MOMENTOS DEL PROCESO CULTURAL EN TARMA
(por Teodoro J. Morales)
El proceso cultural en Tarma se inicia en el mismo momento
en que el ser humano se establece en ella; sin embargo, en esta exposición me
referiré solo a los momentos que dejaron huella y que marcaron época.
No es fácil para nadie recrear todo ese proceso, de una
realización cultural, que se dio en esta parte del universo.
Claro que, no solo es eso; quizá, lo más importante es
empezar por tener una idea clara de lo que es cultura. Para muchos la cultura
se limita a una expresión literaria o artística, y nada más, no es así. La
Cultura engloba todo el conocimiento humano.
Bien. Ese proceso, desde nuestro punto de vista distingue
cuatro momentos, definidos por los hechos que se dieron: El primero, el de la «Unión
Nacional»; el segundo, surge con la «Asociación de Artistas Aficionados de
Tarma»; el tercero, se da con el advenimiento de la «Generación del Setenta»; y
el cuarto, se inicia con la fundación de la «Casa de la Cultura de Tarma».
Al distinguir los momentos a que tenemos referido, estamos
hablando de una realización como expresión de un trabajo colectivo, y no a la
realización individual de nadie.
El primer momento empieza en 1891, con el
establecimiento del «Comité provincial de la Unión Nacional» en Tarma, a
iniciativa de Enrique H. Díaz.
La «Unión Nacional» ejerció una marcada influencia en Tarma,
por espacio de diecisiete años, de 1891 (en el que se estableció) hasta 1908,
año en el que fallece Adolfo D. Vienrich. Este período distingue dos momentos:
el de 1891 a 1897, y el de 1897 a 1908.
Vienrich a su regreso definitivo a Tarma se incorporó al «Comité
Provincial de la Unión Nacional», asumiendo la dirección de dicha agrupación;
en esa comunidad asomaba la presencia de Enrique H. Díaz, Enrique Herr, José
Castillo Atencio, los más representativos en el primer momento.
La «Unión Nacional», todo lo significativo que hizo, lo
realizó de 1897 a 1908. Del período anterior no tenemos testimonios que prueben
que se haya realizado algo importante. El mérito de Enrique H. Díaz es haber
establecido el Comité Provincial, y haber nucleado en torno a él a los primeros
militantes. No existen archivos que nos permitan evaluar el trabajo realizado
por esa agrupación político-cultural.
La principal actividad que se desarrolló en ese momento, por
las propias circunstancias en las que se debatía el país, fue el periodismo.
Los intelectuales se vieron obligados, por los hechos, a asumir una tarea que
corresponde a los políticos, tanto que el «Círculo Literario» se convirtió en
la «Unión Nacional». Una Institución eminentemente literaria, por los graves
hechos que se daban, se transforma en la institución político-cultural, a fin
de impulsar un movimiento que posibilitara la realización social de nuestros
pueblos; y para hacerlo, optó por el periodismo como arma de lucha. Eran
conscientes que solo así se podría sentar las bases de una consciencia social
en los integrantes de la base social, para luego realizar la obra mayor que se
requería. Entonces, la preocupación primera fue propagar las ideas radicales
para realizar el cambio de esa realidad injusta que se vivía y padecía.
Eso hizo a que se estableciera una Imprenta, y se dirigiera
varios periódicos de propaganda y enseñanza, para que el pueblo bebiera la
savia que debía vivificarles el espíritu. Vienrich, como educador entendió que
la tarea no solo estaba en las aulas, sino en la comunidad toda; había que
sembrar ideas, y para hacerlo tuvo que desarrollar un trabajo importante a
través del periodismo. Esa tarea se cumplió a través de las páginas de «La
Unión», «La Aurora», «La Aurora de Tarma», «La Nueva Simiente», «El Municipal»,
«El Radical» y «La Idea».
La poesía, la música y la pintura, apenas si se promovieron.
Ellos entendieron que lo primero era lo primero; que el resto vendría luego
como consecuencia de la fuerza generada por el propio cambio. Esa era la idea.
Las publicaciones de trabajos de investigación y
creatividad, se ven limitadas a las publicaciones que realizó Adolfo D.
Vienrich.
