ELMYS GARCÍA RODRIGUES: EL ESPLENDOR DE SU PALABRA
EN MEDIO A UNA ANGUSTIA
Por Teodoro J. Morales
En los poemas
de Elmys García Rodrígues, poetisa cubana, encuentro alimento que reconforta,
abre la imaginación que permite ingresar a otros cielos.En verdad, no siempre uno
dialoga con los versos de alguien. La palabra de Elmys García, llega, impacta, y uno lo asimila. Dice (“No te detengas, / ¡Ven a refugiarte / en mi
soledad! – Distancias).
Muchas
veces, creemos, haber cogido con las manos aquello que se requiere para ser
feliz (realización humana); o haber alcanzado lo mejor en el tratamiento de las
formas de una expresión (realización artística-literaria); pero, en más de las
veces, eso no es cierto: se esfuma y se hace nada. (“Estaba segura/ de haber
compartido lo mejor/ con el hombre/
que asoma cada noche a mi ventana, /
el cual tuve que dejar al enterarme/
que no estaba preparado/ para hacer el amor a veces/ con la misma
mujer.-“ Habitando las sombras de
mi cuerpo.
La
verdad, casi siempre, no hace bien a nadie, cuando uno la encuentra. En medio a
ese esplendor que da luz al entendimiento, asoma (al mismo tiempo) aquella
angustia que siempre la acompaña: (“Este
hombre / vino de repente / y sin pedir permiso / echó abajo la puerta/ y se acostó en mi cama”. – “Luego se marchó/sin decirme quien era/ y no me dijo adiós”.- Un extraño).
Hay
muchas cosas, para las que no se está preparado. En ese vacío vive la náusea,
con su desazón a todo. Ahí uno la encuentra, precisamente, en el fin de todo, que
termina por ser el comienzo. La naturaleza humana por si sola, es compleja;
pocos, alcanzan a descifrar sus misterios vivenciales: (“Prefiero llevar tu espacio /con
el mío/ para que duela menos/ ya no tengo sitio entre tus sábanas / desde que descubriste que mis ojos/ miraron otro cuerpo” Para olvidarme de los nombres).
Hay
cosas que tenemos que empezar a entender, para superar ese modo de ser que nos
encadena a la piedra, o al animal primario que nos habita. Tenemos que empezar
a dejar de ser conservadores; y atrevernos a todo. Hay que empezar por vencer
al miedo, luego todo será fácil: (“Aquí
estoy/ erguida/ sin ropajes,/ comiendo fuego/ al compás de
las hormigas/ con una ilusión/ entre los dedos”.- Fiebre”).
Todo
conformismo es fatal, es, el peor enemigo de todo; aquél castra, sin remedio a
la persona en su deber ser; termina por matarle la misma razón de vida. Hay que
atreverse a todo, sólo así se podrá descubrir la verdad de todos los enigmas a
los que se vive encadenado, hay que desnudar a la verdad hasta no sentir
vergüenza de lo que somos, aquello nos esclaviza: (“Aquí no llega nadie/ a romper las ataduras./ Han pasado los cerrojos/ para que yo no pueda/ escapar por la ventana”).
La
soledad, es el más grande enigma que se tiene. En el corazón de la palabra, de
un poeta, está la respuesta a todas las incógnitas que existen y se conoce. La
verdad más triste es la que se descubre, cuando se corre la cortina. Ahí está
brillando hermosa como una joya, desde siempre, la desnudez de uno; el precio
que se tiene que pagar para conseguirla, es demasiado grande: (“No lo descubras / deja que el viento se encargue/ de revelar el secreto.- Lejos
de toda duda los dioses también se equivocan).
La
libertad es algo propio y necesario al ser vivo; sin embargo, hemos terminado
por asilarnos en un silencio como la última trinchera para hacerlo un triunfo.
No siempre se puede ser feliz en una cárcel como esa; en mi caso, tuve que
atreverme – con mi palabra- a abrir ventanas a
mi cuarto cerrado, para ver que el mundo existe; y por su parte la
poetisa, dice: (“Aún tengo la palabra/
más alta que otras veces”.- Yo vengo a ofrecerte mi corazón”).
La
poesía está en uno, es manifestación de vida; se encuentra en las cosas más
inesperadas que se dan. Es cierto que el amor es lo más grande que se tiene. ¿Cuántos alcanzaron a conocerla?
Muchos en el intento de llegar a ella, terminan ardiendo como teas hasta
convertirse en ceniza, para renacer luego de entre ella, y crecer como llama
eterna que purifica y salva. (“Me quedo
contigo/ y con esos veinte años/
que te sobran./ Lo sé por esa extraña manera/ de
mirarme a los ojos, / por la ternura
que imprimes/ al tomarme las manos”.-
Distancias).
Hay
tantas cosas que, luego de haber llenado nuestras vidas, termina en más de las
veces, sin tenerse conciencia de nada. Tantas cosas dejamos, sin valorarlas; no
las tomamos en cuenta, porque estuvieron siempre al lado de uno; pero, cuando
las perdemos, recién reparamos en el valor que tenían. En más de las veces,
tomamos a todo, como simples cosas en un mero acto de posesión; un acto
mecánico de vida, eso, es lo que nos pierde. Ese modo de ser hace que olvidemos
que somos seres humanos, que tenemos valores, sentimientos. Tenemos que volver
a ser, a reconstruir conductas. Muchos están ciegos. El poeta con su palabra,
trata de hacer eterno lo mejor de todo lo que existe; por eso, tomándole
palabras a la poetisa cubana, pudo decir: “No
todo está perdido/ aún me quedan las manos, para alcanzar el fuego”. --- (“Desde
mi sitio de cenizas/ escribo este poema sin riesgo alguno,/ no para que me
aplaudan/ sino para que entiendan,/ que por el temor a quedarme sola/ invento
mi propia realidad”.
En
verdad, cuantas veces ardemos en ese fuego, hasta convertirnos en ceniza, desde
las que nos levantamos infinidad de veces- para caer en lo mismo. La pasión nos
convierte en aquel fauno, que hace que nuestro instinto nos descubra –al fin- lo que somos; desde donde,
volvemos como un dios extraviado a este
mismo infierno, donde “Escucho voces que
me reclaman/ como si algo mío les perteneciera”.
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