ELEODORO VARGAS VICUÑA: UN
UNIVERSO DE REALIDAD VIVA
Por Teodoro J. Morales
¿Dónde nació?: Es lo primero
que muchos se preguntan. No había una respuesta que permitiera aclarar el
hecho. Muchas eran las versiones que corrían. Carlos Eduardo Zavaleta, dice:
Eleodoro según le oí decir a él mismo, al paso de los años, nació primero en un
pueblecillo de Arequipa, luego en la propia y gran ciudad del Misti, después en
Tarma, ciudad de espléndida campiña; finalmente, aceptó haber nacido en Acobamba”.
Todos creían que el hecho estaba aclarado.
Eleodoro
en una entrevista que le hizo Roland Forgues, dice “vengo del otro lado de la
cordillera, de un pueblo llamado Acobamba, de Tarma” (…“yo permanecí allí
cierto tiempo y luego me fui pero siempre regresaba durante las vacaciones de
diciembre a marzo y entonces empezaba a vivir de nuevo mi propia realidad”.
Él
fue terminante, al decir “No creo mucho en el nacimiento porque sé que es
accidental. De tal manera que, mi nacimiento ha ocurrido en varias partes. Lo
he configurado diciendo que, en realidad: se trata de un nacimiento a la vida. Es posible que eso –en mucho- le
permitió salir de aquel localismo que limitó toda expresión que se dio en
nuestros pueblos, y lo hizo universal; tanto que dice “no pertenezco a la
sierra ni a la costa, sino que estoy integrado a una comunidad más amplia que
es el país y el mundo”.
Eleodoro,
era así, críptico, hizo un mundo de leyenda del lugar donde nació. Andrés
Mendizábal Suárez, aclaró el hecho: Eleodoro
Vargas Vicuña, nació en Cerro de Pasco.
Eleodoro
Vargas Vicuña, nació para ser escritor; tanto que, dice “De niño yo estaba
tratando de registrar todo lo que veía, como los otros niños, pero yo lo hacía
con el secreto deseo de escribir. Tenía una meta “mi ambición consiste en
escribir la novela total que recoja todas las condiciones de vida de mi tiempo,
todo lo que los escritores han dicho del pensamiento, la sensibilidad y el
sentido de la época”, algo en el que estuvo trabajando, pero que no alcanzo a
publicar.
Tuvo
conciencia de su rol como escritor, dijo: “escribo porque necesito comprender
la realidad profunda de lo humano; para ajustarme a este cuerpo del cual estoy
por extraviarme”; es más, agrego “Escribir, en cualquier parte del mundo, es un
acto casi heroico (cuando del descubrimiento de los conflictos de la época se
trata) los que asumen ese rol, fueron prohibidos en su tiempo”.
No
siempre se entiende y comprende una obra literaria; por lo general, el lector
lee un libro y se queda en el simpe argumento, creyendo que es todo; los otros,
que presumen ser especialistas en la materia, se aferran a esquemas
estructurales de la expresión (construcción del lenguaje), que se ha creado
académicamente, y se pierden en argumentaciones que muchas veces están lejos de
lo que realmente representa un trabajo. Para llegar a encontrar el real
significado y valor de una obra literaria, hay que ir más allá de lo que se
acostumbra. No se trata sólo de medir con aquellos metros que se conoce, y se
aplican. Carlos E. Zavaleta, dice “para entender a un artista como Eleodoro
Vargas Vicuña debemos alejarnos de los moldes conocidos y trillados que
sirvieron para entender a otros, pero no a él”.
Todo
academicismo se pierde en esquemas abstractos con los que se ingresa a
laberintos ciegos en los que muchos se pierden en disquisiciones ajenas a lo
que corresponde. Zavaleta, por ejemplo, llevado por su formación, dice,
“nosotros hablamos castellano y tenemos en gran medida costumbres
occidentales”; fundado en ello, pretendió occidentalizar la expresión de Eleodoro
Vargas Vicuña.
Vargas
Vicuña fue claro, al decir: “Mi castellano tiene la sintaxis quechua”, aquello
deslinda su mundo expresivo, por lo mismo, quienes aplican los metros
accidentales para valorar su obra, se equivocan totalmente. Eleodoro alimentó
su espíritu en la sabiduría del pueblo, y, para comunicar ese universo que descubría
utilizó una lengua que él creó, que tiene de castellano y quechua, no siendo en
definitiva ni una ni otra.
