MARÍA EMILIA CORNEJO: EL DESPERTAR
Y
APRENDIZAJE DE LA VIDA
Por Teodoro J. Morales
Nació en Lima en
1949, y murió en setiembre de 1972, producto de una sobredosis de pastillas. Se
dice que, se había casado con Oswaldo Márquez. Tenía 23 años, cuando inicia su
viaje a la eternidad. El libro “En la Mitad del Camino Recorrido”
(1989), poemario póstumo, publicado 17 años después de su muerte, reúne 31
poemas divididos en cinco secuencias.
Ella,
en 1970, de manera confesional, se refiere a su inquietud que marcaría el
camino de su vida: “Escribo desde temprana edad, con breves y largas
interrupciones. A mi estancia en tierras mexicanas debo el haber empezado a
escribir más o menos disciplinadamente. Actualmente trabajo y trato de estudiar
un poco en la Universidad, aunque sé que terminaré siendo siempre autodidacta”
(María Emilia Cornejo: El Sinóptico de la Poesía del 70” – Armando Arteaga).
Ella,
estudió Literatura en la Universidad de San Marcos, y, participó en el Taller
de Poesía dirigido por Hildebrando Pérez Grande y Marco Martos. El primero de ellos, refiriéndose a ella,
dice “Una tarde llegó María Emilia Cornejo, envuelta en el humo de su eterno
cigarrillo, un poncho inquietante para resguardarse del frío y la soledad y ese
aire sospechoso de no saber hacer con su vida”;
entretanto que el segundo, recuerda “vino al Taller de poesía de San
Marcos, se formó acá”.
Los
primeros poemas de María Emilia Cornejo, según se sabe, fueron publicados en
1970 en la revista “Gesta”; Isaac
Rupay, en 1973, publica los poemas emblemáticos que la inmortaliza (“Soy la muchacha mala de la historia”, “Como tú lo estableciste” y “Tímida y avergonzada”), en la revista
literaria “Eros”.
No
hay que ser mezquino, sea cual fuera la verdad. “Ella se atrevió a presentar
una voz femenina como yo poético que desnuda su pudor y condición de mujer para
plasmar las contradicciones entre la vivencia del cuerpo y las consecuencias de
sentir, amar y sufrir por ser el complemento del varón y ser ella misma”; al
parecer, luego de su muerte, intereses ajenos al suyo como escritora y ajenos al real contexto de su expresión, la enrumban como
“la iniciadora de la nueva corriente del erotismo de la poesía en el Perú”;
Marco Martos, al margen de ciegos pasionismos
e intereses, ubica la expresión de María Emilia Cornejo en lo que
realmente corresponde, dice “ella abre una ventana a lo desconocido, yo no sé
por qué le dicen “poeta erótica”, yo creo, que el erotismo aparece en su
poesía, no es el rasgo principal, el rasgo principal es la categoría mujer, que
ella reclama” (Marco Martos: “La Poesía nunca me ha defraudado, es mi manera de
estar en el mundo” de Juliane Angeles) - (1)
María
Emilia Cornejo, dice: (“hubiéramos
querido tener en nuestras manos / la
eternidad de nuestras vidas”). En verdad, no sabía que había nacido con
ella. Tuvo que morir, para que esa verdad hablase por si sola.
Al
parecer, la vida no le fue fácil; dentro de ella, se debatía dilemas y
conflictos … “miedos milenarios por
salir”. Todos tenemos, en nuestras vidas, que enfrentarnos a realidades
difíciles para realizar el proyecto de vida que nos proponemos hacer hablar.
Ella, tuvo que vivir, enfrentarse a todo, sufrir hasta hacer sangrar su vida,
para escribir sobre ella. Solo así pudo entender muchas cosas, llegar a la
verdad que se le negaba conocer: (“sólo
ahora / cuando me siento en la mitad
de todos mis caminos / atada a
frases hechas / a cosas que se hacen
por haberlas aprendido / como se aprende una lección de historia,
/ puedo pensar / que de nada sirvieron los consejos / ni las interminables conversaciones con tu
madre, / y esas largas horas de mi
vida / perdidas / en aprendizajes extraños / sobre pesas y medidas, / colores / y / sabores / y / en el vano intento de ir tras el sol / tras el vuelo de los pájaros, / de repente quiero acabar / con
mi baño de todas las mañanas, / con
el café pasado, / con mi agenda
cuidadosamente estructurada / de
citas y visitas / a las que asisto
puntualmente; / pero es tarde / hace frío / y estoy sola”).
