MARCIA MORALES MONTESINOS:
LA VERDAD DE LA BELLEZA MÁS ALLÁ DE LA PALABRA
Por Teodoro J. Morales de la Cruz
Marcia Ivette Morales Montesinos, nació en Lima el
06 de Febrero de 1984, pero, vivió en la ciudad de Tarma. Hija de Teodoro J.
Morales de la Cruz y Daría Montesinos Blanco. Estudió la Primaria en el Colegio
Estatal Nuestra Señora de Fátima; y la Secundaria, en la I. E. “Ángela Moreno
de Gálvez” de Tarma.
En la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
estudió Ciencias Biológicas, licenciándose como bióloga con la tesis “Revisión
taxonómica de los asteroideos del mar peruano”. Luego, su vocación, la llevó a
estudiar literatura en la Universidad
Nacional Federico Villarreal.
Es integrante de la Casa de la Cultura de Tarma y de
la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) – Filial Tarma.
Ella, empieza a escribir poemas, desde cuando tenía
nueve años de edad. Se formó en los Talleres de Creatividad de la Casa de la
Cultura de Tarma. Sus primeros poemas fueron publicados en “La Voz de Tarma” en
el año de 1993.
Textos poéticos suyos, se han publicado en Manantial
(Órgano de Expresión de la Casa de la Cultura de Tarma),
en “Plumilla” (Órgano Cultural de la Asociación Peruana de Literatura Infantil
y Juvenil (APLIJ) – Filial Tarma,
en “Brisas Poéticas Modernas” (Antología),
en “Tarma Literaria” de Karl R. Bernard,
en “Desde el Recuerdo” (In memorial), publicado por la Casa de la Cultura de
Tarma, publica el poema “Eternidad”.
Ella, empezó a escribir poesía, desde cuando tenía
nueve años de edad, sin embargo, espero convencerse a sí misma que lo que
escribía tenía mérito, para decidirse a publicar un libro, y lo hizo. Eso por
sí solo, dice mucho. Ella decidió tomar este camino, y aquí lo tenemos.
El año 2015, en su carrera de escritora, marca un
hito importante: fue finalista en el “I Concurso de microrrelatos steampunk y
otros retrofuturismos”; publica su primer libro de poesía “Noctem Aeternus. Inconclusiones
vertidas en noches de insomnio”, la revista “La Voz de la H”
publica su cuento “La procesión de los gatos; “La Voz de Tarma” publica su
ensayo “El misterio de los gigantes en la cultura andina”.

En el libro de poesía “Noctem Aeternus. Inconclusiones
vertidas en noches de insomnio”, aborda un tema considerado tabú, la muerte;
por desconocimiento de lo que realmente es y representa, pocos se atrevieron
hablar de ella. No todos tienen la valentía de verla de frente, para entender
el hondo misterio que entraña. En el Perú —en poesía— Marcia Morales Montesinos quizá, es la primera que ingresa a develarla de una manera
fría, cerebral, lejos de una visión romántica. Ella, dice “Estas son mis
inconclusiones vertidas en noches de insomnio y locura (…) Todo lo aquí vertido
representa una parte de lo que actualmente soy y tal vez, mucho de la que ya
no”.
Carlos Carrillo, en el prólogo que escribe para el
libro, indica:
Desde
la imagen de la carátula, esa pintura de Hans Baldung Grieg, Death and de Maiden, nos sumergimos en
una vorágine de letanías de alabanza al dolor, a la incomprensión, a la
desesperanza, para finalmente sucumbir al llamado de la Dama de Negro que nos
espera al final del túnel oscuro del laberinto caótico: “y Tanatos me encontró,
me miró, me habló y me brindó su frío
abrazo” (XLII). A través de la poesía, la muerte adquiere una cariz seductor y
embriagante, haciéndonos desear “dormir el sueño de la eternidad” (XXXVI). Y la
Musa de Marcia no es otro que la misma Dama de Negro.
