HILDEBRANDO PÉREZ GRANDE
(BÚSQUEDA DE UNA EXPRESIÓN
NACIONAL)
Por Teodoro J. Morales
Hildebrando Pérez Grande. (Poeta, docente
universitario, editor, periodista). Nació en Lima el 27 de octubre de
1941. Profesor principal de la Facultad
de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, dirigió
el Taller de Poesía de dicha Universidad junto a Marco Martos. Fue Director de
la revista de Poesía PIELAGO (1960), Codirector de la Revista HIPOCRITA LECTOR
(1970). En 1978 gana el Premio de Poesía
Casa de las Américas con su libro “Aguardiente
y otros Cantares”. Fue Subdirector de la revista de cultura PUENTE – NIPPI
(1980). Director Académico de la revista de Arte y Literatura MARTIN.
El 21 de mayo del 2013, recibió el Premio Internacional de Poesía Rafael
Alberti, “por la alta calidad lírica y por el intenso humanismo que
conlleva su discurso poético”. Tiene publicado: “Epístola a Marcos Ana” (1963); “El sueño inevitable” (1963); “Sol,
de Cuba” (1979); “Aguardiente y
otros cantares”, 1ra edición La Habana – Cuba 1978.- 2da. Edición Lima,
1982.- 3ra edición Grenoble Francia 1991.- 4ta. Edición Lima 2001, bajo el
título “Aguardiente for ever”.
La crítica literaria, valorando la poesía de
Hildebrando Pérez Grande, dice “Hallamos en los versos de Hildebrando Pérez la
conciencia milenaria del hombre de los
Andes, tal como ha vivido en las formas poéticas folklóricas: sentido de la
tierra y del paisaje, sensibilidad que se expresaba a través de delicadas
menciones a elementos de la naturaleza honda solidaridad humana, comunal.
Elementos naturales de tradición folklórica como la paloma, el agua, el trigo,
las retamas, etc, se integraban en fragmentos que no constituían un calco, sino
una recreación de formas populares como el huayno… Hildebrando Pérez, muestra
una voz propia que se nutre, no solo de una sola tendencia determinada, sino de
muchos afluentes (…) “no es un conceptista, es un poeta que se expresa por
imágenes, y estas se encuentra nítidamente recortadas. Sus imágenes no son
símbolos convencionales que poco a poco, van apagando su brillo,
lexicalizándose; son referencias directas al mundo circundante” (Raúl Hernández
Novas).
Hildebrando Pérez, refiriéndose al título que dio a
su libro, dice “Aguardiente” obedece
al homenaje cálido que ofrece a los hombres humildes del área andina, que demás
del licor representa las batallas perdidas y/o ganadas por una justicia social
que aún no llega”.
La poesía, es como el agua regia de la creación, o
algo como el numen que la vitaliza. Es
el feliz hallazgo, de la esencia de lo que se es. Existe infinidad de caminos
por los que se puede llegar a ella. Unos se adentran hacia universos de un
absoluto que pocos pueden comprender; otros se maravillan con la piel, con el
color y el sonido; pocos son los que asumen un
compromiso de afirmación humana. La poesía no conoce de fórmulas
secretas, ni de caminos obligados para llegar a la forma. El auténtico poeta,
es aquel que abre nuevos caminos para descubrir el lenguaje que habita en cada cosa.
Vuela, Poesía vuela,
Vuela si quieres volar;
cruzaríos
pasacalles
rompemuros
habla
por los que no pueden hablar.
Hildebrando Pérez Grande, asoma como revelación con
“AGUARDIENTE” (1), libro con el que se hiso acreedor al premio de Poesía “Casa
de las Américas 1978”. No es el constructor de imágenes ciegas; ni su expresión
es un montón de palabras asidas al vacío. En ellas descubro la sabia
versatilidad de un creador, de alguien que sabe dar ese soplo de vida a lo que
hace. En su expresión, trata de reencontrar las raíces culturales de algo que
se disgrega y pierde. Es una búsqueda, como necesidad urgente de consciencia.