La
verdad estuvo en ella, adherida como un vestido a su vida, como algo
inseparable que era su verdad a todo. Eso no lo sabía. Ella, se abre en su
expresión, al hacerlo, hace sangrar su vida, la desgarra de tal manera,
enfrentándola a esa formación conservadora de sus contemporáneos; desnuda su
alma, exhibe lo que era considerado pecaminoso; y fue descubriendo a la vida,
como conocimiento en un libro: (“tímida
y avergonzada / dejé que quitaras
lentamente mis vestidos, / desnuda
/ sin saber que hacer y muerta de frío
/ me acomodé entre tus piernas / ¿es la primera vez? / preguntaste, / sólo pude llorar. / oí que
me decías que todo iba a salir bien
/ que no me preocupara, / yo recordaba las largas discusiones de mis
padres, / el desesperado llanto de
mi madre / y su voz diciéndome:
/ “nunca confíes en los hombres”.
--- “Comprendiste mi dolor / y con infinita ternura / cubriste mi cuerpo con tu cuerpo, / tienes que abrir las piernas, murmuraste,
/ y yo me sentí torpe y desolada”).
Ella,
se enfrenta a un mundo lleno de convencionalismos, en el que vivía presa como
en una prisión donde, de manera obligada, tenía que vivir como algunos querían.
No se dejó anular por el sistema, y
entendió que la mejor manera de enfrentarse a eso era romper aquel cerco de
esclavitud que se había impuesto, usar la palabra como la mejor arma para
conquistar esa libertad que no tenía y que se le negaba. Empezó por enfrentarse
a tabús, como la sexualidad; y en su tarea liberadora hizo lo que tenía que
hacer. Dice (“después de un lento
aprendizaje / pude reconocer sin
equivocarme / las formas de tu
cuerpo, / besar tiernamente tus
mejillas / y saber con exactitud
/ las dimensiones de tu falo, / ahora, cada encuentro se convierte / en el hecho cotidiano de besarse / meternos en la cama y repetir / los movimientos del amor / tu cuerpo se estremece a cada orgasmo,
/ yo te pido más / y en la necesidad de recuperarte / mis labios exploran tu pubis, / para entonces / cansado y sudoroso / mis
senos abrigan tu sueño”). Lentamente va mostrando a todo el mundo, algo que
bien se conoce; algo que se realiza casi constantemente sin que nadie se asuste
de ello; pero que, cuando se muestra a la luz se escandalizan, y se quiere
negarla; ella, con su expresión da, como una bofetada a esa falsa moralidad que
se pregona; ella, descubre y va desojando pétalo a pétalo esa margarita que es
la vida (“entro lentamente por tus venas
/ hasta inundar / todos los rincones de tu cuerpo / rescato
tu nombre milenario / en cada
arteria / te pierdo y me encuentro
/ en la profundidad de tu mirada / sin compañía alguna / invado tus pulmones / y vivo / y me recreo / con el aire
que respiras / avanzo por debajo de
tu piel / y organizo con exactitud
/ el metabolismo de tus penas / y tu cuerpo se convierte / en la zona sagrada de mi vida”). Son
lecciones, en las que ejerce todo un magisterio con una sabiduría que asusta,
por la sinceridad de su discurso (“descubrimos
las mil formas del amor; / mis senos
como palomas alimentaron tus angustias / y tus pasos de perdían locos en la llanura de mi vientre, / ¡oh! fauno enamorado / cabalgas sobre mí desesperadamente. / tus labios tomaron posesión de mi sexo
/ y una lluvia de estrellas baño
nuestros cuerpos / y tu semen vino a
mí curando todas mis penas”).
Muchos,
toman la vida a la ligera: la ven superficialmente; pocos, se atreven a
interiorizarse en ella. Para nadie la vida es fácil. Hay que saber conquistar
la dicha para que sea lo que se desea. No es cosa de repetir lo que se dice de
ella, o lo que vivieron otros, para creer que
eso basta. Es tan compleja la existencia; cada uno, tiene que encontrar
su camino para llegar a esa meta donde le está esperando la muerte, para darle
descanso. Hay que saber vivir con entereza y valentía.