Es posible que todo lo que se ha escrito, sobre la
muerte: sea nada; por lo mismo, definir el universo poético del libro de Marcia
Morales no será fácil para muchos. Hay que leer el libro, y al hacerlo hay
que poner algo de lo que uno entiende del tema, para comprender lo que digo.
La
lluvia golpea mi ventana,
es
una llamada,
una
invitación a salir,
a
danzar entre las gotas…
entre
esas gotas de efímera felicidad,
gotas
que acarician mi faz desprolija,
gotas
que no temen hablarme al oído y contarme los
secretos
del firmamento,
gotas
que mañana se avaporaran y yo…
volveré
a mi soledad (XVII).
Luego de leer el libro, puedo decir: casi todos los
poetas —que escribieron sobre el tema— se quedaron en una visión superficial de
la muerte, nadie se atrevió a ingresar a
las profundidades de ese universo, para entender lo que realmente representa.
Antonio Machado decía “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras
somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”. Formulaciones
como esa se dieron, y se darán de seguro; o discursos como el de Jorge
Manrique, en sus “Coplas por la muerte de su padre”
Recuerde
el alma dormida,
avive
el seso y despierte
contemplando
cómo
se pasa la vida,
como
se viene la muerte
tan
callando,
cuán
presto se va el placer,
cómo,
después de acordado,
da
dolor;
cómo,
a nuestro parecer,
cualquiera
tiempo pasado fue mejor.
Uno puede leer a William Shakespeare, Francisco de
Quevedo, Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Dario, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, y
todos los que escribieron sobre el tema; y vera que ninguno ingreso a esos
dominios de la muerte, y por lo mismo, no pudieron escribir sobre ella en una
dimensión mayor, del que intuyeron. Claro, parece imposible hacerse eso; pero
se olvidan que —para un poeta— no hay impedimentos para nada.
Los poetas, mayormente loan a la mujer de carne y
hueso, a la que convierten en entelequia de su expresión, y ante ese embrujo,
lloran las desgracias que la vida da, quedándose en esas miserias, que cantan
envuelta en concupiscencia vana, las que
glorifican.
El libro es sabio en su planteamiento, empieza con
este poema:
Sé
que no existe nada más aberrante que una vida sin suenos…
y
¡no soñe!
sé
que mis ojos no fueron concebidos para el llanto…
y
¡lloré!
sé
que la vida debe engendrar vida…
y
¡me asesiné!
sé
que no todo tiene porque ser una cuestión…
pero
coloque signos de interrogación en cada palabra que aprendí.
Viviendo
sin vida
sabiendo
y no siendo
deambulando
inerte por esta prisión llamada mundo (I).
Y cierra el libro, con el siguiente:
Todas
las historias siempre terminan con un final feliz
porque
el final siempre es el mismo…
LA
MUERTE (LX).
El libro, trae sesenta poemas: es, un todo. Habla de
la muerte, tema del que pocos se atreven abordar. Se trata no de un tema
trillado, de esos a los que nos tienen
acostumbrado.
En el estilo, hay una expresión limpia en el lenguaje,
depura la expresión de tal manera que, cada palabra que usa tiene una
función precisa dentro de ese concierto mayor que lo envuelve. Igual, maneja
una síntesis bien lograda. En cuanto al tema: al hablar de la muerte, rasga
aquel velo que impedía a que se la conozca en su real imagen y naturaleza. No
hay un capricho exprofeso, ni ensalza una quimera. Mira de frente a la muerte
como algo natural, aquello que llegara a
todos a la hora debida.
Marcia Morales, como lectora impenitente amante de
la cultura, el arte y la ciencia, supo robarle secretos y misterios a la
muerte, la desnuda y la exhibe de manera fría y calculada. Su palabra no llora
sobre despojos, ni se burla (de ella) en modo alguno, no hay sarcasmo en el
discurso. Su palabra apacible discurre con una fluidez plástica, que gana al
lector llevándolo a desarrollar reflexiones y razonamientos que van más allá de
esa lógica que todos manejan en sus actos de vida, cada día. Ella, se atreve a
ir más allá de todo espacio y tiempo. Dice:
Hoy
mis alas terminaron de crecer,
hoy
levanté vuelo,
hoy
abandoné el mundo real,
hoy
me interné en la utopía del sueño eterno”(XXII).