No es el simple conocimiento de un aprendizaje. Su poesía es la respuesta a
interrogantes a las que siempre se le impuso silencio, y la hace hablar luego
de haber descendido hasta los mismos orígenes del tiempo, desde donde se
levanta dándole proyección a ese espíritu que siendo nuestro fue negado. Dice:
(“La luz de todo lo perdido nos envuelve/
con el leve jazmín/ de la nostalgia. Sobre la dura corteza/
de los años, buscamos/ un amor, una palabra/ amiga, la huella de los compañeros./ La luz de todo lo perdido nos envuelve/
con su dulce brebaje/ de amargura. Bajo el húmedo polen/ de los sueños, en el frente/ del amor hay más revéses que victorias./
(No siempre la plenitud es nuestra
sombra)./ La luz de todo lo perdido
nos envuelve/ con la bruma postrera/
de estos tiempos. Y marchamos/ a la intemperie, cara al sol, sorteando/
halagos, emboscadas, amarillentas/ ilusiones que oscurecen el camino./ La luz de todo lo vivido nos envuelve/ como ahora y en forma victoriosa/ la invicta bandera de los pobres”). En
este poema, todo está dicho: La vida, en su dura travesía con sueños y
esperanzas. La vida, hay que saber hacerla
victoriosa; el poeta, bien podría decir concluyendo ese discurso: (“Y no sé si es una brisa levantisca o el
devenir incontenible/ del tiempo/
de la dicha que me impulsa a decir
tierra/ mía, unidad, venceremos./
(La hoguera que ilumina este rito no es
más que el temple/ y la razón/ de aquellos que cayeron y aún permanecen en
pie,/ cantando los designios de la
historia)./ Y en un instante la palabra se desborda como un río de luz/ y bandera./ He allí nuestra heredad: engendramiento o extermino,/ teoría y praxis, realidad y/ o deseo”.-
Medium).
Muchacha de las retamas,
rocío de la mañana.
Muchacha de luz serrana,
vasija de fuego y agua.
La gracia de tu mirada
muchacha cordillerana,
vuela como una campana
muchacha de las retamas.
Muchacha de porcelana,
flor encendida en el cielo.
Muchacha de las retamas
luna de almendro y olvido”.
No todos vuelven los ojos hacia aquel espacio, donde
se pierden las huellas de lo que somos; la fuerza del olvido hace que mucho de
la que se es dueño se pierda, sin tener
conciencia de la importancia de aquello. Es necesario encontrarnos en esta
búsqueda, para –luego- con clara consciencia de lo que somos realizarnos. El
poeta, trata de reencontrarse con aquel yo que es nuestro, y con el construye
una identidad. Trata de ser dueño de algo que sabe que nos pertenece. Trata de
encender aquella luz en su entendimiento, para poder caminar por donde debimos
de haberlo hecho siempre. Pocos realizan un trabajo dentro de una concepción
como esta, preocupada por la identidad como sello que da personalidad. Casi
todos se pierden en la forma y en el ritmo, de la expresión de un mundo
alienado, donde pocos son dueños de una personalidad que los distinga.
Manzanita señorita y
mañana nos fugaremos,
mañana nos fugaremos
burlando a la autoridad.
Mi pueblo será tu pueblo
tus ojos serán mi luz,
tus ojos serán mi luz
como la lluvia de enero.
Lunita señoritay
sólo los dos nos amamos,
sólo los dos nos queremos
como retamas ardiendo.
Ay, china, ay, negra,
tu pueblo será mi pueblo
no de ningún
gamonal,
mi señorita, manzanitay.
En poesía, pocos son dueños de una expresión con
espíritu de autenticidad, y con personalidad. La mayoría trata de imitar, de
ser semejante a otros; menos, ellos mismos. No hay independencia, ni
creatividad. No dejan de ser simples remedos de fórmulas aprendidas, de giros
ensayados dentro de otra filosofía y otro hábitat. Mucho de lo que se ha
escrito pierde valor, por esa realidad, que
tratan de ocultar.
Un día despertarás, muchacha, a la sombra
de un eucalipto alto y transparente.
Y ya no serás.
Y ya no serás un sueño o un deseo.
Y ya no serás un sueño o un deseo sino la
suave, ardiente
piel
que la ceniza impaciente de mis manos
adivina.
En este libro, encuentro el comienzo de algo
importante que se va realizando de modo pleno; así se llega, a “Aguardiente for ever”. Hay una
propuesta que se desarrolla recogiendo raíces de una expresión que vive en el
pueblo; al Perú, hay que empezar a rescatarlo desde esos niveles que trasciende
a nuestros orígenes. Ese absoluto, que algunos curas dogmáticos trataron de
borrar; al igual que algunos políticos dogmáticos, en nuestro tiempo, tratan de
vendernos lo incomprable. Todo se ha desdibujado, hasta grados que resulta
verdadera afrenta a lo que somos. Es triste, por ejemplo, ver como nuestra
música se ha degradado a tal punto que la desconocemos; y es que –al arte- se
le ha antepuesto intereses ajenos, comerciándolo.
Hildebrando Pérez Grande, en “AGUARDIENTE”, entrega algo más que un libro de poesía; con
él, marca el comienzo de algo que asoma como expresión valedera aún no siendo nueva, entrega toda una
propuesta de vida en la palabra, como expresión nacional, diría yo.
En el libro, hay algo más que una identidad que
renace; en ella, también, encuentro el alumbramiento de una esperanza, de la afirmación de una fe, la realización
de la vida en la alegría. (“Un día
despertaras, muchacha, a la sombra/ de
un eucalipto alto y transparente,/ Y
ya no serás,/ Y ya no serás un sueño,/ Y ya no serás un sueño o un deseo,/ Y ya
no serás un sueño o un deseo sino la suave, ardiente/ piel/ que la ceniza
impaciente de mis manos adivina”.- (BANDERA/MARIPOSAS/NOMEOLVIDES).
