.. Esta hacienda, lo conformó tres o
hasta cuatro fundos, en la que se promovió la industria de la caña, y el
negocio con el cañazo, la chancaca, las panelas y otros derivados, todo el que
le dio bonanza. Esta conquista en estos reinos lo pudo hacer con el dinero que
su tío le había dado, y así hizo realidad ese gran sueño. Esa es la historia,
en términos generales.
Es
una historia, muy significativa. En ese proyecto de vida, se expresa la
voluntad de realización de vida de dos culturas: la occidental, y la
andina. Manuel Eugenio, representa a la primera, el Cacique Cosme
Chinguel y el Taitay a la cultura
andina. Nada fue fácil, la vida le enseño que “los indios tienen la razón, y
que fueron nuestros abuelos quienes llegaron
y violentaron sus mundos”; y se tiene que aceptar aquella verdad que se
ocultó, que nunca fue dicha: que, los invasores vinieron y les quitaron sus
tierras a los antiguos peruanos, aplicando la más despiadada estrategia,
durante más de tres siglos, impusieron una “sumisión completa a estos seres
humanos”; y, “mucha oscuridad y barbarie vino de Europa a estas tierras y reinos,
a los que por tantísimos años gobernaron dictados desde los cielos, a lo que
tenían una fe ciega, tanto que los llevó a decir ”cuando los astros nos aman no
importa el poder de los hombres, ni la insolencia de quien gobierna, ni los
títulos de tierras que parcializan y fragmentan los mundos, ni las religiones
que crean los hombres”, Y, solo venimos a cumplir nuestros destinos”. En
definitiva, la vida demanda comportamientos leales con todo lo que nos rodea.
Tenemos compromisos con todo lo que nos propicia la vida misma. Depende de todo
ello.” Todos los grandes aconrtecimei9ntos de nuestra civilización están ahí,
en los astros. Luego de una reflexión profunda de todo lo acontecido, y que se
relata en esta historia, bien podemos terminar diciendo “cómo le hemos dado la
espalda a la vida”.
El
día que inició el viaje para realizar su destino, Manuel Eugenio, pudo entender
“cómo duele abandonar la tierra donde has nacido, tu hogar, tu familia”. No es
nada fácil crearse un destino en su principio. No hay nada fácil en la vida. La
vida le enseñó que, “así como te cachetea y te hace beber las lágrimas de tu
propia desilusión, también te hace saborear las grandes dulzuras que la
naturaleza humana ha cultivado”.
Manuel
Eugenio, deja el mundo en el que nació, vivió, creció y se formó, para ingresar
a otro distinto y desconocido, donde la gente tenía una religión arraigada a la
tierra y con una creencia en los astros; mundo, donde “hay ojos por todas partes. Aquí te miran los
cerros. Te escucha la lluvia, te espera el viento y te cantan las aves”, aquí,
“los cerros hablan, los montes escuchan, los vientos te amarran y las lluvias
te ahogan”, y, “los cerros caminan, los
cerros amparan, los cerros hablan entre ellos”. Aquí, todo habla, por supuesto,
sin tener la voz como los seres humanos. El mundo andino, tiene una riqueza
cultural que los invasores no supieron valorar ni cuidar, por el contrario
trataron de destruirla. En este mundo nuevo para él, Manuel Eugenio terminó
creyendo en los indios, en sus tradiciones, en sus costumbres, en su visión de
la vida y en su modo de ver el mundo” Él, aquí volvió a nacer y a levantar un
ánimo y una construcción en un ser humano”. Entendió muchas cosas, aquellas que
creía imposible de ser, por ejemplo comprobar que con un silbido en el mundo
andino podían llamar al viento para arrear las cosechas”; y conoció del
significado e importancia de muchas ceremonias, como “los pagos a la tierra, a los aires los
cariños que podemos darles”, el pago con sorbos de chicha de maíz para brindar
y hacer salud con la tierra, con los cerros, con la naturaleza y con los
astros”; y termino entendiendo que “la formación occidental, la que adquirió en
el mismo mundo Europeo de nada le servía, y tuvo que admitir que tenía que empezar
de nuevo, y la nueva realidad de vida que asumía lo obligó a interiorizarse en
estos reinos. Eso, lo llevo a admitir que había vuelto a nacer, tomando
consciencia de aquello. La vida le demostró que nosotros somos los analfabetos,
porque ignorar esas formas tan antiguas y depuradas que los habitantes del
mundo andino tenían para leer los signos”. Él, a la final tuvo que hacer a un
lado toda la cultura y costumbre que le
impusieron las formas occidentales que tenía de pensar, de mirar, de apreciar
el mundo y las estrellas; el Cacique Chinguel le dijo, aquí rige lo que tus
ojos ven “los pájaros hablan con solo echarse a volar. Las plantas florecen y
en tdoo instante nos dicen cada momento en que nos encontramos”, lo que sucede
es que nosotros no sabemos leer ese lenguaje.