Para el que vive afincado a esa concepción de
existencia que impuso el sistema en las enseñanzas diarias que se da en casa y
en el colegio, la visión que desarrolla
y descubre el libro de Marcia Morales, resultara extraña para muchos, y hasta
quizá demencial. Puedo decir, los que se atrevieron romper esos cercos que se
tendieron a nuestras vidas, siempre llevaron a realizaciones mayores de las que
se tuvo, así lo prueba la historia; por lo mismo, nadie debe tener temor a ese
“que dirán”, eso, poco importa.
Después
de conocer la belleza de la noche infinita,
después
de sufrir el dolor de la vida,
después
de descubrir el placer de la muerte,
después
de experimentar la armonía de las tinieblas,
después
de todo me encontré tras las puertas de este
infierno
eterno (IX).
Ella, se atreve a abrir las puertas de esa mansión,
ingresa a ella, la recorre y termina hastiándose de todo
Huiste
del mundo de las tinieblas,
te
internaste en mi mundo infraterrenal,
llenaste
de oscuridad todo lo corrompido por la luz,
emanaste
armonía entre mi caos,
trasmutaste
las letanías en melodías
y
al final…
al
final de todo
mataste
mi cuerpo
para
que renaciera mi alma” (V).
Es la eterna lucha que todos tienen, de la que no
han tomado consciencia, simplemente la viven:
Dibujando
incongruencias en mi habitación,
paseando
por senderos de la sin razón,
bailando
al compás de la absurda letanía de la vida,
buscando
oscuridad para guiar mi camino entre tanta luz,
exigiendo
algo de determinación a esta entidad pusilánime que soy yo,
determinación
para ponerse de pie y retirarme al lugar del que nunca debí salir…
LA
NADA(XXXIV).
Marcia Morales dice:
Le
pedí a la vida ser escuchada
y
me negó sus oídos.
Le
pedí al destino ser cobijada
y
me negó sus brazos.
Le
pedí a la locura la felicidad de la enajenación
y
me negó su sin-razón.
Hoy…
le
pido a la muerte seguir con vida
y
espero me la niegue”(XXIV).
Para
muchos esto es una locura. De eso se trata precisamente, de romper esquemas
mentales pre-establecidos, de liberar al hombre de aquello que lo tuvo
embrutecido.
Dónde
está la sabiduría,
dónde
la verdad,
aquello
llamado vida es tan efímero,
la
razón mezclada con lo absurdo,
el
sentido… ¿Cuál es el sentido de esto?,
arrodillada
y rezando a la nada,
idiota
en realidad,
llegar
a saber algo, imposible en verdad,
esa
es la única certeza,
la
imposibilidad del conocimiento de algo”(XLV).
Hay
un reto a todo lo posible; y de todo ello, surge su verdad: la que luego de
seguro, será la de muchos otros.
En Tarma, y en la región Junín, no tenemos un poeta
que se haya acercado al tema de la muerte; al parecer, todos lo rehuyeron, por
ese temor que siempre se tuvo de ella. Todos los que escribieron sobre ella,
se refieren, en una dimensión que queda en una simple
referencia, pero, nadie ingreso a desarrollar un discurso poético en esa
aparente sin razón que la envuelve. Para concluir, bien podemos hacerlo con
este poema del libro de Marcia Morales:
Y
¿cuál es la diferencia entre…
amar
y odiar,
ser
y no ser,
vivir
y morir,
saber
o ignorar?
hitos
inexistentes,
la
nada y el todo compartiendo el mismo cuerpo,
lo
lógico y lo absurdo develando su única identidad”(LVI).