En
su obra narrativa “es muy importante no sólo su brevedad, sino su marcado
silencio, su extraordinaria economía de palabras” (…) “pocas palabras y
profundos significados, y luego el silencio”. No invento la realidad que
presenta en su obra, recreó la vida del pueblo donde vivió. No digo donde
nació. En su obra se encuentra todo un universo de realidad social viva. Los
pueblos de Tarma, a través de las vivencias de sus personajes le dieron los
temas que recoge en su obra. Trató de recoger y “decir el pensamiento legítimo
de un pueblo”, y lo hizo, y con ello reivindicó el espíritu del mundo andino y
no permitió que se minimizara aquello, y así nace el llamado “neoindígenismo”.
Eleodoro
Vargas Vicuña fue narrador reconocido, por eso, llamó la atención cuando fue
laureado como poeta. Zavaleta, dice “Una de las sorpresas más notorias que
vivió nuestra generación fue el saber, de súbito, que Eleodoro, siendo
oficialmente un cuentista, había ganado el Premio Nacional de Poesía con su
libro “ZORA” (1959). En verdad, es uno de los pocos escritores que es narrador
y poeta, y bueno en ambos géneros.
Eleodoro
Vargas Vicuña, perteneció a la llamada “Generación del 50”. Él, inicia toda una
nueva corriente en la Literatura Peruana.
Los
estudiosos de la narrativa Latinoamericana creen encontrar coincidencias en su
obra con la de Juan Rulfo, “en el tema rural, desolado, áspero, en la
ingenuidad poética de la visión del campesino y en el estilo de extrema
síntesis y economía verbal de ambos. Aquellas aproximaciones se dan “en el tema
indígena, en el tratamiento poético de la prosa”, y, “en la atmósfera ambigua,
incierta, incluso onírica que conduce al misterio y aún magia a la penetración
psicológica” (Zavaleta).
No
todos los escritores logran, en su obra, sintetizar la realidad social
particular de la que incluso son actores, de la manera magistral, con el que lo
hizo Eleodoro. Muchos se pierden en el discurso verbal, que crea un bosque en
el que a la final no se distingue lo que se trata de mostrar.
El
poeta busca en su expresión la síntesis; y Eleodoro como tal, en su expresión
narrativa, buscó la concreción. No fue ampuloso en su discurso, no fue de los
que le dan vueltas al asunto. En su trabajo, uno encuentra: belleza expresiva;
algo que a muchos falta. No es cosa de lanzar un argumento, mover personajes y
ensalzar hechos; hay que desarrollar planteamientos que permitan crear estados
de ánimo, sembrar principios y valores, hacer hablar a todo lo que existe
dándole una razón de ser en ese concierto mayor que es el universo.
En
la obra narrativa de Eleodoro Vargas Vicuña se distingue dos cualidades: A.- La
estructura breve; y, B.- La belleza de estilo sintético. La concreción de
imágenes o universos en la palabra, fue una particularidad que lo distingue de
los demás. Eleodoro no buscó motivos para su obra, lo encontró en lo que vivió.
DESCUBRIENDO HONDOS
MISTERIOS: Pocos conocen la obra poética de Eleodoro
Vargas Vicuña; mayormente, se conoce su obra narrativa: NAHUIN (Lima, 1953).
Imprenta Ausonia). TAITA CRISTO (Lima, 1963. Populibros Peruanos). Premio
Nacional de Novela Fomento a la Cultura "Ricardo Palma" l964; EL
CRISTAL CON QUE SE MIRA (España l976); y
ÑAHUIN (Lima. Editorial Milla Batres 1976-78).
En
poesía Eleodoro Vargas Vicuña, entregó un trabajo depurado. Su trabajo en
poesía, lo publicó en: “Zora, Imagen de
Poesía”(1984) y “Cántaro de Agua
Enamorada” (1997). En su palabra encuentro esencias de vida, misterios
develados. Es la expresión de una visión mayor, algo al que no se está
acostumbrado. Es una búsqueda de esa razón, que se alimenta de aquellas
verdades eternas, aquello que no alcanzan a comprender ni entender nunca los
más de los mortales, por qué no la conocen. ("Así como/ la tierra, los árboles o nubes,/ tú serás el signo/ por quien vea el gesto interno/ de las cosas y/ pronuncie su nombre verdadero").