En
esta historia, la del libro, se habla de la colonia de mujeres las Capullanas;, y por boca de Chantalá, la anciana que presidia esa
comunidad, sabemos que la primera
guerrera y libertadora del yugo de los hombres a las Capullanas fue Yékuala; que, este reino se llamó Piyurha (donde moran los dioses); y
contó que “Los hombres salieron a luchar por defender su región, nunca más
regresaron; y que, ellas sobrevivieron a toda clase de inclemencias,
intromisiones, sequias, pestes, pero resistieron y formaron la Hermandad de las Capullanas.
En
más de las veces, leemos un libro y pasamos sin tomar atención a muchas cosas,
y por lo mismo no desarrollamos reflexiones sobre su contenido. Eso, es fruto
de que no somos conscientes de lo que debe ser una auténtica lectura de un
libro. En el de Dimas Arrieta, encuentro muchos temas dignos de reflexión,
por ejemplo el de la escritura en el
mundo andino: Hay que empezar por dejar en claro que,, “la escritura occidental
no es la única grafía donde los seres humanos confían sus emociones, sus
tristezas, las dudas, las reflexiones, sus pensamientos y también sus asombros
ante sus propios descubrimientos” (…) “la pedantería de creer que solo existe
la escritura alfabética y que es la única”, cuánto daño irreparables le hizo a
la civilización humana, se creía que después de la escritura occidental no
existía una grafía con esas potencialidades para transmitir conocimientos y
sabiduría”. La pedantería occidental hizo mucho daño.
Manuel
Eugenio, sentía que estaba cruzando el
puente de la vida hacia otro reino, no sabía si de la oscuridad o de la luz,
pero, sabía que era bueno. Luego de haber vivido lo suficiente y haber
entendido lo valiosos que eran los conocimientos de la cultura andina, se
preguntaba: ¿cómo hacer un pacto con los astros, con la tierra, con la lluvia,
con el viento y con las aguas para vivir siempre y ser después de nuevo un
verdadero Huayrasuncu? Claro, no era
fácil eso. Apoenas si había asomado a ese mundo maravilloso de los antiguos
peruanos. Él, y el Cacique Cosme Chinguel eran conscientes del importante papel
que tenía sus vidas, ellos, decían seremos
el comienzo de un verdadero descubrimiento, y en verdad lo fueron.
Luego
de concluir con la lectura del libro, reviso mentalmente lo que se vivió en esa
historia. Las verdades, siempre han estado ante nuestros ojos, pero, nuestro
entendimiento no se atrevió a interiorizarse en ellos. Pero al fin, la vida
termina por enseñarnos, que “Hay amores de los que uno no se escapa. Esos son
los más fuertes, los cristalinos, los más tiernos, los que nos acompañan hasta
la misma tumba, esos son los amores a la tierra donde uno nace”; y ella, al
mismo tiempo, nos enseña “cómo efectivamente se descubren las cosas y como
realmente se vive en paz con los demás y con uno mismo”.
NOTAS:
(1).-Dimas Arrieta Espinoza, nació en Piura
(Huancabamba, El Faique) en 1964. Licenciado en Educación. Ejerce la docencia
universitaria en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional Federico
Villarreal. Entre las publicaciones que tiene, figuran: “Concierto de la
memoria”, “Recuento de las épocas memorables”, “Orientación de las señales”;
“Homenaje para una mujer soñada, “40 Coros”, Un solo canto”, “Camino a las
Huaringas”, El jardín de los encantos”, entre otras obras.
No comments:
Post a Comment