El segundo
momento
empieza en 1947 con la fundación de la «Asociación de Artistas Aficionados de
Tarma», y su presencia se mantuvo hasta 1976 en el que falleció Pedro D.
Macassi, el principal artífice de esa obra.
La «Asociación de Artistas Aficionados de Tarma», se fundó
un 19 de Abril de 1947; quince personas se reunieron para darle vida, entre
ellas: El Dr. Moisés Luza Otazú, Pedro D. Macassi, Francisco Palomino Herrera,
Enrique Orihuela Amaya, Alberto Medel Gonzáles del Valle, entre otros;
aquellos, se reunieron con el propósito de fundar una Institución para «fomentar
el arte escénico, así como otras manifestaciones del arte i la literatura», así
reza en el Acta de Fundación.
La «Asociación de Artistas Aficionados de Tarma», nace para
llenar una necesidad que se tenía; tanto que, Pedro D. Macassi, dice «llegamos
tal vez en momento oportuno en que se hacía necesario crear un organismo para
orientar i dirigir la inquietud espiritual i cultural»; de hecho que así fue, y
cumplió con largueza ese papel.
La «Asociación de Artistas Aficionados de Tarma» fue una
Institución que participó mayormente en el arte escénico, para el que tuvieron
buena predisposición. Los integrantes, del elenco que tenían, no eran actores
profesionales; ellos, provenían de las distintas áreas de la actividad humana.
Pedro D. Macassi, al ofrecer la velada artística del 4 de enero
de 1964, destacó la importancia que tiene el teatro en la vida espiritual de
los pueblos, señalando que «el teatro era el vehículo alado para la divulgación
del arte y la cultura».
La «Asociación de Artistas Aficionados de Tarma», para descubrir
nuevos valores en la literatura, estableció los «Juegos Florales», instituyendo
como premio del mismo: la «Rosa de Plata»; la «Violeta de Oro», y finalmente la
«Kantuta de Oro».
En los Primeros «Juegos Florales» de 1948 fue ungido como
ganador con la «Rosa de Plata», Alonso Amarillo Miranda.
En 1949 se publica el libro de poesía «Horas Blancas», que
reúne «Rubor de Alba», «Pristinas» y «Canto Vesperal».
En los siguientes «Juegos Florales» fueron ungidos como
ganadores: El Rvdo, Padre Florentino García; María Amanda García Yllanes;
Carlos León Baldoceda; Gaudencia Pita de Estrada; Dr. Hugo Villegas y Gerónimo
Alberto Medel González del Valle.
Hasta donde llega la información, al parecer los últimos «Juegos
Florales» fueron los de 1966; seguiré hurgando documentos a fin de establecer
lo que realmente corresponde al caso.
Puedo decir que de aquella cantera provienen Alonso Amarillo
Miranda, Gerónimo Alberto Medel Gonzáles del Valle e Isolina Lavado Huancaya,
quienes son los más visibles; los que con su trabajo asoman como exponentes de
la literatura tarmeña; de los otros, no puedo decir lo mismo, al parecer la
expresión poética de ellos se dio como algo momentáneo en sus vidas, y luego se
esfumo; no conozco testimonios que prueben lo contrario.
Es posible, que muchas fueron las inquietudes poéticas que
empezaron con esos «Juegos Florales»; para el caso, solo interesan las
expresiones que se realizaron; las otras, de seguro dormirán la suerte del
olvido.
La «Asociación de Artistas Aficionados de Tarma» para
proyectarse a la comunidad publicó «Alma y Paisaje», el que alcanzó a seis
números.
El tercer momento asoma con el «Manifiesto de Año Nuevo»
que aparece en enero de 1970, así surge la «Generación del Setenta» en Tarma,
cuya presencia se proyecta hasta 1992, en el que se da origen al cuarto
momento.
«Tinta Indeleble» (Cuaderno de Poesía) es el primer
testimonio que se publica como expresión de esta nueva inquietud que asoma en
Tarma, el que está precedido de un MANIFIESTO.
Además, este momento, tiene como documentos fundamentales:
El «Manifiesto de Afirmación y Protesta» (Abril 1970) y «Hacia un Nuevo
Absoluto para la Literatura» (Noviembre 1975).
En este momento, es la poesía el género en el que se
trabajó, la que alcanzó una realización consiguiendo un lugar en el cuadro
cronológico de la literatura a nivel regional y nacional.