¿Cuantos
-poetas- alcanzaron hacer una bella sinfonía, con sus versos? ¿Cuantos
consiguieron encender una lámpara de luz
con su palabra, para alumbrar el horizonte de los demás?, ese fuego, es
el que se debe de encender, para que arda más allá de todo tiempo y de todo
espacio; un fuego que alumbre, y permita ver que es lo que hay más allá de toda
esa superficialidad que nos envuelve; un fuego que arda como verdadera luz de
vida. ("Soy/ el poseedor de lo inefable,/ lo desconocido y eterno./ He visto/ el mar, la montaña y el cielo").
Muchos
tratan de encender la chispa, para alimentar hogueras e incendiar praderas, sin
antes conocer el hondo significado que tiene la luz. Esa falta de conocimiento,
hace que terminen ardiendo como teas o como bonzos en su propio fuego, para
terminar como ceniza de un infierno. ("La vida,/ el amor, se
entrega al mundo en una espiga").
La
verdad, no está ahí en la primera formas que asoma a la vista, no está en el vestido
que tiene cada cosa, ni en el maquillaje que se acostumbra poner a todo, como
una exigencia o necesidad para tratarla de vender. La verdad está más allá y
más acá de lo que se imagina uno. Está en el mismo ser de lo que existe, eso
que no se alcanza a definir, está al alcance de todos en la verdadera poesía.
("mírame a mí, tócame háblame,/
yo no existo/ sino, entonces, cuando tú me miras").
En
todo ese universo conceptual, que desarrolla en su discurso poético Eleodoro
Vargas Vicuña, hay creatividad. El, descubre esa honda soledad, que como un
silencio sabio lo acompañó toda su vida; un querer hablar callando, eso explica
porque la obra narrativa y poética de Eleodoro Vargas Vicuña, no fue vasta. Lo
que publicó es mucho más de lo que muchos publicaron. ("Eres como una puerta indiferente./ No sé si se abre, no sé si se cierra./ Es como si entrara y desapareciera,/ o como si saliera y me hallara amor,/ conmigo mismo, solo, escuchándome").
En
esos dos libros, hay algo igualmente significativo. Los epígrafes que traen al
comienzo, son como un cordón umbilical que los une en una misma verdad, y su
milagro. La primera dice: "Soy,
porque amor"; y, en el segundo, dice: "Busco en la oscuridad, donde alumbras". Eleodoro Vargas
Vicuña, por eso dice: "No se sienten ni se explican los dos libros
separados, son el cuerpo poético de una búsqueda de toda la vida". ("allí, el Amor mira por mis ojos,/ toca el cielo con la mano,/ habla los designios por mi boca;/ ahora, en el verano de la yerba/ cuando el mundo es tu cuerpo,/ tu cuerpo es el ánima del mundo").
Hay
misterios que la palabra descubre con ingenio. En su poética hay una verdad, de
la que pocos son dueños. En toda esa construcción, como elementos básicos de
vida está el agua, está el fuego, está la tierra y esta el aire. Sumados todos
ellos, está la vida. ("Como tu
verdad, la espiga, es el poder./ Como
éste poder es la vida, dime/ tú,
constructor; raíz, de la palabra").
No
es una simple concreción formal la que alcanzó, hay un logro mayor de vida en
la forma y en la esencia de su palabra, ese milagro de vida late en su verbo.
("Es ella una visión de greda y
fortaleza; / su corazón/ germina en la palabra ingenua que renueva").
El
poeta llegó a conocer que "el Hombre es la conciencia, el corazón del
Universo". Hay un filosofar, en su poesía, cuando dice: "Estoy hablando como él con seguridad diría:
Tienes que sentir las cosas para saber lo que verdaderamente piensas".
("Vuelvo mis ojos a ti. / A la lluvia que te fertiliza, / a lo que arde y alumbrando / desaparece").
Toda
esta verdad está en el libro, en la palabra poética de Eleodoro Vargas Vicuña:
en él, no hay sólo una anunciación de algo, está la vida misma, alumbrando como
una verdad, aquella que está en uno desde siempre, respirando con dificultad a
veces, pero está viva. ("lo
permanente crece. / Y soy / la total presencia de los frutos").
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