En
la poesía peruana, María Emilia Cornejo, asoma a fines de la década del
setenta. Irrumpe con una expresión atrevida a su momento. Muchos se rasgaron
las vestiduras, palidecieron, al escuchar o leer sus poemas; ella, se atrevió a ser lo que tenía que ser
por sobre todo: POETA. Eso la inmortalizó. Se ha dicho, que “en los pocos
poemas que logró escribir dio un vuelco a la poesía peruana escrita por
mujeres” --- “que la mayor porción de la poesía escrita por mujeres en todo el
siglo XX ha sido una poesía edulcurona, repetitiva, poco creativa”; y que, su
expresión “se atrevía a trastocar los roles en la sociedad patriarcal, porque
abordaba la inconveniente, y hasta cierto punto, lo prohibido”. Ella, por todo
eso, gano un lugar donde la gloria le rinde homenaje; por qué, “se atrevió a
presentar una voz femenina como yo poético que desnuda su pudor y condición de
mujer para plasmar las contradicciones entre la vivencia del cuerpo y las
consecuencias de sentir amar y sufrir por el ser el complemento del varón y ser
ella misma”.
Su
poema emblemático, dice: (“soy / la muchacha mala de la historia, / la que fornicó con tres hombres / y le sacó cuernos a su marido”. --- “soy la mujer / que lo engañó cotidianamente / por
un miserable plato de lentejas, / la
que le quitó lentamente su ropaje de bondad / hasta convertirlo en una piedra / negra y estéril, / soy la
mujer que lo castró / con infinitos
gestos de ternura / y gemidos falsos
en la cama”).
Muchos
leyeron sus poemas de pasada, pocos se detuvieron a compartir sus emociones
intensas, a tratar de comprender ese deseo de vivir y de amar de manera
verdadera. Nadie escucho su voz, y en 1972 se suicidó. Tenía 23 años, pero
vivió la vida, en una dimensión que pocos lo hacen.
Leo
sus poemas, y encuentro en ellos una honda soledad; aquella, se había adueñado
de su ser: (“la soledad abrumadora de
mis días / se acrecienta en mis
oídos / hasta hacerlos estallar,
/ ya nadie respeta mis decisiones; /
soy la hija extravagante y loca / que hay que rescatar. / entonces / cada palabra mía se convierte / en un grito desgarrador / sin
eco y sin respuesta”).
Su
vida –en su palabra- se hizo mito, y ahora es leyenda. Nadie, ni ella misma,
esperaba que su palabra abriera nueva brecha en la expresión. Marca un antes y
un después. Quiso amar y ser amada; y para alcanzar ese sueño: se atrevió a ser
libre a su manera, y vivió sin temor a nada.
Ella,
nació para marcar un hito como mujer en la poesía peruana. Hildebrando Pérez
Grande, bien dice “Los poemas de María Emilia han crecido desde entonces ante
los lectores y seguirán creciendo más sin duda alguna; es más, creo que
alcanzarán alturas insospechadas al margen de las acertadas propuestas o
enmiendas que es ese entonces José y Elqui le alcanzaron a la muchacha mala de
la historia. El tiempo ha legitimado su autoría. En el imaginario y en el
paisaje de la poesía escrita por mujeres en el Perú, siemPRe estarán fundidos aquellos
poemas con la imagen de aquella joven que, una tarde sin nombre, ingresara al
Taller de Poesía de San Marcos envuelta en el humo azabache de su cabellera
nocturna”; y así será.
La
presencia de María Emilia Cornejo fue fugar. Armando Arteaga la conoció, y al
describirla, dice: “misteriosa y silenciosa, amable y agradable en su
conversación, su presencia frondosa y su ternura ideal”. Así seguirá
viviendo. “Su temprana muerte segó una
personalidad de talento que, a tenor de los textos transcritos, representa una
voz individual, tersa, capaz de transformar la angustia y el desencanto de una
especie de parábola sobre el amor y el tedio, la soledad y la auto destrucción”
(Antología de la Poesía Peruana, Tomo II (1960-1973). Prólogo, Selección y
Notas de Alberto Escobar. Ediciones PEISA, 1973). No la conocí personalmente,
ella llegó a mí a través de su palabra, y vivirá siempre en mi espíritu.
Ella,
apenas si se dio un espacio limitado de tiempo para vivir, y le bastó para
hablar de su verdad; ella, vivirá siempre “como la adolescente, la
contestataria, la que se atrevió a develar la verdad y lo hizo, para decirlo
con sus palabras “como una piedra que cae” y que deja para siempre sus ondas en
el agua” (Mariela Sala).
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