«Diario Conflictivo de Clase», de Teodoro J. Morales, es el
primer libro de poesía que irrumpe como expresión de este nuevo momento; luego
vendrá «Dimensión de la Palabra» de Carlos Orihuela Espinoza, y «Construcción
de los días» de Andrés Mendizábal Suárez.
Félix Huamán Cabrera refiriéndose a «Diario Conflictivo de
Clase», dice «es un poemario que, sin duda, abre nueva brecha dentro el
quehacer literario de la región del centro. (…) Todo el poemario es una
verdadera toma de posición ideológica de parte del autor frente a la realidad a
la que desenmascara y muestra su verdadera faz dentro de un sistema de alienación
y de opresión. (…) Creo que con Morales tenemos a uno de nuestros mejores
poetas que a través de nuevas rutas plasma formas llenas de contenido social y
claridad ideológica, nos da un testimonio de altura política»[1].
Por su parte Tulio Mora en su artículo «Entre el desarraigo y la tradición»,
dice que «a partir de Teodoro Morales ya se nota un salto. Para empezar,
destierra ese falso tono llorón de mucha poesía rural (y digo falso tono llorón
para oponerlo al verdadero tono elegiaco de poetas como José María Arguedas) y
asume uno mordaz, irónico. (…) A partir de Morales también aparece el lenguaje
coloquial, prosaico, característico de la nueva poesía peruana y que ha sido
aplicado con buenos resultados entre los jóvenes poetas del centro».
Félix Huamán Cabrera, refiriéndose a «Dimensión de la
Palabra», dice: «no es un poemario localista ni regional, es la posición de un
hombre frente al sistema que nos domina, trasciende su individualidad y su
sentido grupal para poder romper el monólogo pequeño burgués»; señala que, el
libro «es de una textura formal innovada
pero que sin duda la configuración de un mundo cuestionable y la posición del
escritor frente a él».
El tercer momento da presencia a la literatura tarmeña, se
proyecta y gana auditorios fuera de una realidad local.
El cuarto
momento
es el de la «Casa de la Cultura de Tarma», fundada el 17 de mayo de 1992. Doce
personas acudieron al llamado que se hizo para fundarla. De los que estuvieron
a mi lado para fundarla, solo quedan fieles a ese compromiso que se asumió
entonces: José Córdova Julca, Gregorio Núñez Cerrón y Julián Loja Alania.
Andrés Mendizábal Suárez, José Espinoza Oscanoa y Orlando Jurado Rodulfo, por
razones de trabajo se retiraron de Tarma, y eso hizo que perdiéramos el
concurso de aquellos hermanos; el resto, se quedó en el camino a lo largo de
esos catorce años de existencia que se tiene. Para mantener viva a esta Institución,
hemos tenido que ir sumando a este trabajo a nuevos espíritus que se
identificaron con los fines que se tiene, y en gran parte esa fuerza viene de
niños y adolescentes.
En ese espacio de tiempo que se tiene, se estableció los JUEGOS
FLORALES «Manuel Bedoya Suárez»; con los que se ha descubierto nuevos valores,
entre ellos: Marco Antonio Oropeza Navarro, Daniel Gutiérrez Ventocilla, Oscar
Rojas Güere; quienes han publicado sus primeros libros.
La «Casa de la Cultura de Tarma», para difundir la cultura
en nuestro medio, está publicando MANANTIAL, no como empresa comercial, sino
como una acción de proyección cultural masiva; tanto que la distribución, de
esta publicación, es gratuita.
Nuestra preocupación no solo es la consecución de la
belleza; queremos además de ello contribuir en la formación de esa conciencia
social que hace falta para emprender una de las mejores realizaciones en
nuestros pueblos, y para conseguirlo estamos estableciendo CASAS DE LA CULTURA
en los Distritos.
Estamos rompiendo esquemas tradicionales, para promover la
investigación y la creatividad; y, eso se expresa en las plaquetas literarias y
libros, cuya publicación se auspicia.
Esta Institución, con la acción que desarrolla ha dado
origen a todo un MOVIMIENTO CULTURAL, cuyo prestigio rebasa fronteras locales.