La vida está hablando en el tiempo, y en frash back
asoma la presencia de Mariategui, Heraud, De La Puente Uceda, Chang y otros; en
ellos habla la historia con hechos de
vida que dieron. (“Para sembrar el amor,
la luz y la rebelión,/ entre los
hombres; con distinta piel,/ con
otros ojos, mañana/ volveremos”- “Luis
De La Puente Uceda).
El poeta con su palabra enseña que, ellos no
vivieron en vano, y que ni el olvido puede borrar esa eterna presencia en
nuestra memoria (“A través de mudos y
sombríos/ calendarios/ surge/ la luz de tu palabra./ Sobre
el antigua tapiz de la amargura/ brilla/
tu nombre derramado/ como un río hacia el mañana,/ El agua turbia del silencio/ no mezclará/ tu voz con el olvido”.- Javier
Heraud). No se disfraza la verdad con palabras enrevesadas, la
expresión refulge con luz que ennoblece el espíritu de quienes vivieron para
dignificar la vida, y eso asoma como agua cristalina en la que se lee y llega
claro el mensaje (“Pensar en la materia ausente no es historia:/ la memoria nos
dice que es resplandor amado” (…) “El hombre no es una naturaleza muerta:/ el
tiempo declara que vive, que construye./ Y si esta tarde sollozo a orillas de
una tumba/ no es por su silencio, no, es por el mío”- Mariátegui).
En la poesía, no siempre uno se encuentra frente al
despertar de una conciencia; ni en ella, uno encuentra al ser humano en la
contienda de todo: No es fácil para nadie llegar a eso, ni se tiene la
capacidad para ver como: (“Una muchacha/
celeste corre sobre el fósforo oxidado
de la arena./ La tarde/ es un navío anclado en las alas del tiempo
detenido./ Un viejo/ pescador agita los brazos como un remolino
nuevo” (RETAMA – 3). Eso, es poesía…
En verdad, hay pocos que llegan a conocer, cuando se
vence al miedo, a aquello que nos impide ser nosotros mismos. Todo
habla, todo recupera (diría cobra) vida y se dignifica. Cuando se consigue eso,
nace el sol, el día alcanza significado
en su naturaleza, y la vida se hace primavera (No/ hay palabra. No hay
silencio./ Solo/ una retama entrecortada y grana:/ venas/ abiertas bajo la luna de setiembre./ No/ hay palabra. No hay silencio./ Sólo, arena, levadura o terciopelo acumulado” (…) “Húmeda/ hoguera que incendia/ la soledad/
que tú y yo habíamos labrado”(RETAMAS – 5”).
Patria, todos tenemos una, pero, no se tiene
claridad de lo que ella significa y
representa. Muchos viajan perdidos dentro de ella sin tener conciencia de nada,
y todo naufraga. El poeta trae luz, en su palabra: (“arcoíris/ soñado por un niño,/
agua/ de arroz, polen de la dicha,/ barranco/
donde mi sangre se despeña,/ oh tú/
cuchillo de mis noches,/ tierra/ de mi estar contigo”.- RETAMA – 4).
Todos nacen, se echan a caminar sin tener
conciencia de porque se existe, y eso
hace su desgracia. A muchos llega la luz, y con ellos se realiza el milagro de
la vida. (“Mis padres me han puesto a
caminar sobre la tierra/ que ya
empiezo a saborear/ como una roja
manzana/ que resplandece/ en las
manos laboriosas del tiempo que nos ha tocado transitar” (Cantar de José Ernesto). I con
ella (“Es/ el tiempo/ quien sacude las hojas/ de tu nombre en mi memoria, compañera”. (…) “Y/ en virtud/ de la lluvia que una tarde/ de marzo me legaras: ardiendo, permanezco”);
es la esperanza, la que alumbra y la que está ardiendo.
Hildebrando Pérez Grande, es un poeta, cuya palabra
echo raíz en el hombre mismo, y desde ahí nació y creció su verbo. ((“El
viento de Pampacocha amarra/ la
greda de tu nombre a mi/ plumaje”.
(…) “Y el agua corre libre, libre,/ libre sobre la tierra dura”(2).
No todos llegan al corazón de la palabra, es el reto
que la vida pone a todos: ser o no ser.
NOTAS:
(1).- “AGUARDIENTE”, Libro de Poesía de Hildebrando
Pérez Grande. Mayo 1978i, 77 pp. Premio
Casa de las Américas – 1978.
(2).- Poema VI de la serie “Marcahuasi”. Se publicó
en la p.26 de la Revista Literaria PESTAÑA MATINAL. Año I. N° 1. Lima.
Responsables: Eric Placton y Martín Hurtado).
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