Todos los días nacen instituciones, las más de ellas, así
como nacen desaparecen. En la existencia de las instituciones, casi siempre,
con el correr de los años pierden la frescura y la fuerza de un inicio; en el
caso de la «Casa de la Cultura de Tarma», mientras más pasan los años su fuerza
crece, su prestigio aumenta.
En ese proceso, a que tengo referido, la preocupación es de
una realización como expresión de una acción colectiva, claro que a lo largo de
todos esos años, surgieron individualidades que vivieron y viven encerradas
dentro de sí mismas, para ellos, lo que importa es una figuración personal o un
egoísmo ciego; en fin, cada quien es dueño de lo que hace.
Antes de concluir, quisiera referirme a ciertas cosas, para
evitar equivocas interpretaciones en lo expuesto. No ignoramos el trabajo de
José Gálvez Barrenechea, cuya obra es expresión de una acción individual. Lo
más significativo de ese trabajo, sin duda, es el poemario «Paz Aldeana», la
novela corta «La Boda», y el ensayo histórico «Algo Sobre Tarma», por
encontrarse Tarma en ello.
Gustavo Allende LLavería, tampoco alcanzó a impulsar un
movimiento cultural. Esa inquietud empieza con la publicación de la revista «Brumas»,
de la que en 1906 salió un solo número; luego, su aporte se limita a
colaboraciones periodísticas. Tenemos noticias que publicó un libro «Valladares»,
del que no hemos logrado conseguir ningún ejemplar. Fortunato Cárdenas Álvarez,
al parecer estuvo dentro del círculo de influencia de la «Unión Nacional»,
pero, aún no he encontrado testimonio que me permita afirmarlo. Grimaldo
González Mayorca, fue toda una promesa que no se realizó, porque no le dio
continuidad a la inquietud que tuvo; pocos poemas se conocen de él, de una
factura indiscutible.
En el tiempo del proceso cultural que ha tenido Tarma,
también se tiene la presencia de Florentino Alcorta, Neptalhi García, Alberto
Vega, Alberto Rivera i Piérola, José Carlos Chirif y Ricardo López Aliaga,
quienes sin haber nacido en Tarma, en algún momento de sus vidas residieron en
esta ciudad, y al hacerlo participaron en la vida cultural. También podría
mencionar a Carlos Aguirre Auvila, Graciela Tremolada Flores y Augusto
Zambrano; están a la espera que nuestra investigación permita descubrir y dar a
conocer la real dimensión del trabajo literario de cada uno de ellos.
La expresión cultural que Tarma tiene a la fecha no nace de
la noche a la mañana, aquella, sin duda, tiene como su primer antecedente el «Círculo
de Difusión Cultural Juan Santos Atahualpa» fundado en 1963. Eso tuvo
continuidad en la acción que se cumplió con la «Asociación de Estudiantes
Universitarios Tarmeños», el «Círculo Cultural Gustavo Allende Llavería», el «Programa
de Desarrollo Integral de la Provincia de Tarma», la «Generación del Setenta»,
así se llega a la «Casa de la Cultura de Tarma». Así se empieza la realización
cultural que hoy se vive. Hay todo un cordón umbilical que une al trabajo
cultural realizado desde 1963 a la fecha.
De hecho, aquellos que se quedaron en el camino a lo largo de estos últimos catorce años, no tienen un trabajo a ese nivel, quizá, esa sea la razón por la que primó en ellos su individualismo para que volvieran a encerrarse en esa torre de marfil, desde donde se contentan con mirar los hechos desde lejos. No es una crítica a nadie. Cada quien sabe lo que hace. En mi caso, siempre aposté por una realización abierta a las grandes realizaciones, y de manera terca seguiré en este empeño, abriendo surcos en todos los terrenos que encuentre. Tengo fe y confianza en el trabajo que se realiza, y de seguro de todos esos surcos que se abren, como un milagro, asomará lo realmente valioso. Hay mucho que hacer aún para alcanzar alturas, pero, espero que de todo lo que se está haciendo asomar a la luz, y el silencio hablara en los años que viene.
NOTA: Capitulo extraído del libro "Extramuros del silencio. La poesía en Tarma", de pronta publicación.
Muchas gracias, Doctor, por la enaltecedora mención y su honorable consideración. Mucho se debe a esos espacios creados por gente como usted para que uno pueda mostrar lo que inspiran las oportunidades.
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